Ninguna noche dura para siempre. Con el amanecer viene la alegría y el favor de Dios, quien está trabajando para bendecir, fortalecer y liberar a sus hijos.
La generación Z, los jóvenes que nacieron entre 1997 y 2012, es la primera vez que vota. Entre ellos estará mi hija Laura, sus primas, los actuales estudiantes de todas las universidades que tienen entre 18 y 24 años. Lo harán en contra de Maduro.
El gobierno está derrotado, hagan lo que hagan, digan lo que digan. No tenemos miedo. El país descubrió que el adversario no era Maduro, sino el miedo. El miedo de salir, votar y demostrar tu opción. Todas las amenazas del gobierno no están dando resultado; la gente votará.
El informe que ha llevado el jefe de la campaña al presidente es como esas direcciones de GPS que envían los infieles para mostrar que no tienen nada que ocultar. Pero ni el que recibe ni el que envía cree en lo que hace. Los llamados «1×10», donde un militante del gobierno se compromete a llevar a 10 personas a votar y debe enviar previamente la cédula y nombre de las personas, es un chiste a voces en los barrios y urbanizaciones; familiares y amigos colaboran con los funcionarios y se montarán en las camionetas y buses que el gobierno dispondrá para llevarlos al centro de votación, y una vez ahí votarán por la oposición. Lo dicen abiertamente.
La movilización del PSUV y su 1×10 servirá para trasladar a los militantes de la oposición que saben lo que deben hacer una vez que estén frente a la máquina de votación.
El presidente nos volvió el país una verdadera madriguera, nunca antes los venezolanos habíamos estado tan asqueados y avergonzados de lo que es la política. Y ahora le promete al país otros seis años con torturas, con asesinatos, con violación de derechos humanos. Es inadmisible.
La oposición ha descartado el discurso incendiario y rupturista y desarrolla una estética muy pacifista y unificadora. No estamos hablando de cambiar el sistema económico, no estamos hablando de pasar por la justicia a los violadores de derechos humanos, no estamos hablando de volver a la Cuarta República. No. Estamos hablando simple y puramente de que, de acuerdo con lo que la propia Constitución bolivariana establece, si gana la oposición las elecciones presidenciales, el presidente se va sin traumas como en cualquier otro lugar del mundo.
Y claro que veo una tentación del gobierno de desconocer los resultados. De decir por televisión lo que las mesas electorales no podrán convalidar.
Conozco una historia parecida, donde un gobierno intentó desconocer la elección. Su nombre: Pinochet.
Custodiadas por observadores internacionales y apoderados de la oposición, las mesas se fueron repletando en una votación histórica, con 97% de participación de los inscritos. Y a pesar de que cerraron relativamente temprano, los cómputos oficiales no llegaban.
Apenas a las 7:30 de la tarde el gobierno entregó el primer cómputo oficial: basado en menos de 0,4% de las mesas receptoras, el Sí obtenía 58%.
Era el primer intento del gobierno por intentar desconocer lo que todo el mundo sabía, que la oposición en Chile había triunfado.
El retraso de cómputos, la baja cantidad de mesas supuestamente escrutadas y la poca información que daba el gobierno parecía no condecirse con lo que se reportaba en vivo desde las mesas de votación. En terreno, era la opción No la que parecía ganar.
Fue a medianoche que el gobierno comenzó a reconocer la derrota. El primero en comentar públicamente la ventaja del No fue el exministro del Interior de Pinochet, Sergio Onofre Jarpa, fundador de Renovación Nacional, partido adherente al gobierno. «Habría, a juicio nuestro, una tendencia mayoritaria por la opción No», aseguró Jarpa en un programa de debate organizado por uno de los principales canales de la televisión chilena.
Sin embargo, no fue sino hasta la madrugada del 6 de octubre que la mayoría del país que votó por la opción No confirmó su victoria y pudo comenzar a celebrar. Aún sin cifras oficiales, por los pasillos de La Moneda apareció el general Fernando Matthei, miembro de la Junta. Consultado, el comandante de la Fuerza Aérea pronunció una frase corta pero contundente: «Me parece que realmente ganó el No. Al menos para mí, yo lo tengo bastante claro ya», dijo Matthei. El comentario fue decisivo, ya que no solo anunciaba el triunfo del No, sino que dejaba sin respaldo cualquier potencial intento de manipular los resultados, que era el principal temor de la oposición. Cuando entró Matthei a esa reunión, la oposición (sus dirigentes) estaba en el Hotel Galería viendo la televisión, y el hotel estaba lleno de todos estos observadores extranjeros. Cuando Matthei dijo lo que dijo, la ovación ahí fue espectacular. Nunca se había llevado una ovación así Matthei, que era uno de los incondicionales militares de Pinochet. Su intervención, aparentemente improvisada, no fue al azar. «Estaba preocupado (…) No podía entender por qué no se estaba dando la información cuando todo el mundo la sabía ya y pensé que esto podía traer consecuencias muy serias de pensar que nosotros no íbamos a cumplir con nuestro compromiso de reconocer una victoria, o una derrota también», señaló posteriormente Matthei en una entrevista con Televisión Nacional. Años después, Matthei reconocería que Pinochet pensó en pedir facultades especiales para desconocer los resultados. En sus memorias, el general relata cómo Pinochet les habría entregado un decreto que validaba no reconocer los resultados y lo facultaba para asumir todo el poder. El hecho habría enfurecido a los miembros de la Junta, según el testimonio de Matthei, quien asegura que rompió el acta con sus propias manos.
Es todo por hoy.