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¡No más diagnósticos!

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  1. Mucha gente dice: ya sabemos lo que pasa; para qué seguirle dando vuelta a lo mismo; que si Maduro esto y Maduro lo otro; que si la oposición esto y lo otro. Ya sabemos de qué van los bandidos. Actitud tan absolutamente comprensible como equivocada. El problema de por qué el régimen sigue donde está tiene que ver con la naturaleza y la oportunidad del diagnóstico que se haga sobre la situación del país.
  2. El inadecuado entendimiento de lo que ocurre o un entendimiento correcto, pero tardío, constituyen ingredientes de la relativa estabilización del régimen, y, por tanto, deben ser parte del diagnóstico. El hastío podría ser superlativo; pero, también hay que diagnosticar los diagnósticos. Se ha fallado mucho en caracterizar lo que hay porque se ha dado valor desatinado a lo que se observa y la política desprendida de allí ha conducido a desastres. No es irrelevante porque cada extravío no deja las cosas como estaban. No se puede meter retroceso y regresar al estado inicial, sino que los fracasos en el diseño y en las actividades que de allí se desprenden generan nuevas situaciones que, a su vez, requieren nuevas aproximaciones porque hay nuevos problemas. El fracaso no es impune.
  3. Cuando esto se plantea hay quienes comienzan a chillar en contra de los radicales. Siempre quieren estar en el medio, repartiendo admoniciones o dándole mazazos a los “hombres de paja” que construyen. En estos tiempos la falacia que ha adoptado la conspiración de los necios consiste en señalar a quienes habrían propuesto el desembarco de la Flota del Caribe en las playas venezolanas; con el único inconveniente de que no se ha propuesto. Se burlan de los “marines” que alguien estaría esperando con los brazos cruzados “sin hacer nada”. Esas argumentaciones, generalmente usadas para rodear de cariño al interinato y protegerlo de tanto maligno suelto, busca descalificar posiciones críticas legítimas; pero, peor aún, no resuelven el problema de la adecuada caracterización del régimen. Curiosamente los que critican a los supuestos promotores de la “invasión extranjera” se vuelven mantequilla con Zapatero o Borrell que seguramente son de Yaguaraparo.
  4. La pregunta crucial es si el régimen de Maduro puede ser expulsado por la vía de la presión política y diplomática. Si fuese así, las gestiones por sanciones, el tono fuerte de los diplomáticos, los acuerdos de gobiernos y parlamentos, y las negociaciones para lograr que el régimen acepte una salida electoral, serían lo apropiado. Maduro y su gente, convencidos de que no los quiere nadie, ante la disyuntiva de salir estropeados, pero con destino en otro lugar, aceptarían una salida con garantías. El núcleo del régimen se iría a disfrutar los expolios y los que fueron chavistas se adaptarían al país normal que poco a poco vendría. Siempre habría los radicales que querrían justicia; sin embargo, ya se encargarían “las fuerzas vivas” de decirles que para después.
  5. Cabe preguntarse si el costo de irse de Miraflores es superior a cualquier enfrentamiento posible. Si así lo fuese, en ningún caso estarían dispuestos a negociación alguna que tuviese ese resultado. Pueden parecer que están dispuestos a negociar todo, aunque en realidad sueltan aquí y allá para ganar tiempo, cierto reconocimiento –“al menos están haciendo esto”– y estabilidad. Es lo que ha ocurrido con la liberación controlada de presos políticos (por cierto, menos que los presos comunes que liberan), unos puestos en la Asamblea Nacional espuria que viene, unas gobernaciones consoladoras, alcaldías regadas; pero, jamás estarían dispuestos a soltar el control del poder. Si esta es la visión correcta, la estrategia de la negociación que se basa en la diplomacia que excluye el uso de la fuerza no le sirve a las fuerzas de la libertad sino al régimen.
  6. Las razones por las cuales Maduro y la Banda de Miraflores no ceden el poder mediante la negociación zapateril, sea en Dominicana, Noruega o Barbados, o las más recientes y vergonzosas, no es solo porque hoy, mañana o pasado, serán perseguidos por la justicia internacional a cualquier lugar al cual vayan. Muchos dicen, con razón, que se podrían ir a los lugares remotos del planeta en los cuales serán recibidos como “luchadores sociales” agredidos por “el imperialismo”. Pero, no están dispuestos: ni quieren ni pueden.
  7. Venezuela es una ex nación que fue tomada como base de operaciones multinacional de las fuerzas de la desestabilización internacional, regional y mundial. Venezuela es el territorio en el cual está instalado el centro de comando y control de una corporación criminal de impacto continental. Ciertamente ha sido el cofre saqueado por el malandraje zurdo del planeta, con lo cual se han comprado apoyos y lealtades; más allá, es el territorio desde el cual todos los accionistas de la corporación –cubanos, rusos, narcos, paramilitares, ELN, disidencia de las FARC, pranes, etc.– despliegan su actividad, obtienen sus recursos y desarrollan su plan. Este se propone a corto plazo desestabilizar Colombia y otros países de la región; estratégicamente, articular un movimiento en contra de Estados Unidos.
  8. Si el territorio venezolano (la máxima aspiración de un narco es tener un territorio “libre” para el negocio) tiene el valor político y financiero que posee; si esta es ¡por fin! la salvación que Cuba tanto buscó para resolver su aislamiento político y geográfico; si se ha convertido en una de las lavadoras más grandes del orbe; si es la revolución socialista que otra vez quiere volver a derrotar al imperio, cómo se imagina usted que la salida es porque los Kissinger criollos van a convencer con su convincente verbo y razones a los diestros bichitos que han manejado dos proyectos emblemáticos: el cubano por 60 años y el venezolano por más de 20 años.
  9. La conclusión de los necios es que si tú crees esto último, pues coge tu fusil y corre a Miraflores; cuando el problema es que hay un presidente interino para dirigir el proceso y obtener lo que prometió: “el cese de la usurpación”, la olvidada consigna del año pasado. De un diagnóstico equivocado se desprenden cuestiones como la “consulta popular” para consultar lo consultado con la peculiaridad de enfatizar elecciones y no la salida del régimen.
  10. Las conductas erráticas no siempre obedecen a intenciones tortuosas sino al desconocimiento o distorsión de la naturaleza del problema que hay que resolver. Y, caballeros, el problema no se resuelve sin el apoyo de Trump o de Biden; pero con ese apoyo, sin diagnóstico y estrategia doméstica correctos, no se llega sino hasta la próxima consulta en 2022.

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