El sistema de justicia venezolano cooptado, grotescamente, por el régimen en cuyo vértice de la pirámide pesan sentencias por homicidio no es para nada alentador. Son pamplinas la reforma, vacía de contenido, para que todo siga igual y solo tratar de lavarse la cara ante la Corte Penal Internacional, metiendo la pata de cabra de una supuesta complementariedad que no es tal. El sistema de justicia ha sido una pieza clave en la consolidación de la represión, una cabilla enguantada para amenazar con prisión y torturas a quienes osen, en ejercicio de su libertad, salirse de los cauces del control social impuesto a troche y moche por el régimen forajido.
Diálogos van y diálogos vienen, ya contamos con catorce barajitas repetidas para el álbum de las frustraciones ciudadanas que jamás se termina de llenar.
No hay pasos prometedores. Se le sigue dando tiempo a la corporación criminal, mal utilizando mecanismos de la democracia para consolidar a la tiranía. Continuamos dando vueltas en círculo para luchar por condiciones justas para unas elecciones libres, imposibles de lograr con el régimen en el poder. Ya estamos hartos y mareados de la danza con lobos y de alacranes con el sistema criminal, cumpliendo el indignante rol de trompo servidor. Los claudicantes se alinean con el país de la burbuja, mientras permanece al margen el mayoritario de la periferia, con todos los males estructurales, siendo el mayor la impunidad. En la convivencia con el poder se suman nuevos alacranes en la reedición de los mismos diálogos de sordos en la búsqueda de sus patéticos pactos de salvación personal.
Unidad de los mismos para lo mismo no es ganancia sino para ellos, el país quiere unidad con estrategia que nos conduzca a la ruta de la libertad. Con el régimen jamás se lograrán condiciones para una alternancia en el poder.
La evidencia la tenemos en las elecciones del parlamento nacional de 2015, en la que la oposición logró las dos terceras partes. Sin embargo, llovieron del tribunal del moreno Maikel más de 100 fallos en contra de la recién electa y legítima Asamblea Nacional. Las leyes que fueron aprobadas jamás fueron reconocidas y sí anuladas por la justicia servil. Asistimos a la persecución salvaje de los legítimos representantes electos a los que no se les reconoció su inmunidad parlamentaria. Ya hemos visto hasta la saciedad que no basta ganar elecciones en el marco de una dictadura. El objetivo no es plegarse como lo hicieron al rompe los gobernadores de Barinas y el Zulia, a quienes les negaron ab initio el ejercicio del poder. Apostamos a la unidad con propósito verídico de libertad para la transformación de la sociedad por un sistema distinto y democrático en el que se respeten todos los derechos de la persona.
¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!