La famosa frase «It’s the economy, stupid» que llevó a Bill Clinton a la presidencia, puede ser usada para explicar la situación de Venezuela luego de las elecciones. Podríamos decir «No es Cuba, es Corea».
Tan solo transcurrieron 12 horas desde que el árbitro electoral de Maduro diera sus resultados falsos, para que los regímenes de Rusia y China, totalmente sincronizados, emitieran unos comunicados donde no sólo reconocían la supuesta victoria de Maduro, sino que emplazaban a la oposición a aceptar la derrota. Luego de eso, inmediatamente se vinieron en cascadas comunicados similares de Siria, Vietnam, Corea del Norte, Cuba y Nicaragua, dejando al descubierto su papel de satélites de Rusia y China.
Todo el mundo vio lo que sucedió el 28 de julio en Venezuela: fue la gesta ciudadana más memorable que se recuerde en tiempos recientes en Hispanoamérica. A pesar de todos los obstáculos y la represión, una nación entera se unió por medio del voto y expresó masivamente su deseo de vivir en libertad. Una mayoría aplastante se manifestó en las urnas y le dio la victoria a Edmundo González. A 15 días de la elección, las matemáticas siguen siendo incontrovertibles: con 24.532 actas (81,70% del total) en nuestras manos y el resultado es el siguiente: Edmundo González 7.156.462 votos (67%) y el dictador Maduro 3.241.461 votos (30%). Estamos hablando de una diferencia de 37 puntos, que además no son cifras inventadas; son las actas que ellos también tienen y por eso el Consejo Nacional Electoral se niega a publicarlas, a pesar de que todo el país y la comunidad internacional se lo pide a gritos.
Por ello, al dictador no le ha quedado otra que desatar la fuerza bruta y acelerar la transición de Venezuela hacia una Corea del Norte, una nación fuertemente subordinada a China, Rusia e Irán, con un componente de neototalitarismo salvaje. Para el momento en que escribo estas líneas, se registran 2.200 personas detenidas, 45 desaparecidas y cerca de 25 asesinadas.
Muchas personas en el mundo tomaron de forma jocosa la declaración de Maduro prohibiendo el uso de WhatsApp y Twitter, sin percatarse de que detrás lo que existe es el intento del régimen de instalar un férreo control sobre las redes sociales, por medio del miedo y la intimidación, tal cual existe en Corea del Norte. De hecho, el propio dictador reconoció frente a las cámaras de televisión que está construyendo dos cárceles para llenarlas de opositores que ejerzan el derecho a la protesta; y además, se activó una línea telefónica para que los activistas del partido de gobierno denuncien a «los opositores que participaron en la organización de las elecciones».
En este sentido, Rusia, China e Irán quieren utilizar a Venezuela como utilizan a Corea del Norte para tratar de desestabilizar a América, para tratar de crear nuevas fronteras en el corazón de América, teniendo bajo su poder el control sobre la cuarta parte de las reservas petroleras mundiales y las octavas reservas de gas del mundo. Nada más peligroso para Occidente que ese objetivo. Al mismo tiempo, hacen que Estados Unidos y Europa tengan un nuevo frente abierto en su territorio común; y, al mismo tiempo, se convierten China, Rusia e Irán en protagonistas de un eje que se despliega ya abiertamente por Occidente, estableciendo intercambios comerciales con los países de América Latina como Brasil, promoviendo acuerdos militares como los que Rusia e Irán ya establecieron con Nicaragua y Bolivia o lo que es todavía peor, casos como invitación del Ejército de México al Ejército ruso para desfilar en conjunto. Todo es parte de un mismo plan antioccidental, por eso vemos que el premio de Putin a un Maduro que se roba las elecciones es invitarlo a la reunión de los Brics, un grupo de países que están construyendo todo un ecosistema mundial contra las instituciones tradicionales del mundo libre.
Venezuela no es una isla como Cuba, tiene como Corea del Norte una enorme frontera y eso llevará a Maduro a tratar de radicalizarse más y más.
Sin embargo, Maduro está completamente destinado al fracaso. Es un ser totalmente impopular dentro de Venezuela, la base de la fuerza armada lo detesta, de hecho, Maduro perdió en los centros electorales donde vota la familia militar de Venezuela. Internacionalmente no tiene legitimidad.
Por ello, lo único que le queda es ese disfraz Kim Jong-un lleno de corrupción, crimen organizado y narcotráfico. Estoy seguro de que la fuerza del pueblo venezolano expresada en el voto y en la reserva moral que se demostró el 28 de julio harán que el régimen de Maduro se descalabre y así se abra un nuevo capítulo que, como hemos dicho muchas veces, va a representar la caída del muro de Berlín en Hispanoamérica.
¿La izquierda mundial se deslindará de Maduro?
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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