Venezuela es un país destrozado, por ejemplo, paralítico porque no hay gasolina y poquísimo transporte. Casi nada se puede esperar de un país que no camina y hablamos de mínimos vitales. Eso lo sabemos todos porque todos lo vivimos. Distintamente por cierto, los ricos a su manera y los pobres a la suya. Cosa que también se sabe, desde siempre.
Pero además es un país sin orden institucional u otro, sin comunicaciones a la altura de la hora y sin capacidad de prever y planificar. A lo mejor, no todo viene de la satrapía viviente, algo puede haber de raigal, historia, Estado mágico.
Partiendo de esas premisas desastrosas pudiese sacar una no muy trajinada conclusión política. Que las estrategias que utilicemos no contengan demasiadas variables y objetivos muy inasibles y encumbrados. No compliquemos porque estamos muy complicados ya. Los grandes desastres que, por ejemplo, dañaron tanto a Guaidó fueron porque eran como esas novelas detectivescas de trama tan intrincadas que terminan por desalentar al lector. Un solo ejemplo, el famoso golpe de Altamira -y golpe dice uno porque no encuentra sinónimos- que supuestamente involucraba los poderes locales y algunos imperiales y ¡boom!, sanseacabó, Maduro vete ya, terminó en una docena de guapos solitarios buscando cobijo. Surrealista, como diría Abrams, que por cierto era personaje de ese cuadro de Dalí.
Esto para decir que esa tal elección por la libre que planifica el compañero Guaidó a mí me está pareciendo poco apropiada y que podría terminar en un desastre, de lo cual ya tenemos bastante. El otro día oí a Guanipa, a quien admiro en especial por lo de la gobernación zuliana -porque hizo ética y no política-, que hablaba de votos online y del extranjero, además de los presenciales. Bueno, partiendo de mi ignorancia de esos predios, me atrevo a decir que me parece algo bien complicado y que supongo habrá que pensar muy cautelosamente, no jugar a los dados.
Al margen de lo negativo venezolano, que se ha demostrado estos veinte años de una protuberancia cancerosa, pienso que algunas de las variables que hacen bastante precaria la aventura tuerta de Capriles podrían repetirse en esta. Para empezar el coronavirus de cada día, de cada contagio. Se da por sentado que es un impedimento para todo, hasta para tomarse una cerveza. Luego para organizar un evento que implica algunos millones de sujetos me imagino que lo hace aparatosísimo.
Mucha gente no va a ir por razones de mera protección sanitaria. El respetado doctor Julio Castro ha dicho que epidemiológicamente no hay lugar para concentraciones, ni para un juego de fútbol. En cuanto al voto por Internet me viene a la mente que nuestra máxima casa de estudio, la UCV, no va a abrir las actividades semestrales, entre otras cosas porque gran parte de sus bachilleres no tiene el bendito instrumento para recibir sus clases. Amén de que habrá que poner en pie alguna forma de control que lo haga electoralmente verosímil, incuestionable. Sobre eso no opino.
Igualmente, la apoliticidad de muchos de nuestros conciudadanos masacrados por Maduro, que ciertamente no van a votar ni por la meseta de Capriles ni por la mesita de Bertucci y compañía, tampoco lo van a hacer por nadie, tal es su lucha por sobrevivir o su desesperanzada o iracunda apoliticidad. No digo que no haya, y muchos, abstencionistas conscientes y combativos, los hay. Pero otros no quieren saber sino cómo encontrar algunos dólares o hasta un balde de agua y punto. Comer primero, luego lo demás. Muy razonable.
Lo del extranjero supongo que salvo las clases medias que se fueron al principio buscando más “calidad de vida” y hacen su experiencia mayamera, dice Roy Chaderton que los más vulgares, o europea los más sofisticados, salvo estos que seguro votarán y hasta harán movidas concentraciones madrileñas, el resto, la gran mayoría, es gente anónima y perdida en ciudades y pueblos de América Latina que hasta la cédula debe habérseles vencido y Venezuela se ha alejado de su experiencia vital. No sé cómo se manejarán estos 4 o 5 millones de conciudadanos.
Podríamos ser más modestos y aspirar a algo más sencillo, que es una masiva y contundente abstención, un sonoro no, que reduzca a una minoría, lo más mínima posible, a los partidarios de Maduro y de las mesas vecinas. Explicarle a la gente que esas elecciones son una monstruosidad y una humillación en todos los sentidos, así como el funcionamiento de las trampas cazabobos que les han preparado. Y luego veremos. La prisa y el inmediatismo nos han hecho mucho mal en el pasado. PS: Si se decidiese lo contrario yo, claro, participaré en la consulta.
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