Por el bien de la causa patriótica y para salir del militarismo chavista que devasta al país, debemos expresar, con el mayor énfasis posible, que el momento que estamos viviendo no es oportuno para el protagonismo de los partidos políticos de oposición. Las razones que respaldan esta aseveración deberían estar claras para todos los venezolanos, pero muy especialmente para los líderes y los militantes de esas organizaciones.
Es indiscutible el desgaste que han sufrido los partidos políticos de oposición en el transcurso de estos 22 años de lucha antichavista. Es el resultado de los muchos errores cometidos y de las divisiones internas ocurridas recientemente, que han permitido la ilegítima intervención del régimen para designar autoridades sustitutas en sus directivas. Sería inútil, y se perdería mucho tiempo, tratando de reparar esa anomalía en los actuales momentos. El régimen lo impediría con nuevas medidas, iguales o similares a las ya empleadas. Conviene dejar las cosas como están y centrar la lucha en la salida del régimen chavista mediante la movilización de la mayoría opositora nacional, sin identificaciones partidistas, como se hizo con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en el año 2015, dejando la resolución del problema de los partidos para cuando se restablezca la democracia en Venezuela y se restablezca la legalidad que ha sido usurpada en diversos niveles.
La creación de un frente amplio promovido por todos los partidos políticos de oposición o en su defecto por los más importantes de ellos es la única salida con posibilidades de éxito en la actualidad. Ya se debería estar trabajando con ese fin. En muy poco tiempo enfrentaremos eventos que no debemos eludir, como las elecciones de alcaldes y gobernadores y el referendo revocatorio del mandato presidencial. Para movilizar a la mayoría nacional que desea el cambio político es imperioso usar la tarjeta electoral única de oposición y escoger los candidatos por consenso. El sistema de selección por elecciones primarias, que sería el método más democrático, es muy complicado, requiere gran organización, mucho tiempo y cuantiosos recursos. De todo ello carece hoy la oposición. Además, el sistema es vulnerable y puede ser fácilmente boicoteado por el régimen mediante acciones que todos conocemos. Por tanto, no es recomendable por el momento.
El tiempo avanza. Ya estamos a mediados del segundo mes del año 2021 y no se oye nada por parte del liderazgo opositor que se asemeje a una acción similar a la que aquí se propone. Eso es preocupante, porque se trata de un asunto que no puede ser decidido y ejecutado de manera apresurada y a última hora. Nos enfrentamos a un régimen tramposo, siempre al acecho, que no pierde tiempo y está dispuesto a emplear todo tipo de recursos para bloquear y desactivar a la oposición, como lo ha hecho a lo largo de toda su oprobiosa existencia.
Es absolutamente comprensible que a los dirigentes y militantes políticos de oposición les resulte difícil digerir la propuesta de suspensión temporal de los símbolos y emblemas de sus partidos, porque los sentimientos de pertenencia y lealtad a los mismos, y el orgullo de batirse bajo sus consignas y banderas, son elementos fundamentales del esprit de corps que caracteriza a todo organismo social creado para la lucha, pero en circunstancias críticas como las actuales debe prevalecer la razón y no la pasión. El pragmatismo y la fría racionalidad deben imperar en este momento. No debemos eludir con nuevas abstenciones las batallas que están por librarse próximamente. Si las afrontamos unidos el resultado sería la culminación exitosa de la larga, sacrificada y cruenta lucha que hemos librado durante 22 largos años contra el militarismo chavista.
Terminemos este escrito con la frase que hemos venido utilizado en los artículos anteriores, emulando a Catón el Viejo con su carthago delenda est, cada vez que finalizaba un discurso en el Senado romano: esta es la última oportunidad que tienen los líderes de la oposición venezolana para reivindicar sus nombres ante la Nación y la Historia.