Los habitantes de Venezuela y Trinidad han estado íntimamente ligados por miles de años de vecindad obligada por las cortas distancias que los separan. Sin embargo, nunca han estado realmente integrados. Cualquiera que navegue desde el golfo de Paria tendrá que pasar por la “Boca de la Serpiente” para llegar a Trinidad. Ya esto debería ser una advertencia para cualquier viajero. Los araucanos arcaicos migraron a la isla desde el delta del Orinoco, pero nunca lo hicieron en masa. Colón pasó por Trinidad en su tercer viaje reclamando la isla en nombre de la corona española, pero 200 años más tarde solo quedaban 700 españoles que preferían hacer negocios con los ingleses, franceses y holandeses. Incluso, Trinidad fue parte de la Capitanía General de Venezuela en 1777, solo para ser cedida a Inglaterra en el Tratado de Amiens unos años más tarde. Con la entrada en el “Commonwealth” británico, la sociedad trinitaria tomó su propio camino con ascendencia anglosajona e inmigración multirracial; en contraste con la tradición colonial española, el conflicto independentista y las múltiples guerras civiles que plagaron a Venezuela en el siglo para olvidar.
Un antepasado de mi familia emigró de Europa a Trinidad a finales del siglo XIX y nos dejó muchos relatos de sus aventuras navegando las traicioneras aguas que lo separaban de Venezuela. En Güiria conoció al amor de su vida y formaron un verdadero hogar binacional basado en Trinidad. Pasaron los años y parte de la familia se radicó en Venezuela manteniendo los lazos y las tradiciones de ambos países. Como nosotros, hay incontables familias que comparten las herencias de Trinidad y Venezuela, aunque ahora estén dispersos por el mundo y hayan olvidado o perdido la mayoría de los vínculos que nos unían.
En 1962 Trinidad declaró su independencia de Inglaterra; el mismo año que Venezuela reactivó sus reclamos sobre la Guayana Esequiba. En 1966, los ingleses, a quienes se les había descubierto la trampa con el arbitraje para despojar a Venezuela de su territorio, procedieron a dar la independencia a su excolonia. Con esto lograron cambiar la percepción del mundo de que ya no era el león británico despojando a la pobre Venezuela, sino el gigante del Caribe tratando de destruir a la naciente república de Guyana. Junto a Inglaterra y en contra de Venezuela, el primer aliado fue Trinidad… Con el establecimiento del Caricom en 1973, no solo se creó un mercado de libre comercio con 20 naciones, sino que se convirtió también en un muro de contención contra las aspiraciones comerciales y territoriales de Venezuela en el Caribe, siempre con Trinidad a la vanguardia.
Ya en los años ochenta pude experimentar de primera mano las complejas relaciones bilaterales. Trabajando como vendedor de productos industriales venezolanos en el Caribe, estudié en detalle la multitud de regulaciones que impiden a los productos venezolanos entrar en Trinidad. Los altos costos de manejo y aranceles punitivos impuestos por la isla hacían más competitivo llevar bloques de carne congelada de Nueva Zelanda que llevar carne fresca del oriente venezolano. Por varios años viajé constantemente a Trinidad por negocios y también por el gusto de compartir con varios de mis primos trinitarios con quienes había desarrollado una buena amistad. Siempre recuerdo con placer maravillosos momentos de la infancia con mi abuelo y un tío muy querido, pescando carite sierra con línea de mano cerca de la Boca del Dragón en el norte de Trinidad. Pero como ya hemos visto, el patrón de distanciamiento se mantiene. Después de unos cuantos negocios exitosos en la isla, los clientes trinitarios se buscaron un substituto canadiense que nos sacó del mercado. También, a través de los años se diluyeron las relaciones con mis primos de por allá. Por alguna razón, o por ninguna, nos fuimos distanciando y los contactos quedaron para una ocasional reunión y una disfuncional actividad de redes sociales.
Ya los 20 años de destrucción sistemática han llevado a la población de Venezuela a niveles de desesperación y hambre nunca vistos. Hace ya mucho tiempo que Venezuela dejó de ser el gigante del Caribe y se ha convertido en un exportador de refugiados a nuestros países vecinos. En el oriente venezolano y particularmente en el estado Sucre, la escasez de combustible ha hecho casi imposible que las poblaciones pescadoras se ganen la vida y peor aun, se alimenten. A diferencia de Venezuela, Trinidad sí ha sabido mantener y desarrollar su industria de hidrocarburos y disfrutar de una economía relativamente estable. Por ello, la isla se ha convertido en un polo de atracción para los despojados venezolanos, principalmente provenientes del golfo de Paria.
Imagínese el nivel de crispación que deben tener las personas para montarse masivamente en pequeños barcos de madera sobrecargados de gente y con equipos defectuosos. Se trata de hombres, mujeres y niños que son engañados por mafias que les prometen una mejor vida en la isla de al lado y que terminan obligándolos a realizar trabajos clandestinos y hasta prostituirse; esos son los afortunados. Los desafortunados son los que han muerto y siguen muriendo ahogados en el peligroso paso por la Boca de la Serpiente. Sí, muriendo en naufragios causados por la desesperación de unos, la codicia de otros y la indolencia de un gobierno apoyado por su sociedad. Cualquiera que haya escuchado al primer ministro Keith Rowley tildar a los venezolanos de ladrones, narcotraficantes y prostitutas se da cuenta del nivel de intolerancia existente.
Es totalmente entendible que un país de 1,3 millones de habitantes esté preocupado cuando ve ardiendo a su vecino de 30 millones. También es entendible que el número de refugiados que puede absorber Trinidad tiene limitaciones y que no debe haber un éxodo de venezolanos que desborden los servicios públicos de la isla. Habiendo dicho esto, el problema que veo y siento es que la actitud del gobierno de Rowley es un reflejo del sentimiento de los trinitarios. No nos quieren ahí y punto. De nuevo, obviando razones humanitarias y de caridad humana, están en su derecho. Sin embargo, y es un duro sin embargo, están los temas de la dignidad humana y el respeto a la vida.
La llegada a Trinidad de las embarcaciones abarrotadas de personas es un grave problema binacional originado en Venezuela, pero que convierte a la isla en corresponsable por la vida humana. Aquellos que son detectados, son inmediatamente devueltos sin recibir ni combustible ni agua para el regreso y mucho menos alguna expresión de compasión. Las embarcaciones de la guardia costera trinitaria patrullan la frontera día y noche para evitar los cruces desde Venezuela. Entretanto, siguen apareciendo naufragios que se han llevado la vida de más de 100 venezolanos desde 2018. Mientras el régimen castro-chavista continúe en el poder, el deterioro del país va a seguir y con él, la desesperación de las personas. Los trinitarios tienen una gran oportunidad para poner de lado las diferencias históricas y actuar con los más altos valores humanos en vez de golpear al enemigo cuando está abatido en el piso, no vaya a ser que los platos se volteen en el futuro y los venezolanos les pasen la factura en un momento de necesidad.