En el escenario político venezolano, aun quienes muestran un deseo sincero de salir del actual régimen funesto que nos ha arruinado difieren de las maneras de hacerlo. Esto es inevitable puesto que la actitudes de cada quien están determinadas por su experiencia política individual. Quienes han sido de izquierda democrática desean salir del régimen pero con matices menos severos que los de los venezolanos de centro derecha o de derecha pronunciada. Estas diferencias debilitan la posición de los demócratas frente al régimen y tienden a favorecer su sobrevivencia.
Me refiero esencialmente al caso de quienes abogan por una transición en la cual se pase la página, se garantice una salida pacífica y hasta de garantía de integridad a los miembros del régimen, a fin de acelerar esa transición. Para quienes así opinan, la candidata Machado debería estar dispuesta a ceder su sitio a alguien “no inhabilitado” que pueda ser aceptable para el régimen y, en caso de salir del poder, debería dársele garantías a los salientes de que serán respetados. Esta es una postura favorecida, con algunas diferencias menores, por líderes y analistas tales como Enrique Ochoa Antich, Eduardo Fernández, Víctor Álvarez, Manuel Rosales, el economista Francisco Rodríguez (en Estados Unidos), Simón García, Jesús Chúo Torrealba y otros, todos a quienes reconocemos perfecto derecho a emitir sus opiniones. Como ejemplo citamos a Jesús Chúo Torrealba, quien dice (en la Emisora Costa del Sol): “Es necesario un pacto de país para que quede claro que el que gane no lo gana todo, ni el que pierda lo pierda todo”. Es decir, Torrealba llama a una cohabitación donde el chavismo que ha destruido al país todavía tenga un papel que desempeñar. Este llamado al perdón es inexplicable a la luz de la tragedia que esa gente ha causado.
Siento que tales opiniones de estos compatriotas son equivocadas en lo esencial y juegan a favor de la continuación del régimen actual en el poder o, en el escenario de su salida, a una impunidad para sus miembros que va bastante más allá de lo deseable si es que la nación venezolana desea recuperar su dignidad y castigar severamente el inmenso crimen que han cometido en contra de la nación venezolana.
Me referiré en este punto a un escrito de Simón García, a quien recuerdo como un representante de una izquierda moderada y sensata, con quien compartí tareas de gobierno en Carabobo, durante la gobernación de Henrique Salas Feo (verlo en: https://www.costadelsolfm.org/2024/02/26/simon-garcia-defender-la-estrategia/)
En este escrito Simón García se manifiesta partidario de la candidatura de María Corina Machado, como es nuestro caso y el de la inmensa mayoría de los venezolanos de bien. Sin embargo, nos recomienda cautela al analizar las posturas oficialistas y la incertidumbre sobre su habilitación, sobre la cual dice: “no hay evidencias”. Y agrega García que ello solo sería posible “si el régimen aceptara voluntariamente el principio de alternancia, lo que no está a la vista”.
Es decir, parece estar resignado García a que esa aceptación de la alternancia sea una opción que puede o no ejercer el régimen. Esto no debe ver visto de esa manera. La no aceptación de la alternancia democrática va de frente contra la Constitución, las leyes, la naturaleza democrática de los venezolanos y la dignidad misma de la nación. Al no aceptar la alternancia el régimen se coloca de frente a la Venezuela de leyes y de democracia y adopta la figura de un vulgar golpista de estado. De hecho, ya lo es, puesto que sus voceros armados, a lo padrino López, lo dicen abiertamente, con desfachatez.
Agrega García que otra razón para ser cautelosos (es decir, suaves con el régimen) es el miedo que tienen los chavistas “buenos” de ser objeto de persecuciones y venganzas. García dice que esos chavistas “buenos” existen en “distintos niveles del poder público o instituciones” y que si queremos “ganar” debemos “tenderles la mano con una propuesta clara de reconciliación”.
Esto suena a coexistencia, borrón y cuenta nueva, pasemos la página, Somos todos venezolanos., comprendemos la situación, etc. etc. Al proponer este acercamiento García olvida que hay dos clases de culpabilidad, la de comisión y la de omisión. Es cierto que los culpables directos de esta tragedia venezolana suman unos 500 o 600 desalmados, pero hay centenares o miles de cobardes y oportunistas quienes han colaborado, como dice García, en distintos niveles del poder público, en silencio ante los abusos, el saqueo y la muerte, Esa gente es también culpable porque tuvieron la oportunidad de escoger otra manera de vida que no fuera la complicidad con el saqueo y el asesinato. Si bien es cierto que no se podrá llevar a la cárcel a la mayoría de ellos tampoco es posible – sería indigno _ que le “tendiéramos la mano” para reconciliarnos con ellos. Eso no es aceptable. Debe existir una sanción social explícita contra esta manada de cobardes.
García continúa su análisis diciendo que pensar en sustituir a María Corina Machado como candidata sería perfectamente lógico. Cito: “No parece ser cierto que a quienes piden esclarecer cómo superar la prohibición de inscripción de la candidata haya que considerarlos adversarios. Su preocupación es lógica y pertinente”.
Y agrega: “Lo que es inconveniente puede ser presentar nombres. Pero no inscribir a nadie es fatal, sobre todo si conduce a una elección paralela, cuando lo real es ganarle a Maduro dentro de las instituciones y reglas del poder”.
Creo que esta es una postura incorrecta y que juega a favor del régimen. Cuando la estrategia carece de ética se convierte en estratagema, palabra que tiene una raíz griega común pero un significado muy diferente. La candidatura de Machado es intransferible y cualquier intento de transferencia sería visto por la Venezuela digna como una maniobra reñida con los principios.
En su escrito García dice que la campaña de María Corina debe continuar pero “hay que cuidar el lenguaje, los medios de lucha y establecer una alianza nacional con los sectores oficialistas sanos “
Nos preguntamos: ¿Cuáles son los sectores oficialistas sanos? ¿Los de Cabello, las viudas de Chávez como Ramírez Carreño, los de Padrino López, los de Cilia Flores?
García añade: “Cada día parece más pertinente reflexionar sobre acuerdos mínimos con el gobierno respecto al tratamiento que recibirán sus integrantes, los dirigentes del PSUV y los funcionarios chavistas a partir de un triunfo opositor. Sería ideal que ésta reflexión la propiciara y orientara la candidata”.
Veo esta proposición como contraria a la postura que ha mantenido Machado. La trayectoria de María Corina Machado no permite esperar que ella de garantías de impunidad a los miembros de la macabra pandilla chavista/madurista.
Finaliza García su escrito hablando de un pacto de garantías. Si ello se refiere a garantías para quienes han arruinado material y espiritualmente al país, nuestra reacción debe ser de una rotunda negativa.
Queremos ver un cambio de régimen en Venezuela. Pero no a cualquier precio, no al precio de extender una carta de impunidad a los asesinos, a los ladrones, a los narcotraficantes, a los militares traidores, a los funcionarios cómplices por omisión que se han enriquecido de manera obscena.
Aceptar esto sería vender el alma.
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