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No olvidar y no perdonar

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Los 27 de enero recordamos el evento más oscuro de la historia de la humanidad, la “Shoá”: el asesinato sistemático, planificado y organizado de más de 6 millones de personas, por cierto, no solo judíos, también Hitler tenía mucho apetito por negros, gitanos y homosexuales. 

Después de varias décadas de haber interactuado con sobrevivientes del holocausto, personas que ejemplificaron la bondad y aportaron al mundo a pesar de haber sido deshumanizados, de presenciar como quemaban y fusilaban a hijos, padres, hermanos, tíos y abuelos, yo no puedo comprar la idea que “perdonar mas no olvidar”.

Hoy entes multilaterales como Naciones Unidas que fueron creados precisamente después de esa desgracia y para evitar otras similares, han perdido su capacidad de acción, se han convertido en un actor cada vez más marginal y cuestionado, se parcializan y se convierten en un centro de reuniones donde cohabitan mafiosos y dictadores, algunos la describen como “una casa de cita de lujo”. Ante esta realidad y frente a la banalización del Holocausto, yo me muevo a los extremos de la cero tolerancia.

Si al siglo XX lo tenemos que juzgar moralmente por la sombra, la más oscura sobre la humanidad, por la falta de solidaridad; el siglo XXI pudiera estar aún más cuestionado, por el intento de cambiar la historia e imponer una   narrativa y  confundir a las nuevas generaciones, entre ellas eliminando de las mentes el recuerdo de un suceso vivo en muchos hogares del mundo, donde todavía existen testigos presenciales.

Ojo, Hitler sirvió como canal para centralizar la aberración de una humanidad moribunda y miserable, un monstruo que arrastró masas, que fue eficiente gracias a los “buenos” que como sabemos, no hicieron nada  peor aún voltearon sus miradas. 

Los nazis sentaron las bases de la comunicación política del siglo XX.  Los medios de comunicación en su momento proporcionaron los mecanismos para cometer el genocidio; hoy hay un fantasma rondando, en nuestras narices: las redes sociales, desequilibradas y sin control, vendiendo una nueva moral  por encima de cualquier responsabilidad ética. A ellas  se le suma una prensa tarifada de ultraizquierda dedicada a promover toda la basura y sobre todo a negar y cuestionar abiertamente el holocausto. 

El mundo actúa sin internalizar los riesgos de la indiferencia, traicionando permanentemente a nuestra propia humanidad. 

La indiferencia es muy peligrosa porque seduce, pero debería ser el baremo para entender que vamos por mal camino; es más peligrosa que la ira o el odio.

En mi caso particular, mis pensamientos recurrentes van hacia ese millón y medio de niños, de criaturas inocentes que fueron asesinados, a las palabras de Ana Frank,  el recuerdo de las tantas fotos  y películas, los  versos y letras de quienes a sabiendas de que no había futuro no dejaron de soñar hasta su último respiro.

Trato de entrar en el pensamiento de aquellos que vivieron la tragedia, y duele imaginar tanta incertidumbre, en las madres a las que les arrancaron a sus criaturas.

Hoy sobran las razones para luchar y poder recordar permanentemente a las víctimas de la Shoá.

 A estas alturas yo repito a viva voz una y mil veces: Ni perdonar ni olvidar.

¡Nunca mas!

 

[email protected]

X: @davidbittano

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