A los corruptos del cuello del color que sea, “ustedes no van a impedir que Venezuela sea libre”, fue el mensaje de la diputada Magallanes en el marco de los últimos descubrimientos de la prensa independiente. En verdad, la corrupción no tiene color. Es un cáncer social que, si se deja crecer, lo permea todo.
La corrupción está vinculada a numerosos contextos fuentes de injusticia y opresión como la erosión de la democracia, el florecimiento de regímenes autoritarios y cleptocráticos, el abuso en materia de derechos humanos, el aumento o perpetuación de la pobreza, la destrucción ambiental, el mal funcionamiento de los servicios, la proliferación del crimen organizado y de flujos financieros ilícitos. Pero ¡ánimo!, no es un mal incurable.
En todo el mundo encontramos ejemplos de cómo los ciudadanos se niegan a ser víctimas y, por el contrario, protagonizan campañas y movimientos dirigidos a combatir el soborno, las trampas, el control social, el abuso y la impunidad.
Dado el contexto electoral que se avecina, telón de fondo de muchas de las maniobras que estamos presenciando en la Asamblea y en las universidades, cabe recordar la campaña de vigilancia ciudadana desarrollada en Egipto en 2005, «Te vemos, te estamos mirando» (por cierto, liderada por mujeres) y el movimiento hermano, Egipcios contra la Corrupción, iniciado en 2006, los cuales provocaron una amplia movilización por la independencia judicial. Fomentaron la participación ciudadana, monitorearon al gobierno, transmitieron el fraude electoral en tiempo real a través de Internet y probaron que sus actividades eran válidas bajo la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (ITVS, 2007).
Y a propósito de la fraudulenta consulta que tuvo lugar en Miranda para justificar el desvío de recursos a las comunas, me viene a la mente otro caso de control ciudadano. En Kenia, según investigación adelantada por Beyerle (2014), el grupo Muhuri, Musulmanes por los Derechos Humanos, entendió que luchar contra la pobreza implicaba luchar contra la corrupción incrementando la transparencia.
Inicialmente no tenía programa ni fondos. Se acercó a las comunidades más pobres de la costa con la bandera de los derechos humanos y la idea de reivindicar a la minoría musulmana que por razones históricas se concentra en esa zona. La gente venía a quejarse con ellos de todo tipo de cosas, pero pronto notaron que muchas de estas quejas estaban relacionadas con los fondos de desarrollo del distrito electoral, asignaciones anuales de aproximadamente 1 millón de dólares por cada miembro del Parlamento que debían ser invertidas localmente. Esta idea, común a muchos programas de desarrollo, busca empoderar a las comunidades dándoles la oportunidad de participar en la selección de proyectos y la gestión de los fondos, pero sin la debida contraloría en un país donde la corrupción es endémica, el resultado dejaba mucho que desear.
Con apoyo de dos organizaciones no gubernamentales con reconocida trayectoria a nivel internacional, el programa África Oriental de la Open Society Initiative y uno de sus socios, la Asociación Internacional de Presupuesto, conformaron un plan de acción basado en la educación. Organizaron un curso intensivo sobre el fondo de desarrollo para 60 participantes de 15 organizaciones de la sociedad civil, llamando la atención tanto del gobierno como de la opinión pública.
Hoy brindan entrenamiento a líderes naturales de las comunidades en un método desarrollado por ellos mismos, una suerte de auditoría social de seis pasos, para monitorear los gastos y las obras públicas locales; lo cual hacen al aire libre o en las instalaciones disponibles. Por lo general, aprovechan la jornada para, en el marco de actividades recreativas, crear conciencia en un público más amplio sobre la importancia de la participación ciudadana en una verdadera democracia.
Este tipo de campaña suele ser más exitoso que las políticas emprendidas para cubrir las apariencias.
Las iniciativas de arriba hacia abajo para frenar la corrupción a menudo tienen muchas limitaciones. Más importante aún, pueden verse frustrados por intereses creados que no quieren cambiar el statu quo. Cuando los canales oficiales no son efectivos, solo el poder de la gente puede generar la presión necesaria para impulsar el cambio.
La idea y el ejercicio de la ciudadanía otorgan a la democracia su significado concreto. “Guerra avisada no mata soldado”, nos repetía en sexto grado una maestra muy querida en vísperas de los exámenes. “Y si lo mata es por descuidado”.
Referencias
Beyerle, S. (2014). Approaches to curb corruption. Curtailing Corruption. Boulder: Lynne Rienner Publishers.
ITVS (2007). Shayfeen.com: We’re Watching You. Global voices. Co-production of ITVS International. Disponible: https://itvs.org/films/shayfeencom