OPINIÓN

No existe conflicto armado

por Alberto López Núñez Alberto López Núñez

El narcoterrorismo comunista con la venia del traidor a la patria, Juan Manuel Santos, y sus compañeros de ruta los partidos Liberal, Conservador, la U y Cambio Radical, instauraron en Colombia una falacia jurídica: la existencia de un conflicto armado interno en el país.

El presidente Uribe, con su política de seguridad democrática, fue muy acertado y firme en su posición de negar el conflicto armado interno en Colombia. Su alto consejero para la paz, Luis Carlos Restrepo, definió muy claramente la situación:

“Conflicto armado interno es el término contemporáneo que se utiliza para designar una situación de guerra civil. No es ese el caso de Colombia. Aquí no podemos hablar de enfrentamiento de dos sectores de la población que dirimen sus diferencias por las armas… Carentes de apoyo popular, los grupos armados ilegales se perpetúan en Colombia por su vinculación al narcotráfico… sus “objetivos militares” son en gran parte ciudadanos desarmados, la infraestructura civil y autoridades regionales. Como en muchos países de la Europa contemporánea, llamamos terroristas a estos grupos minoritarios que intentan imponer sus ideas por medio de la violencia… De allí la premisa central que invoca este gobierno: en Colombia no existe conflicto armado interno sino una amenaza terrorista. (www.presidencia.gov.co/columnas/columnas92.htm ).

En efecto, el derecho internacional distingue entre conflicto armado internacional y conflicto armado interno, el primero es obvio. El segundo tiene algunas aristas, pero finalmente se define objetivamente por la ONU.

Así, el Protocolo II de Ginebra señala al respecto que no se le puede dar beligerancia a un grupo armado:

– Si no ha conquistado una existencia territorial propia por la posesión de una parte determinada de territorio.

– Si no reúne las características de un gobierno regular que ejerce efectivamente, sobre dicha parte de territorio, los derechos evidentes de soberanía.

– Si la lucha no la libran, en su nombre, tropas sometidas a la disciplina militar y que se ajustan a las leyes y costumbres de la guerra.

Tenemos claro pues que ni las FARC ni el ELN, conquistaron una parte definida de territorio, pues su estrategia de guerra de guerrillas, no se lo permite. Tampoco ejercieron derecho de soberanía sobre algún territorio determinado, ni mucho menos se ajustaron a las leyes y costumbres de la guerra, sus acciones han sido y siguen siendo vandálicas y terroristas.

Se define terrorismo como: “un acto o amenaza de violencia contra no combatientes con el objetivo de realizar una venganza, o una intimidación, o para influir en la opinión pública” (Stern, Jessica: The Ultimate Terrorist, Harvard UP, 2000, p 110). Está claro que es eso lo que hacen los criminales de lesa humanidad: secuestros, carros bombas, violación de menores, asesinatos de civiles no involucrados en el conflicto, narcotráfico, minería ilegal y un largo listado de acciones inhumanas y crueles.

Es por ello que hubo un consenso nacional e internacional por décadas en considerarlos terroristas, en Colombia, esto se ratificó por efecto de la política de seguridad democrática e internacionalmente por la inclusión de estas organizaciones en listados de organizaciones terroristas por parte del gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea.

Esta situación dio un giro de 180 grados, con el tratado de entrega del país a las FARC por parte del presidente criminal Santos y que inexplicablemente el presidente Duque acata al pie de la letra incumpliendo su principal promesa electoral. Se le dio beligerancia a los narcoterroristas comunistas, se les dio impunidad, elegibilidad y continuación de sus negocios ilícitos, se les financia sus actividades criminales de lesa humanidad, se cogobierna con ellos, se les regala curules en el Congreso, se permite que continúen con sus crímenes de lesa humanidad con el eufemismo de “disidencias”, se permitió que tres miembros del terrorismo comunista internacional crearan una justicia especial para darles impunidad y perseguir a sus contradictores.

Que los narcoterroristas comunistas lo son en efecto es algo obvio y no solo expresado por contradictores de estos sátrapas inhumanos. Personas de reputación académica y afines a esta bárbara ideología no pueden más que reconocer la situación, como muestra cito a  uno de los expertos en el conflicto, amigo de las FARC:

“Pero si nos referimos a sus métodos de lucha, las fronteras entre movimientos guerrilleros y grupos terroristas comienzan a perder claridad. Tanto el ELN como las FARC realizan acciones que, de acuerdo con el derecho internacional humanitario, constituyen crímenes de lesa humanidad: el secuestro, el asesinato fuera de combate, o el desplazamiento forzado de población. En pocas palabras, tanto el ELN como las FARC están lentamente evolucionando hacia organizaciones terroristas” (Pizarro León Gómez, Eduardo: Colombia ¿guerra civil, guerra contra la sociedad, guerra antiterrorista o guerra ambigua? Análisis Político, Número 46, 2002, pp 164-180).

Esto lo confiesa el autor en 2002, cuando las FARC no habían sido arrinconadas por Uribe y en consecuencia no habían comenzado su arremetida terrorista, pues ya no tenían la capacidad militar de antaño. Todo esto, repito, cambió radicalmente con el pacto de entrega del país a las FARC, aun en vigencia, instaurado por la dictadura del farcsantismo.

Esta horrible situación ha llegado al salvaje extremo de que la JEP haya dictaminado que el terrorismo es legal, que hay un grupo armado del Estado y otro de la insurgencia, o sea equipara el Estado al narcoterrorismo comunista, no les da entidad de victimas a los militares y amnistía a terroristas y secuestradores de las FARC. Dado que se ha comprobado que son terroristas y que el acuerdo es ilegal e ilegítimo, pues fue rechazado por el pueblo en plebiscito e instaurado por la dictadura farcsantista, es vital que el pueblo reaccione y resista al narcoterrorismo y la narcodictadura, Colombia no puede seguir siendo un narcoestado. Pero el pueblo no se levanta solo, requiere de un líder que lo convoque, ruego a Dios que surja rápidamente o la democracia colombiana morirá muy prontamente en manos de quienes insisten en subyugarse a la dictadura del farcsantismo.