Muchos niños, niñas y adolescentes se encuentran en condición de trabajadores informales en Tocuyito, cada día son más y es posible verlos en el Mercado Mayorista y el Mercado Minorista, venden frutas, caramelos o cualquier cosa bien en la calle o en el transporte público. Expuestos no solo a la lluvia y al sol, también a múltiples riesgos como la explotación, el maltrato o el abuso. Con solo verlos se hace evidente que, pese a ser físicamente niños, mentalmente no lo son. Han sido desprovistos de la niñez, de los juegos, de las fantasías y, claro que sí, de su futuro. Esos niños sin niñez, eventualmente, crecerán y serán adultos sin estudios, sin oportunidad de encontrar trabajos estables y bien remunerados, con la precariedad y el hambre como compañeras de viaje.
La situación de estos niños es muy triste pero, al mismo tiempo, ignorada por la ciudadanía y la opinión pública. Recientemente, el Centro de Estudios para la Mujer, el Liderazgo y el Desarrollo (Cemlides) reveló los resultados de un estudio estadístico en el cual calculaban que el 58,6% de los infantes venezolanos se encuentran efectuando algún tipo trabajo pero, a la vez, paradójicamente, el 80,8% de los venezolanos no consideran ese problema importante, de hecho, ni siquiera conocen algún niño trabajador. Habría que hacer más estudios pero pareciera que, como país, decidimos mirar en otra dirección y hacernos los locos. Puede que alguien diga que eso es problema de aquellos padres irresponsables o que mientras los hijos propios no tengan esa condición los ajenos no importan pero, al final de este cuento, un niño sin niñez puede convertirse en un adulto con traumas, sufrimientos y rencores acumulados que pueda encontrar en el crimen el único camino libre entre otros muchos caminos negados. Otros dirán que falta dios, que falta oración, que solo Cristo salva y, quizá, en parte tengan razón, pero los niños sin niñez no son creación demoníaca, al menos no de aquel con cachos, cola y olor a azufre. Es una obra humana, muy humana.
Las escuelas sin maestros, sin bibliotecas, sin dotación de uniformes, sin útiles escolares, sin vaso de leche escolar, sin comedores y sin alimentos, sin transporte, sin agua en los baños, sin pupitres y dando clases solo una vez a la semana son parte del problema. Padres y madres con trabajos mal remunerados, con auténticos salarios de hambre, que obliga a muchos a migrar, es otra parte del problema. La ausencia de derechos reproductivos que convierte a las mujeres, sin acceso a educación sexual, ni preservativos y obligadas a la tortura de múltiples maternidades forzadas, es otra parte del problema. La cultura del macho criollo, ese preñador anónimo de toda mujer o niña que se atraviese para después desaparecer, también es otra parte del problema. La irresponsabilidad del Estado venezolano que prefiere celebrar conciertos y hasta gastar recursos en mandar venezolanos a la luna en naves espaciales chinas antes de hacer públicas las estadísticas de incidencia del trabajo infantil y diseñar políticas de atención a la pobreza en la niñez, esa es otra parte fundamental del problema.
Cómo vemos, es un asunto multifactorial y con consecuencias profundas para el presente y futuro del país. Sin embargo, ante la oportuna denuncia de Cemlides, ¿qué hacíamos en Tocuyito? Pues estábamos celebrando, con pomposa parada militar, en presencia del alcalde y el gobernador de Carabobo, en la plaza Bolívar, los 124 años de la Batalla de Tocuyito. No saber elegir las prioridades, eso también es parte del problema.
@rockypolitica
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