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No fue fraude electoral, fue un robo a mano armada

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Desde una perspectiva electoral el fraude puede consumarse antes, durante o inmediatamente después de las elecciones. Los mecanismos son variados, aunque se ha escrito mucho sobre el tema. Con estos antecedentes y tras lo ocurrido el 28 de julio puede concluirse que en Venezuela hubo fraude antes y durante los comicios, pero no después, incluidas las seis horas que van desde el cierre de las urnas hasta la difusión del primer boletín del Consejo Nacional Electoral (CNE). No hubo fraude, sino un robo a mano armada.

Antes hubo fraude porque se obstaculizó la inscripción de la mayoría de los ocho millones de venezolanos con derecho a voto residentes en el exterior. Solo una cantidad ínfima pudo votar. Lo hubo porque a la candidata de la oposición, elegida mayoritariamente en primarias, se le impidió presentarse, dificultando hasta límites impensables su participación en la campaña, incluyendo la represión directa contra sus más directos colaboradores. También lo hubo porque el acceso a los medios y a la financiación fue muy desigual.

Durante la elección hubo fraude porque se obstaculizó la presencia de testigos de la oposición en las mesas electorales, para minimizar el control de quién vota y quién no y la emisión de las actas de votación. A mayor presencia opositora menor margen de fraude. Pero después, durante el escrutinio, no hubo fraude, no porque se contara mal sino sencillamente porque no se contó. Si bien el boletín del CNE habla del 80% de las actas contabilizadas, las cifras no provienen de un recuento más o menos maquillado, sino de una burda invención.

Probablemente a Elvis Amoroso, presidente de la CNE, se le ocurrió que Nicolás Maduro apoyado por 5.100.000 venezolanos ganó con el 51,2% de los votos por el 44,2% de la oposición, Pero esto no surge de ningún escrutinio sino de la presentación de unas cifras inventadas. Cometer fraude después de unas elecciones como éstas es prácticamente imposible. Lo es por la participación masiva, superior al 80%, descontada la mayoría de los cuatro millones y medio de venezolanos residentes en el extranjero que no pudieron votar, y por la gran diferencia de votos, más del 30%, entre Edmundo González Urrutia y Maduro.

Esto lo sabe la mayoría de los votantes movilizado por el cambio. Muchos de quienes le han dado la espalda a Maduro eran anteriores votantes chavistas, provenientes de los sectores populares. De ahí la respuesta violenta de un régimen en horas bajas y decidido a mantenerse en el poder a toda costa. De ahí la dureza de una represión acompañada de una retórica inflamada e incendiaria, que habla de terrorismo para criminalizar la simple opinión y el rechazo al chavismo. En un remedo de la terminología nazi y estalinista, cualquier opositor, disidente o aquel que osa pensar de manera diferente es «enemigo del pueblo» o «del estado» y como tal merece las penas más duras.

En Venezuela ha comenzado la Operación Tun Tun, que permite encarcelamientos masivos, con justicia exprés y numerosas desapariciones. Hasta ahora se habla de al menos 24 muertos y más de 2.200 detenidos. Remedando a Nayib Bukele y su política carcelaria, Maduro amenaza construir dos cárceles de máxima seguridad para castigar cualquier protesta anti bolivariana. El ‘hijo de Chávez’ ha dicho que se lo explicaría a Lula da Silva, López Obrador y Petro, aunque de momento aún no lo ha hecho. Según su punto de vista todo surge de «una situación compleja de entender», ya que «en el mundo hay mucha manipulación y mentira».

Para Maduro y Diosdado Cabello el mundo miente para sustraerle al pueblo chavista y bolivariano su legítimo triunfo. Por eso, Cabello dice que nunca antes se publicaron las actas y ahora tampoco se publicarán. Su mantra es que ellos, la oposición, «van a seguir con su violencia y nosotros los vamos a joder».

Según Andrés Caleca, presidente del CNE en 1999, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, encargada de conservar las actas y todo el material generado durante el proceso electoral, cometió un golpe de estado al desconocer la voluntad popular y la elección de González Urrutia. Simultáneamente, Maduro acusó a la oposición de poner en marcha otro golpe de estado, fascista y contrarrevolucionario, por no reconocer su derrota.

Pero mientras ésta última se apoya en los datos para legitimar su posición, y ha difundido más del 80% de las actas, el régimen se atrinchera sin mostrar una sola cifra, una sola acta que lo respalde. La posición del Centro Carter, el único organismo independiente que fiscalizó la elección, ha sido contundente, señalando que esta «no cumplió con los estándares internacionales» y tampoco «puede considerarse democrática». Incluso señaló que «no hay evidencia de hackeo» en el sistema electoral, pese a las denuncias del CNE.

Me hubiera gustado haber sido un poco más optimista sobre Venezuela y hablar de una mayor receptividad del régimen ante la mediación de los presidentes de Brasil, Colombia y México, pero hasta ahora todo ha sido infructuoso. Ellos también han pedido que el gobierno enseñe las actas, lo que se rechaza de plano. Como señaló Tamara Taraciuk, del Diálogo Interamericano de Washington, «las cosas se van a poner peor antes de mejorar, porque la reacción instintiva del régimen… es atrincherarse». De momento, María Corina Machado y el conjunto de la oposición convocaron una gran movilización popular en Caracas, en Venezuela y en todo el mundo el sábado 17 de agosto. Habrá que ver cuál es el nivel de participación y cuál la respuesta del régimen.

Artículo publicado en el Periódico de España

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