OPINIÓN

No es la flecha, es el arquero

por Alejandra Jiménez Pomárico Alejandra Jiménez Pomárico

 

 

¡Armas!, ¡armas de guerra!, qué sería de la historia de la humanidad sin ese glorioso compendio de instrumentos de guerra que hicieron y siguen haciendo la diferencia en el desenvolvimiento humano. Conocí someramente la voluntad firme de un guerrero hábil de manos, quien con tales pericias convertía instrumentos cotidianos en poderosas armas de lucha, no para una confrontación convencional sino el majestuoso final de una batalla, la cual se vio definida indiscutiblemente por la implementación de tales instrumentos como armas.

Este individuo de apariencia febril tenía gran experiencia, sabia manejar instrumentos con un peso mayor al conveniente, usaba aquellos cuyo alcance sería más efectivo cuando se encontraba en desventaja evidente frente a su contrincante. Conocía los carruajes que imprimen velocidad a los ataques, dominaba sus impulsos en la búsqueda de encontrar aquello que garantizara su victoria aun cuando sus intereses afectivos estuviesen en compromiso total. Desentramaba las batallas de aflicción con cánticos de beligerancia y rendición, no se avergonzaba en su transparencia y no le faltaron descendientes dignos de guerra ni poco idóneos para ocupar sus lugares de eminencia.

Un hombre de gran carácter y poca rudeza pletórico en poesía y astuto en conflagración. Supo cuando hacer uso de lo sagrado para preservar vida y resolvió no contaminarse con una legítima defensa. Anduvo entre vestiduras de reyes y danzó solo con sus pieles. Hombre fiel e imperfecto en toda verdad. No hallé entre sus memorias una receta bélica, pero sí alcancé a emocionarme con la esperanza secreta de saber que su mayor arma como flecha funcionaba.

Sabiendo todo esto el pecho se silenció y por fracciones de segundos que se hacían eternos, comprendí la imagen en cámara lenta aquel dicho popular: ¡no es la flecha, es el arquero! Entonces, lo que hacía posible todo aquello no era su experiencia en guerra, ni una habilidad superior sino por el contrario, su cántico diario revelaba que sus manos debían ser adiestradas por uno mayor, ante el cual, su corazón se inclinaba.

@alelinssey20