OPINIÓN

No intervención y no represión: elecciones libres

por Freddy Carquez Freddy Carquez

Recientemente en unas declaraciones a la prensa, monseñor Francisco, el Papa, expresó con la fuerza debida su opinión de rechazo a cualquier presencia de fuerzas externas, no nacionales, en la conducción y actividades políticas de rechazo al régimen autoritario que dirige a Venezuela.

Es muy evidente que intereses políticos extraños al interés nacional venezolano han incidido en la orientación política del activismo desarrollado por sectores de la oposición organizada, que participa en el interior del conflicto que nuestra sociedad sufre, como consecuencia de las políticas de Estado que los gobiernos chavo-maduristas han desarrollado durante 20 años.

Pero estas manifestaciones de intervención política extraña al interés nacional, no solo las hemos podido apreciar en sectores adversarios al madurismo, sino que también se perciben en la dirección del Estado al más alto nivel, dando pie a acusaciones mutuas entre gobierno y oposición, negándose cualquier opción de acuerdos para asumir las tareas de Estado que demanda:

El desempleo, el hambre, el deterioro hospitalario y la violencia represiva y ahora en tiempo presente y futuro la pandemia.

Maquinaciones muy turbias y retorcidas, particularmente destinadas para tratar de inducir un ambiente seudoconspirativo, destinado a encubrir las violaciones de la legalidad, estimulando la represión a la disidencia como política de Estado, generando en el interior de los cuerpos policiales y de defensa del gobierno una conducta agresiva, abusiva y de maltrato a la opinión y acción independiente de los ciudadanos.

Entramado de políticas públicas, en las cuales un conjunto de orientaciones del Estado se han integrado para demoler las estructuras administrativas, económicas y sociales que se desarrollaron durante el siglo XX, dándole musculo y orientación republicana al proyecto nacional.

El desorden económico, la confusión política y el caudillismo, la corrupción y el derroche y una estrafalaria orientación antinorteamericana, saturaron el ambiente en el cual se desenvolvió nuestra comunidad durante la presencia del comandante Hugo Chávez en la dirección del país, aproximadamente 10 años y cuyos negativos resultados los empezaríamos apreciar antes de su desaparición.

Las victorias del gobierno en las interminables consultas y campañas electorales desarrolladas en la década del chavismo, descansaron en la gigantesca inversión de gasto público realizado, alcanzando el extremo del endeudamiento externo para soportarlo, además del ventajismo presidencial construido a través de una política económica de expropiación y reparto, destinada a desorganizar las modestas estructuras productivas existentes, decisiones económicas impuesta con los fusiles de las FANB.

Durante 10 años la renta petrolera nacional solo sirvió para hacer demagogia, para conquistar votos y ganar consultas mediante el inmenso reparto de las pensiones, porque no bastaba con el control partidario del CNE y tampoco se produjo un sistemático y consistente crecimiento económico que le permitiera un piso sólido al reparto de la renta, fue siempre: “pan para hoy y hambre para mañana”, como ha quedado demostrado en la actual gestión madurista, cuando las pensiones no son otra cosa que un infame reparto de limosnas miserables.

La parte más importante del “lomito” de la renta, bajo el manto del secretismo y del nepotismo presidencial, hizo posible a una minoría la realización de múltiples asaltos al patrimonio nacional a extremos inusitados (decenas y centenas de millones de dólares), como los que recientemente han sido revelados por la banca internacional y los sistemas financieros de los Estados privilegiados para esconder el dinero.

Encontrándose en el extremo de la opulencia gubernamental, la miseria de la aplastante mayoría de nuestros ciudadanos, con salarios muy por debajo de los indicadores universales de pobreza extrema, sobre 90% con menos de un dólar diario, situación retratada en los centenares de escenas de alimentación callejera con “las sobras de las comidas”, los ancianos y niños harapientos y abandonados y el exponencial crecimiento del hampa y de la prostitución.

Y para borrar toda clase de duda sobre la magnitud de nuestro desastre económico y social, se ha desarrollado el mayor movimiento migratorio que se ha dado en América, de cuya importancia no hay referencia en el siglo pasado, época en la cual innumerables acontecimientos políticos produjeron importantes desplazamientos de poblaciones, México, Nicaragua, Cuba, Santo Domingo, Panamá, Colombia, Chile y Argentina, diáspora generada por la miseria.

Dramática situación que ha atrapado un pueblo, a millones de ciudadanos en plena paz, pero impuesta mediante el engaño, el soborno y la represión militar y policial, recurriendo a la intimidación colectiva mediante la creación y utilización de bandas armadas, y la creación de instrumentos especiales para aterrorizar a las comunidades mediante el secuestro y la tortura.

Sobran las razones para acusar al gobierno y sus conductores como responsables de la construcción de un régimen autoritario y miserable cuya principal labor en 20 años solo ha sido, la de empobrecer a la población mediante la destrucción y desorganización de su producción, con el terrible resultado de pobreza y atraso, agresiones terribles a nuestra humanidad, crímenes que deben ser sancionados por la comunidad.