Llega fresca la información: se suspende la reunión de Diálogo Social, gestada por la Organización Internacional del Trabajo en Venezuela, por problemas entre el régimen de Nicolás Maduro y los funcionarios de la OIT. Tan lógico el resultado que lo advertí en febrero de este mismo año y bastante más atrás. Vamos a dilucidarlo un poco.

Partamos del hecho de que actualmente el régimen anda más crispado que nunca por la problemática laboral causada por Maduro y sus agentes. Hay huelguistas de hambre, por hambre, en el suelo de la Universidad Central de Venezuela. Hay trabajadores encadenados en la Defensoría del Pueblo. Hay también seis sindicalistas presos y condenados por su lucha por derechos vinculados al trabajo. Encima, el inicio de clases ha sido el más desafortunado de nuestra historia en todos los niveles. Por justas peticiones reivindicativas de profesores y maestros. Esto se veía venir.

Así las cosas, muy soterradamente ha venido ocurriendo un llamado Diálogo Social, propiciado por la OIT. Ordenado por la conferencia internacional de esta organización, cuando el régimen perdió la votación en Ginebra hace dos años. La organización entendió, con todos los países del mundo allí reunidos, que en Venezuela se violan flagrantemente convenios internacionales y el derecho laboral, derechos humanos laborales. Y procedió con la Comisión de Encuesta el proceso de Diálogo Social tripartito. Gobierno, empresarios y trabajadores.  Hacía más de veinte años que no ocurrían en Venezuela reuniones tripartitas para llegar a acuerdos, supuestamente.

El berrinche del entonces ministro del Trabajo Piñate, al perder la votación, auguraba estos últimos momentos. Acataban pero no cumplirían. Es preciso dar el crédito indispensable a Fedecámaras de otrora, no la de ahora, la que llevó las quejas y las hizo efectivas; junto a la federación de empresarios, las federaciones de trabajadores. Pero, uno de los principios del Diálogo Social implica que este sea efectuado de buena fe, para así poder alcanzar acuerdos aceptados y aceptables por todas las partes. En febrero decía yo en el artículo titulado «El régimen, Fedecámaras, CTV y la OIT», publicado en La Patilla, que el régimen aceptaba el diálogo, porque no le quedaba alternativa; sin embargo,  no lo llevaría de buena fe, ni habría resultados positivos, por lo tanto, para los trabajadores.

Así las cosas, debían discutir, hasta alcanzar acuerdos, salarios y condiciones laborales, libertad sindical y el caso de la expropiación de tierras de varios empresarios. No sabemos qué hizo molestar más al régimen. Nuestro amigo Elías Torres, quien preside ahora la CTV, y quien ha llevado con suma paciencia la cosa, como es debido, decidió aguantarse prudentemente hasta la declaración oficial de Maduro y su gente. Tal vez al aparecer este texto ya los voceros oficiales se hayan pronunciado. No obstante, lo importante es que el diálogo se rompió y traerá enormes repercusiones, especialmente dañinas para los trabajadores. El régimen no quiere ajustar sueldos y salarios. Eso es obvio. El régimen no quiere liberar a quienes tiene presos por luchar por derechos laborales. El régimen no quiere devolver el dinero secuestrado a cajas de ahorro, sindicatos y gremios hace más de dos años. El régimen no quiere terminar de devolver las tierras confiscadas a los ganaderos y productores. El régimen no quiere nada realmente con la OIT. Se siente autosuficiente en su avanzado totalitarismo para aplicar las medidas que considera pertinentes, aunque siga lesionando los derechos laborales de todos los trabajadores venezolanos.

Vendrá: la reunión de todos los países del mundo en Ginebra, en conferencia, el 30 de octubre y los días sucesivos. Allí debe conocerse el informe y la ruptura. Vendrá un régimen más crispado contra los trabajadores que reclaman sus derechos. Vendrá un régimen enloquecido por unas elecciones que si las hace libres sabe que pierde sin contención alguna el poder. Se auguran muy malos tiempos laborales y políticos. Ojalá Venezuela no termine expulsada de la OIT. Sería fatal el cierre de cualquier posibilidad de diálogo y de búsqueda de aplicación de los convenios internacionales que suscriben derechos humanos laborales. Debemos ir muy amolados a la reunión de la OIT en Ginebra. Sacarle los dientes definitivamente al régimen agresor en el plano internacional. Que repercuta hondo el sufrimiento de los trabajadores venezolanos. Esperemos contar con la nueva Fedecámaras para ello, a pesar de su amoldadura a Maduro. Muy grave la ruptura del Diálogo Social. La ONU entenderá con mayor fortaleza el talante totalitarista, criminal, terrorista, del régimen. La lucha laboral debe persistir ahora con más ahínco.


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