El anuncio anticipado de que Donald Trump buscará la presidencia por tercera vez marca el inicio oficial de la contienda presidencial estadounidense de 2024. La decisión de Trump de ser el primero en hacer un movimiento con miras a la Casa Blanca está pensada en gran medida para neutralizar a otros contendientes y lograr la centralidad en las ondas. Sin embargo, este enfoque podría ser contraproducente por la posibilidad de que se produzca una sensación de hartazgo respecto a Trump y se abra la puerta a otros candidatos.
Además, con los crecientes desafíos legales que enfrenta Trump a nivel federal y estatal, el exmandatario podría adquirir suficiente inmunidad legal si gana la Casa Blanca.
La firmeza con la que Trump está buscando la presidencia, y con tanta anticipación, es un rechazo total a cualquier tipo de responsabilidad por el bajo desempeño republicano en las elecciones de mitad de término. Ni siquiera que los principales medios de comunicación conservadores lo hayan abandonado hará descarrilar a Trump. Para el expresidente, un segundo mandato es el santo grial. Nada le disuadirá de conseguirlo. Sigue siendo su único objetivo y obsesión.
Un intento de simplemente emular lo que hizo en 2016 para ganar la nominación republicana —cuando Trump superó a más de una docena de candidatos— no será suficiente. Hay nuevas realidades en un campo de juego mucho más diverso.
El núcleo de la base de Trump destacará continuamente sus logros, como la ampliación de la mayoría conservadora en el Tribunal Supremo, la prosperidad económica previo al impacto de la pandemia por covid-19 y la llegada de la vacuna anticovid en un tiempo récord. Sin embargo, para otros que no están en esa base de apoyo, el legado de Trump sigue siendo el asalto al Capitolio del 6 de enero, la retórica tóxica, la polarización política y mucho más.
Ron DeSantis entra en escena
El claro vencedor de las elecciones de mitad de mandato fue el gobernador de Florida, Ron DeSantis. Al derrotar a su oponente por casi 20 puntos y hacer campaña por todo el país para otros candidatos republicanos, Desantis selló formalmente su papel como un formidable contendiente, posicionado ampliamente a nivel nacional y con un atractivo más allá de la base conservadora dominante, particularmente entre los independientes que podrían determinar el resultado de las elecciones de 2024.
El ascenso de DeSantis complica el regreso político de Trump y constituye la principal amenaza para los demócratas en 2024. Si DeSantis decide contender, se enfrentaría a un doble frente de desgaste: Trump y todo el Partido Demócrata.
DeSantis fue objeto de un aluvión de ataques personales por parte de Trump antes y después de las elecciones de medio término. Astutamente, el gobernador no mordió el anzuelo y se limitó a pedir a los medios de comunicación que “revisaran el marcador» el día de las elecciones.
El ataque frontal de Trump contra DeSantis se intensificará con el tiempo. Su estrategia de atacar sin piedad está diseñada para disuadir a otros de postularse contra él, incluidos el exvicepresidente de Trump, Mike Pence, y el exsecretario de Estado, Mike Pompeo.
Para su campaña por la reelección, DeSantis, de 44 años, demostró su destreza en la recaudación de fondos, al amasar un botín de aproximadamente 200 millones de dólares, más que Trump en el mismo periodo y la mayor cantidad para cualquier contienda por la gubernatura en la historia de Estados Unidos. Quedan 90 millones de dólares disponibles para una eventual carrera presidencial de DeSantis. Además, algunos de los donantes republicanos más ricos ya están apoyando al gobernador.
Durante los próximos meses, y hasta que la campaña de las primarias de 2024 comience en serio, DeSantis debe mantener el camino actual de evitar la confrontación directa con Trump y ser un gobernador eficaz que produzca resultados. Es decir, debe acumular logros políticos más pragmáticos que se centren en el bienestar de los ciudadanos de a pie. En sus respectivas campañas para gobernador en 2021 y 2022, Glenn Youngkin, de Virginia, y Brian Kemp, de Georgia, se ciñeron a las cuestiones reales que importaban a los votantes, evitando cualquier referencia a Trump. Como resultado, se lograron victorias.
Los mensajes de DeSantis deben girar en torno a una visión de futuro optimista. En medio de la pesadumbre de los últimos tiempos, los votantes anhelan una visión esperanzadora y positiva y no una ira arraigada en agravios del pasado, ya sean reales o percibidos.
Una vez que comiencen las primarias republicanas, la confrontación con Trump será inevitable, pero ahora es el momento para que DeSantis, y cualquier otro candidato potencial, siente las bases y consolide sus fundamentos para la sangrienta batalla que se avecina.
Si las primarias republicanas se celebraran hoy, Trump gozaría de varias ventajas como candidato principal, a pesar de que los sondeos posteriores a los comicios de mitad de término muestran que los republicanos favorecen a Desantis sobre Trump.
Una de las lecciones de las primarias republicanas de 2016 es que una campaña larga y prolongada con múltiples candidatos juega a favor de Trump, sobre todo porque controla una sólida tercera parte, si no es que más, de la base republicana, al menos por ahora, aunque esto puede variar con el tiempo.
Todavía hay muchas incógnitas en caso de que se produzca una contienda directa de uno a uno entre Trump y DeSantis. Sin embargo, con las primarias que comienzan a principios de 2024, el panorama político está cambiando rápidamente en las filas republicanas. Después de una serie de derrotas electorales críticas, hay crecientes llamamientos a un cambio generacional del liderazgo del partido y a la necesidad de “pasar página” respecto a Trump y su constante enfoque en el pasado centrado en relitigar las elecciones de 2020. Este creciente sentimiento de “pasar página” se centra más en Trump como persona y menos en las políticas del trumpismo.
En las recientes elecciones de mitad de mandato, los candidatos apoyados por Trump ganaron fácilmente en estados abrumadoramente republicanos, pero perdieron en gran medida en los competitivos estados pendulares, como Pennsylvania y Arizona, donde probablemente se decidirá la elección de 2024.
Las presidencias de John F. Kennedy en 1960 y de Bill Clinton en 1992 marcaron cambios generacionales de liderazgo. En 2024, figuras más jóvenes como Ron Desantis y Glenn Youngkin tratarán de posicionarse como representantes de una nueva generación de liderazgo estadounidense, no sólo dentro de las filas republicanas, sino más allá.
El factor Biden
Animado por unos resultados de las elecciones de mitad de mandato mejores de lo esperado, Joe Biden, de 80 años, ha anunciado casi oficialmente que se presenta a un segundo mandato. Sin embargo, la edad, la salud y los posibles contrincantes demócratas son factores que se ciernen sobre él.
Además, los sondeos previos a las elecciones, que anticipaban malos resultados para los demócratas, crearon falsas expectativas que dieron lugar a la percepción errónea de que Biden logró una victoria. Podría decirse que, en el mejor de los casos, ha logrado una cierta forma de paridad.
La realidad es que las elecciones intermedias simplemente reconfirmaron el statu quo: Estados Unidos sigue profundamente dividido y polarizado. La abrumadora mayoría de los senadores y gobernadores en ejercicio ganaron sus elecciones. Los independientes se decantaron ligeramente por los demócratas, en gran parte debido al factor Trump.
Las encuestas indican claramente que los votantes estadounidenses no quieren ni a Trump ni a Biden como opciones en 2024. Sin embargo, los demócratas preferirían claramente a Trump como candidato republicano. Lo ven como el eslabón más vulnerable y débil entre los republicanos en unas elecciones generales. Por otro lado, Biden es claramente igual de vulnerable a un joven candidato republicano como Ron DeSantis.
Por el bien de su partido, de la nación y de él mismo, Joe Biden no debería presentarse en 2024. La reciente campaña de mitad de mandato de 2022 estuvo plagada de meteduras de pata de Biden, sobre todo si se le compara con un Barack Obama más dinámico. En 2024, los republicanos serían implacables y no le perdonarán ni su edad ni su salud mental.
Para los demócratas, en 2020 Biden era una figura de transición, o mínimo común denominador, que podía mantener al partido unido y evitar un segundo mandato de Trump. Cumplieron su misión.
Sin embargo, en política todo el mundo tiene una fecha de caducidad, a la que Joe Biden se acerca pronto. Lo mejor es que se marche con una salida elegante al final de su mandato y permita que una nueva generación de líderes tome las riendas del poder en Estados Unidos en 2024.