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No descartemos una recuperación económica china

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El fuerte rebote del crecimiento, tan esperado después de que China pusiera fin a su política de COVID cero, aún no se materializa. Esto es, a la vez, menos sorprendente y más fácil de entender de lo que muchos comentaristas parecen creer.

Se suponía que el fin de los confinamientos por la COVID-19 liberaría una poderosa ola de demanda contenida. En lugar de eso, la demanda agregada, que venía desacelerándose antes de la pandemia, volvió a su trayectoria anterior. Aunque los chinos estuvieron saliendo a comer afuera, viajando y socializando más, el gasto de consumo de los hogares creció en forma limitada; y la inversión en activos fijos no se recuperó.

Con unas pocas excepciones, como el sector de los vehículos propulsados con energías alternativas (VEA), la actividad económica siguió apagada y, debido a ello, el crecimiento fue mucho más débil de lo esperado. Aunque el crecimiento del PBI real llegó al 4,5% en el primer trimestre, se prevé que desacelerará en el segundo. La inflación básica se mantiene cerca de cero y el índice de precios al consumidor transita territorio negativo.

Pero es probable que esta situación refleje circunstancias temporales; específicamente, el nuevo gobierno que asumió a principios de este año no introdujo inmediatamente un paquete integral de políticas para impulsar la recuperación pospandemia.

Ciertamente, en el segundo semestre, el gobierno chino sí implementó algunas medidas para reducir las restricciones que enfrentan los hogares y las empresas, pero las intervenciones no avanzaron lo suficiente, especialmente en el sector de bienes raíces, que representa cerca del 40% de la inversión china en activos fijos. Las expectativas del mercado de un desplome del precio de la vivienda pesaron sobre los balances de los hogares y disuadieron a la gente de comprar una nueva casa.

Mientras tanto, los gobiernos locales enfrentan graves restricciones financieras y la posición de la deuda que devenga intereses de las plataformas de financiamiento de los gobiernos locales se deterioró bruscamente, debilitando la inversión en infraestructura. Aunque las restricciones financieras del sector corporativo son un tanto menores, la falta de confianza está afectando a la inversión privada. Si a esto se suma la caída del empleo y los salarios por la pandemia de la COVID-19, las políticas de apoyo resultan claramente necesarias.

Afortunadamente es muy probable que haya un paquete de políticas en camino para apoyar la recuperación económica. Un informe reciente de la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Reforma de China indica que incluiría intervenciones para aumentar los salarios y apoyar a los hogares con bajos ingresos, para impulsar el consumo.

También es posible que se levanten las trabas al financiamiento de los desarrolladores inmobiliarios, para revigorizar a ese sector. El Banco Popular de China parece ya inclinado a recortar aún más las tasas de los préstamos para alentar el endeudamiento, y es muy probable que el gobierno central considere la implementación de canjes parciales de la deuda de los gobiernos locales o solicite a los dos bancos institucionales chinos para la implementación de políticas económicas que ofrezcan créditos a largo plazo para impulsar la capacidad de gasto de los gobiernos locales.

Por supuesto, los responsables de las políticas chinas no pueden evitar completamente el viento en contra que enfrenta la economía. Es indudable que los cambios geopolíticos mundiales —especialmente el deterioro de la relación entre China y Estados Unidos— afectarán la recuperación económica del país en el corto plazo. Sin embargo, los efectos a mediano y largo plazo distan de ser claros. Es completamente posible que, más allá de los impactos a corto plazo, haya oportunidades a largo plazo para China, un país con una larga trayectoria de prosperidad en entornos de crisis e inestabilidad.

China ya respondió al aumento de la incertidumbre en su entorno externo ampliando y salvaguardando el acceso a los recursos estratégicos, como la energía y los minerales cruciales, ya sea fortaleciendo sus asociaciones con los países relevantes o superando su dependencia de los proveedores externos. El país ya domina el mercado de tierras raras.

Su pensamiento estratégico y resiliencia económica también se reflejan en el rápido crecimiento reciente de las exportaciones de VEA. Después del impacto de la pandemia y la crisis geopolítica que disparó la guerra de Ucrania, las automotrices chinas percibieron la oportunidad de impulsar las exportaciones de VEA a regiones como Europa, que buscaban acelerar sus transiciones verdes.

El récord del sector de los VEA chinos es evidente: China superó a Corea del Sur en exportaciones totales de automóviles en 2021, y a Alemania el año pasado. Se prevé que China exportará cuatro millones de unidades este año —de las cuales una porción significativa serán VEA—, superando a Japón para convertirse en el mayor exportador de automóviles del mundo. Simultáneamente, para aumentar la adopción local de los VEA, el gobierno extenderá la exención impositiva relacionada durante cuatro años más.

Este récord sugiere que los esfuerzos liderados por Estados Unidos para restringir la exportación de microchips a China tendrán un impacto limitado en el largo plazo. Es más probable que impulsen a China a reducir su dependencia de las cadenas de aprovisionamiento tecnológicas en las que participan Estados Unidos y sus socios, cambiando sus relaciones comerciales o a través de la innovación local.

La estructura económica descentralizada del país lo ayuda de manera considerable. Los flujos de productos tecnológicos complejos probablemente se extiendan a lo largo de docenas de ciudades y su gestión quede en manos de miles de empresas, que pueden ser estatales, privadas locales o de propiedad extranjera.

Cuando un sector comienza a crecer rápidamente en China los inversores y las empresas suelen arremolinarse a su alrededor, principalmente por las políticas de apoyo y subsidios que probablemente ofrezcan los gobiernos locales. Esto puede acelerar considerablemente el desarrollo del sector, incluso si tiene umbrales tecnológicos que requieren enormes inversiones (y grandes reservas de talento). Por ejemplo, los planes de Tesla de construir una nueva fábrica de Megapacks (baterías) en Shanghái impulsarán aún más al sector de los VEA chinos, exactamente como lo viene haciendo su «gigafábrica» desde 2019.

Por supuesto, una vez que se traspasa el umbral tecnológico, las inversiones gigantescas en otros nuevos sectores prósperos pueden crear desafíos, principalmente el exceso de formación de capital, y es posible que las empresas pioneras sean las que más sufran; pero, como lo demostró la industria fotovoltaica china, la situación de la demanda puede estabilizarse o mejorar, revigorizando al sector. En otras palabras, todavía puede haber un crecimiento económico robusto, incluso sin que aún se manifieste una bonanza en la macro.

Traducción al español por Ant-Translation

Zhang Jun, decano de la Facultad de Economía en la Universidad de Fudan, es director del Centro de Estudios Económicos de China (China Center for Economic Studies), un gabinete estratégico con sede en Shanghái.

Copyright: Project Syndicate, 2023.

www.project-syndicate.org

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