El buen amigo y diputado a la Asamblea Nacional por el partido Vente Luis Barragán tiene mucho tiempo defendiendo las universidades autónomas y en estos días hablamos de esa común preocupación. Conversa que me ha animado a expresar algunas de mis ideas por escrito. Lo primero es que en nuestra condición de ucevistas, tanto como egresados en pre y posgrado y actualmente como profesor “de planta”, este tema nos resulta muy triste y nos genera un sentimiento de culpa. Culpa por lo poco que hago y hacemos las mayorías por una institución fundamental de nuestra sociedad democrática. No podemos callar y mucho menos abandonarla, a pesar de la cuarentena y del proceso de deterioro sistemático que ha padecido y padece. Mínimo tenemos que alzar nuestra voz, hablarlo con los colegas y la comunidad universitaria y especialmente con nuestros alumnos.
El miércoles 15 de junio pasado se derrumbó el techo de uno de los pasillos cubiertos de nuestra primera universidad: la UCV, y en las redes sociales miles de venezolanos expresaron su profundo dolor ante el principal símbolo de lo bueno que todavía le queda al país. No en vano siempre se recuerda la estrofa de su himno que la define como “la casa que vence la sombra”. La estructura caída es parte de la obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva que fue emblema de nuestro anhelo de modernización en el siglo XX y la cual fue declarada por la Unesco hace 20 años como patrimonio de la humanidad. Al contemplar los destrozos es imposible no pensar en que son expresión de la desidia y maldad del gobierno por asfixiarlas presupuestariamente, pero también de las autoridades que no lideran una solución, y nosotros por no presionar a los anteriores y ser solidarios con nuestra “casa”.
En lo que respecta a la cuarentena por la pandemia del COVID-19, no comprendí por qué en la UCV se decidió no dictar clases online. Es verdad que una parte de su estudiantado (y del profesorado) no tiene la capacidad técnica y de conexión, pero debimos buscar los medios para que se pudieran incorporar de alguna forma ¡y así no paralizar sus estudios! En mi caso pude dar clases online en las universidades privadas para las que trabajo, aunque la conexión era un desastre y mis equipos son viejos (tanto que no puedo usar Zoom ni Google Meet), pero busqué la forma y lo logré. Los alumnos a veces tenían que armarse de paciencia, pero nunca dejé de dar una clase. Sí hubo alumnos (aunque minoría) que no tuvieron manera de conectarse por diversas razones e incluso algunos casos de sospecha de infección y por ello tuvieron que aislarse, pero siempre se buscó la forma de que no perdieran su semestre ¡y no lo perdieron!
Los sueldos de los profesores en las universidades públicas siguen siendo un escándalo. A esta realidad que no tiene otra calificación que la de ser una profunda injusticia debemos encontrarle una solución de inmediato. Si el Estado no responde, como mínimo tenemos que apelar a la solidaridad en los casos donde no se paga matrícula. Muchos me acusarán de querer privatizar la educación, pero creo que los estudiantes tienen que aportar según sus capacidades. ¡Y sería un aporte totalmente voluntario! En los colegios privados se le dio la vuelta a este problema ¡y son privados! ¿No se podría hacer algo parecido aunque modesto en los montos, solo en los casos de universidades públicas?
No podemos seguir esperando a que nuestras universidades se queden sin profesores, como ha estado pasando en los últimos años. Y como esa iniciativa, muchas más que podríamos desarrollar. No es correcto seguir escudando nuestra indiferencia en la falta de presupuesto o la situación de crisis generalizada o porque nos pagan una miseria (yo soy parte de esos a los que les pagan esos montos con los que es imposible vivir). Si nos emocionamos con tantas cosas hermosas de la Ciudad Universitaria y la identidad ucevista (al igual que otras universidades autónomas), muy especialmente cuando vivimos los actos en el Aula Magna bajo las Nubes de Calder, ¿por qué entonces somos incapaces de salvar a la Academia de modo que “la sombre no venza”? ¡Qué esa emoción sea verdadera y auténtica y nos mueva a verdaderas actos heroicos! ¡Este es el momento!