La pretendida reforma política promovida durante el gobierno de Martín Vizcarra demostró su inoperancia. No solo se convirtió en un instrumento al servicio de los llamados «vientres de alquiler» en política, sino que también alentó al transfuguismo en el actual Congreso. Hoy, se han multiplicado los grupos parlamentarios en apenas un año legislativo. El Parlamento está integrado mayoritariamente por congresistas sin trayectoria, ni militancia, ni lealtad partidaria. Incluso, el actual gobierno logró captar a integrantes de agrupaciones como Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos Perú o Somos Perú con prebendas y beneficios propios de redes forjadas en función de intereses de grupo y con el claro propósito de impedir la aprobación de cualquier moción de vacancia presidencial.
Acción Popular, forjado bajo el liderazgo de Fernando Belaunde, nunca logró definir una línea programática o ideológica. El arquitecto Belaunde en 1962 cuestionó la victoria alcanzada por Víctor Raúl Haya de la Torre, alentando el golpe del General Pérez Godoy, siendo elegido presidente un año después, con el abierto apoyo de las Fuerzas Armadas que de manera expresa habían vetado al líder y fundador del aprismo. Acción Popular siempre fue un partido que supo recoger el voto antiaprista y, en determinados momentos, lograr el apoyo de sectores de izquierda marxista, dispuestos a cerrar el paso al APRA.
En el año 2000, el gobierno de transición presidido por Valentín Paniagua demostró cómo el acciopopulismo era capaz de convocar y estrechar lazos con personalidades que procedían de la llamada sociedad civil vinculada a ONG que se fueron gestando en la década de los noventa bajo el influjo de fondos de la cooperación internacional y como parte de una corriente tecnocrática que se iba cimentando en los organismos internacionales y que se propuso tener cada vez mayor injerencia en los gobiernos nacionales. Valentín Paniagua había estado vinculado a la Democracia Cristiana, formando parte de la llamada Alianza integrada por Acción Popular y la Democracia Cristiana durante el primer gobierno de Fernando Belaunde.
El gobierno de transición, que convocó a elecciones en 2001, facilitó que las instancias del gobierno nacional dieran espacio y protagonismo a sectores políticos que impulsaron una agenda con claros propósitos al servicio de lo que luego se conocería como globalismo. En los años noventa, ante el fracaso del comunismo internacional, siendo evidente el viraje liderado por el Partido Comunista Chino, se acentúo en el plano económico la apertura de mercados y un mayor dinamismo en el comercio internacional.
La izquierda internacional, con habilidad, logró reinventarse bajo un discurso que deponía la dictadura del proletariado o la lucha de clases, para ir definiendo propuestas renovadas con iniciativas marcadas por el llamado cambio climático, la ideología de género, el derecho al aborto o los derechos de la comunidad LGTB.
En el plano latinoamericano, desde La Habana, el castrismo logró forjar el llamado socialismo del siglo XXI con diversos matices y estrategias, con el claro propósito de ir hacía la toma del poder. Tanto al globalismo alentado por lo que se conoce como la «izquierda caviar», como a los sectores políticos adscritos al Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla, les interesa doblegar políticamente a partidos políticos como el APRA, que siempre deslindaron y cuestionaron al comunismo internacional. La nefasta influencia cubana llevó al fracaso la insurgencia guerrillera de los años sesenta y ha sido cómplice de movimientos como la FARC y el Ejército de Liberación Nacional aliados del narcotráfico en Colombia.
Hoy el gobierno de Gustavo Petro se ha propuesto iniciar conversaciones con los dirigentes del ELN, para lo cual ha dejado en suspenso todas las medidas restrictivas y legales impuestas durante los últimos gobiernos democráticos. Si el gobierno del presidente Santos logró el Acuerdo de Paz con la FARC, el gobierno de Petro pretende sellar la paz en Colombia. No estoy convencido de que el ELN anhele la paz, más aún porque sus lazos con el narcotráfico internacional son notorios.
En mi concepto la tiranía cubana no puede seguir siendo un referente y más aún pretender ser un mediador en favor de la paz. Cuba siempre socavó las democracias latinoamericanas y hoy sigue reprimiendo a su pueblo.
Por otro lado, no cabe duda que la «inteligencia cubana» pretende imponer el caos y la violencia en el Perú, asesorando al gobierno agónico de Pedro Castillo. Por ello es imperativo confrontar política e ideológicamente con los partidos y movimientos promotores del globalismo internacional hegemonista, por un lado, y los sectores marxistas de extrema izquierda que pretenden imponer una tiranía en el Perú.
Artículo publicado en el medio peruano El Reporte
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