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No existe la oposición moderada, existe la oposición

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Exjefes de Estado y gobierno de IDEA ante persecución a la oposición: "Que se adopten las medidas de urgencia"

EFE/ Miguel Gutierrez

Hace algunos días me topé con un post de esos que salen a la superficie para demostrarnos que cada cabeza es un mundo, se trataba de un mensaje en apoyo a una cosa denominada «oposición moderada». Digo «una cosa» porque a estas alturas creo que hemos recibido suficientes golpes como para saber que la moderación no es una respuesta proporcional al enemigo al que nos enfrentamos. Y es que cuesta mucho concebir una moderación cuando la libertad de tanta gente inocente depende de nuestra organización y defensa del voto. Dignora Hernández, Henry Alviarez, Juan Freites, Luis Camacaro y Guillermo López son algunos nombres de los venezolanos que han perdido su libertad impulsando una salida electoral de Nicolás Maduro del poder. ¿Son ellos una oposición extremista o víctimas de un modelo dictatorial? Creo que la respuesta es evidente, no podemos hablar de extremismo cuando la única estrategia que se viene manejando es la de esquivar obstáculos y continuar en la ruta electoral sin caer en confrontaciones innecesarias.

La primera vez que escuché los adjetivos «extremista» o «radical» fue de la boca del chavismo y luego pasaron a ser utilizados por algunos opositores para diferenciarse entre ellos. Algo que por malicia o inocencia hizo muchísimo daño dentro del pensamiento colectivo de los opositores. Adoptar esta división fue el inicio de una fragmentación en la unidad política. En la actualidad, todos los representantes de esos «opositores moderados» son candidatos que optaron por no participar en las primarias del pasado 22 de octubre. Políticos sin oportunidades que saben que no ganarán las próximas elecciones, pero que realmente no les interesa; porque no buscan hacer oposición o representarla —si eso hubiesen querido, participaban en las primarias— sino ser esa oposición perfecta, la que Maduro no ataca. Y ahí radica el problema, que Maduro sí tiene contraparte en estas elecciones, servil a él pero contraparte, una que le sirve al régimen para dividir el voto. Una oposición a la que respeta mientras justifica sus ataques clasificándolos como una defensa de ese monstruo que llama oposición radical.

Siguiendo toda la campaña de María Corina desde el anuncio de su participación en las primarias, pasando por la designación de Corina Yoris como su sustituta y desembocando en la candidatura de Edmundo González; podemos encontrarnos con una campaña que no le ha pisado el peine a Maduro, que viene manejando cada obstáculo con cautela. Entonces, ¿dónde está el radicalismo? No lo hay, no existe, es solo un concepto mal empleado en el imaginario colectivo, un concepto con el cual los chavistas benefician a su oposición a la medida, esa a la que respeta, mientras ataca a la verdadera oposición sin tener tanto costo político. Porque mientras existan los seudo opositores, se seguirá manejando en el mundo esa imagen de ambigüedad democrática que busca proyectar el régimen. Para nosotros los venezolanos, una parafernalia.

Entonces, queda en cada venezolano preguntarse si es una «oposición moderada» porque ladra o porque no muerde. Cualquiera que sea la respuesta, es evidente que el devenir de esta tragedia no puede estar en manos de personas que no están dispuestas a defender la confianza que vamos a depositar los venezolanos en las urnas.

No se cómo piensan los candidatos moderados, pero estoy muy seguro de que saben que no cuentan con los números. Sin los 2 millones de votos de las primarias nadie puede ganar las próximas elecciones presidenciales. Nadie puede ganar sin ese músculo organizativo que es capaz de movilizarse en masa para votar y para defender un resultado. Repito, son 2 millones de venezolanos quienes demostraron en las urnas su deseo de ser representados por una candidatura única, ningún candidato que se haya lanzado ignorando ese resultado democrático, busca realmente representar a la oposición. Por eso, es inconcebible que hayan personas que nos quieran vender una opción «moderada», porque en este momento histórico no existe moderación: hay dos polos, uno de ellos es un músculo fuerte, unido, capaz de enfrentarse a ese otro polo que con los años se ha hecho fuerte.

Conclusión: cuando estemos frente a las urnas, debemos tener en claro quién es el que ladra y quién es el que muerde. En este punto de la historia, no podemos permitirnos una nueva decepción. Desde la fecha en la que publico este artículo hasta el día de las elecciones: tengo la confianza de que en nuestro país la oposición está despierta y sabe cuál es nuestra tarea histórica; comencemos por eliminar esa división entre radicalismo y moderación.

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