Al menos no todavía, ya que del diálogo en México entre Maduro y su oposición, lo más destacable que surgió fue lo que le interesaba a la Casa Blanca, que Chevron pudiera volver a extraer petróleo.
Fue la culminación de varios meses de negociaciones, que incluyeron los viajes a Caracas de su gran impulsor, el asesor Sr. González, un intercambio de presos, entre ellos, los sobrinos narcos del mandatario venezolano, y concesiones a Cuba. Faltaba aparentemente el paso que se acaba de dar, la legitimación necesaria para tragar el brebaje.
¿Por qué Chevron? Porque ya estaban allí, poseen el capital, la experiencia y derechos no explotados. Fue un movimiento extraño, aparentemente casi una imposición, donde por sobre el discurso se impuso la realpolitiks de un país que tiene casi 20% de las reservas comprobadas del combustible, y que es vecino del gigantesco yacimiento en vías de explotación en la Guyana-país.
No es solo lo mencionado, pues además de devolverle a Caracas parte de la respetabilidad internacional perdida y al olvido de todo lo dicho por Estados Unidos sobre derechos humanos, podría ser el puntapié inicial para muchas otras inversiones similares, incluyendo el paso a una masiva privatización de empresas expropiadas, y que podrían -de ser ciertos los rumores- ser entregadas a la llamada boliburguesía, es decir, los capitalistas chavistas amigos del régimen, y cuyo modelo no necesariamente serían los oligarcas rusos o ucranianos, sino las privatizaciones geográficamente más cercanas, hechas por Pinochet entre sus simpatizantes, antes de abandonar el poder, y que perduran hasta el día de hoy.
¿Está preparada la oposición venezolana para un escenario semejante? No lo parece, ya que una primera lectura de lo que ocurrió en Ciudad de México muestra mayor claridad de objetivos por parte del régimen castrochavista. Desde el punto de vista de la Casa Blanca, un paso en esta dirección facilitaría la llegada de las inmensas inversiones que son necesarias para devolver a Venezuela al sitial de los productores relevantes, ya que solucionaría buena parte de los problemas planteados por las sanciones, todavía en vigencia, pues de ser sus interlocutores empresas mayoritariamente privadas y no el gobierno o Estado venezolano, existiría una fórmula para evadir esas sanciones.
¿Política ficción? No. No lo creo, porque si no es esto va a ser algo muy similar, dado que es dudoso que se corran tantos riesgos, no solo al fracaso sino también la pérdida de imagen como también de votos en una contienda electoral tan cerrada como probablemente va a ser la presidencial del próximo año en Estados Unidos.
Solo el contexto de una gran iniciativa para el petróleo le da sentido a lo que acaba de pasar. Tales concesiones a la dictadura chavista (a lo que seguramente hay que agregar la futura desaparición de la recompensa de 15 millones de dólares por la captura de Maduro) no fue para lo que se anunció, porque los riesgos superan a los beneficios. Indudablemente, todo lo hecho no fue solo para recuperar activos estatales que “se encuentran bloqueados en el sistema financiero internacional” para ser utilizados en “necesidades sociales y humanitarias tan urgentes como el sistema de salud y las escuelas”, todo bajo el control de las Naciones Unidas.
La verdad es que ni siquiera es original, toda vez que algo semejante se hizo con el embargo al petróleo iraquí bajo Saddam, después de la primera guerra del Golfo. Allí existieron los Programas de “Petróleo por alimentos” y “Petróleo por medicinas”, sin que se evitara del todo ni la corrupción ni la presencia del dictador, a través de familiares.
Igual que en Irak, se hizo mucho hincapié en que era “algo parcial” cuya “continuidad dependía del comportamiento del régimen” y que era una salida “humanitaria” para avanzar hacia una “solución pacífica y negociada de la crisis política, social y económica de Venezuela”.
¿Quién podría estar en contra de objetivos como los mencionados? Aparentemente nadie, pero lo mostrado hasta el momento denota mayor claridad en el régimen que en su oposición. El régimen ve en lo que está pasando el camino para tener inversiones y recuperar recursos embargados (“secuestrados” según Caracas) a los cuales simplemente no puede echar mano.
Por su parte, la oposición ve la oportunidad hoy única para tener elecciones “libres y justas”, entre otras cosas, elecciones que puedan ser “observables” por la comunidad internacional.
Tras la firma del acuerdo, la oposición espera que, en las próximas rondas de conversaciones, se discutan temas tan importantes como presos políticos y derechos humanos. Y la verdad es que intentos previos de negociación con el régimen, no han dado buenos resultados, ya que cada vez y en todas, Caracas las ha utilizado para desmovilizar, confundir y obtener ventajas. También para dividir y buscar algún grupo opositor que sea funcional a la colaboración.
Exactamente lo que ocurrió la última vez, pues, en estricto rigor, ahora solo se reanuda un diálogo que Maduro suspendió a simple voluntad el año pasado, donde, además, se firmó un acuerdo que simplemente no cumplió. Mas aun, lo suspendió por enojo ante la detención en Cabo Verde del testaferro Alex Saab, quien hoy enfrenta un futuro juicio en Estados Unidos, y cuya esposa fue ahora incorporada como integrante de la delegación oficial.
No solo el régimen enfrenta ahora un mejor escenario por el alivio de las sanciones que sufre, como también una y otra vez emplea en sus negociaciones con la oposición, tácticas y estrategias que más que ser parte del arsenal de la negociación política, pareciera usar métodos más bien mafiosos de delincuencia organizada, más cerca de El Padrino que de Maquiavelo.
¿Estará esta vez mejor preparada la oposición?
El tema no es solo si se firma o no un acuerdo, sino el objetivo y la claridad en torno a lo que se pretende conseguir y en lo que viene después.
Ahí vienen las dudas, si tiene los niveles necesarios de unidad y si ha discutido y tiene acuerdo sobre cómo enfrentar decisiones importantes, es decir, qué y cómo lo haría en caso de llegar al gobierno.
Y ojo, que vienen muchas decisiones que requieren la mayor cantidad posible de claridad al igual que de unidad de todos los demócratas. Al respecto, basta con mencionar tres, el petróleo, las fuerzas armadas y ese nuevo eje que están construyendo a nivel mundial, China y Rusia, como alternativas autocráticas al orden liberal. En los tres, la oposición enfrenta hoy un escenario que es más favorable al chavismo de lo que era antes.
En relación con el tema del petróleo, no es ninguna novedad, menos para los venezolanos, pero adquiere una nueva urgencia con el renovado protagonismo de la energía después de la invasión a Ucrania. Eso significa desde ya definiciones y compromisos de largo plazo. ¿Está la oposición en condiciones de hacerlo y decirlo?
No es diferente el desafío que plantea el acercarse o alejarse de las fuerzas armadas, porque el solo ingreso a un régimen democrático, y la firma de tratados internacionales de derechos humanos, conduce directamente a la imprescriptibilidad de delitos que ninguna ley nacional de amnistía podría borrar, y que seguramente fueron un elemento clave cuando los generales no cumplieron con la promesa hecha a Estados Unidos de quitarle su respaldo al régimen de Maduro el 2019.
Por último, aunque sea para molestar a Estados Unidos, Maduro tendrá apoyo de China y Rusia, a no ser que se les asegure el pago de todas las deudas y compromisos, aunque sean lesivos al interés nacional. ¿Se está en condiciones de intentar quebrar ese apoyo cuasi automático?
Estos tres son solo ejemplos de las muchas decisiones de Estado que tiene por delante una oposición que además enfrenta los problemas propios de una dictadura que se prolonga en el tiempo, tales como el desarraigo, el relevo dirigencial y la burocratización partidaria.
Además, por cierto, de un gobierno de Estados Unidos que toma la peor decisión posible para efectos de una restauración democrática. Vergonzosa para algunos.
Como conclusión, el punto es que el futuro de la democracia latinoamericana depende hoy de Venezuela. Su captura fue el origen de un fuerte retroceso que hizo aumentar el número de dictaduras en la región, y su éxito sería el de la renovación democrática para toda la América Latina.
Desafío grande para esta oposición de quien depende que el petróleo y Chevron no sean la única noticia grande que surja de Ciudad de México, pero se mantiene lo que dijera Aldous Huxley, que “los hechos no dejan de existir, aunque se les ignore”.
Artículo publicado por el Instituto Interamericano para la Democracia
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