A veces la historia nos ofrece hechos que no están abiertos a la duda, uno de ellos es que en Venezuela, tras las elecciones del 28 de julio, han detenido y torturado a 69 menores de edad, de entre 14 y 17 años, que se sumaron a las protestas que sacudieron a nuestro país tras el desconocimiento que hizo el régimen de los resultados electorales.
En nuestro país hay niños presos, una verdad tan contundente como dolorosa.
La acción del régimen es de una crueldad inédita en la historia de Venezuela (solo comparable con el conflicto que sostuvo el tirano Juan Vicente Gómez con la generación de estudiantes de 1928) y nos muestra el alto precio que está dispuesto a hacernos pagar Miraflores para preservarse en el poder. Quienes nos gobiernan han decidido dar la espalda a los más elementales principios que garantizan los derechos humanos y han entregado a nuestros chamos a la maquinaria demoledora de la esperanza que es la “justicia” del régimen.
Cada uno de estos chamos está viviendo en las entrañas de un sistema judicial caracterizado por la tortura, la vejación, el hacinamiento, la mala alimentación, la falta de tratamientos médicos, el matraqueo de los funcionarios de las prisiones; todo esto mientras avanza, arrastrando los pies, un aparato judicial donde no hay garantías a la defensa, donde el debido proceso es obviado y donde las sentencias ya parecen haberse dictado desde el Palacio de Miraflores, tal como podemos ver por la parrilla de Venezolana de Televisión. Una realidad cruel que han podido mostrar los familiares de los presos políticos, las ONG abocadas a su defensa, los medios de comunicación y los organismos multilaterales que siguen comprometidos con denunciar lo que ocurre en nuestro país.
Esta forma de tortura incrustada en el sistema judicial venezolano parece ser parte de una estrategia del régimen para sembrar el terror en los venezolanos y lograr la desmovilización de los ciudadanos que han decidido el cambio pacífico y democrático en nuestro país. La legitimidad que Miraflores fue incapaz de ganar con los votos, la quiere sustituir por un miedo que nos inmovilice y nos aparte de nuestra lucha democrática.
Sin embargo, un régimen que está dispuesto a detener y torturar a un grupo de niños y burlarse del dolor de sus madres está condenado al aislamiento internacional y a su derrota política. Los venezolanos decidimos volver a la democracia y la crueldad es una vía incapaz de sostenerse en el tiempo y alejarnos de esta decisión.
En los últimos días el régimen decidió abrir el puño y un grupo de presos políticos fueron liberados, un hecho que celebramos porque cada excarcelación es un triunfo de la esperanza; sin embargo, aún quedan muchas personas injustamente detenidas, todavía estamos bajo el riesgo de sufrir nuevos hechos de violencia, la cruel puerta giratoria del sistema judicial de la revolución puede volver a girar sobre su eje para dejarnos una nueva lista de detenciones. Es por eso que debemos insistir en la denuncia de estos hechos, acompañar a los familiares de los detenidos, trabajar juntos por el cambio pacífico y democrático que decidió la mayoría de los venezolanos.
Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso.