OPINIÓN

Ni las victorias ni las derrotas son definitivas

por Omar Ávila Omar Ávila

Foto GETTY IMAGES

La reciente desclasificación de la Selección Venezolana de Fútbol en los cuartos de final de la Copa América ha dejado un sabor agridulce en el corazón de los aficionados. Sin embargo, más allá del resultado, este torneo ha demostrado el notable progreso de la Vinotinto bajo la dirección de Fernando «Bocha» Batista.

Nuestra selección, comparable solo con aquella dirigida por César Farías en 2011, ha logrado hazañas sin precedentes. Por primera vez en la historia, Venezuela superó la fase de grupos con un puntaje perfecto, demostrando carácter contra Ecuador, solidez frente a México y contundencia ante Jamaica. Aunque la tanda de penales contra Canadá puso fin a nuestro sueño, nos despedimos invictos y con la frente en alto.

Este equipo ha conseguido algo extraordinario: unir a todos los venezolanos, dentro y fuera del país, en torno a un propósito común. Durante cada uno de los cuatro partidos disputados, la nación entera vibró al unísono, compartiendo un sentimiento de orgullo y esperanza.

Destacan figuras como Rafael Romo, uno de los mejores arqueros del torneo, y Salomón Rondón, autor de lo que muchos consideramos el mejor gol de la competición. El liderazgo de Batista, un auténtico formador de talentos, se refleja en el saldo positivo del equipo: solo 2 derrotas en 15 encuentros desde que están bajo su dirección.

Aunque esta vez no se logró el objetivo final, la fe en nuestro equipo permanece intacta. Estamos convencidos de que la Vinotinto seguirá haciendo historia y que su presencia en el Mundial de 2026 es una meta alcanzable. El trabajo realizado sienta las bases para futuros éxitos, con una generación de jóvenes talentos que prometen un futuro brillante para el fútbol venezolano.

Esta experiencia en la Copa América demuestra que los venezolanos podemos unirnos en torno a proyectos comunes, independientemente de nuestras diferencias políticas. Es un ejemplo inspirador de lo que podríamos lograr si aplicáramos ese mismo espíritu de unidad y determinación a otros ámbitos cruciales como la salud, la educación y la infraestructura.

Como nación, debemos sentirnos orgullosos de nuestra selección, de su gente y de nuestra identidad como venezolanos. La Vinotinto nos ha enseñado que, con perseverancia y trabajo en equipo, podemos superar adversidades y alcanzar metas que parecían inalcanzables.

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