Dios y Federación fue una frase muy popular en Venezuela desde los tiempos fundacionales de la república, de obligatorio cumplimiento como antefirma de los documentos oficiales desde 1835 y como texto en el Escudo Nacional desde 1863, hasta que le quitaron a Dios en 1930. Tiempo suficiente para que quedara al menos como referencia en la mente de los venezolanos, de las virtudes de tener al Señor presente como guía de espiritualidad y a la descentralización como praxis del ejercicio del poder público, apelando al principio de subsidiariedad.
Pero viendo bien la historia nuestra y a pesar de que aún están en la Constitución, siempre el Estado venezolano ha estado lejos de Dios y lejos de la Federación, pues hoy en día es un país campeón mundial de corrupción, de violación de los derechos humanos y de centralismo autocrático.
Pero lo mismo le sucede a los partidos políticos de oposición, como lo demostraron suficientemente en diciembre del año pasado cuando en medio de una falta total de transparencia, el llamado G4, léase AD, PJ, UNT y VP, se repartieron estados y municipios desde sus más altos cogollos, faltándole el respeto a sus militantes, a sus líderes regionales y locales, al pueblo venezolano y de paso perdiendo en las elecciones, por esa causa, en varios estados y municipios. Por supuesto, el PSUV está en peores condiciones porque en su ADN no están ninguno de estos atributos.
Pero da la impresión de que tanto daño ha causado el alejamiento del cielo y de la tierra, de lo celestial y lo local, que la gente se cansó de esta ausencia de ética, pues lo dijo Bolívar: “Sin la conciencia de la religión la moral carece de base”. También está harta de las imposiciones autocráticas de las cúpulas oficiales y partidistas, tan lejanas de las verdaderas soluciones a los problemas que nos afectan a todos.
Hoy la realidad del Internet, de las redes y la innovación, se está expandiendo el conocimiento a todos los lugares. Cualquier persona en cualquier lugar, a pesar de todas las deficiencias del socialismo del siglo XXI, tiene acceso a la información, creándose una sociedad más educada extendida en el territorio, de tal manera que hace anacrónico, como nunca antes, el centralismo autocrático y la falta de transparencia.
Los movimientos de la sociedad civil se activan, y también de las bases de los partidos nacionales, que desde ahora se están organizando sobre las fortalezas de sus liderazgos locales naturales, para dar frente a las pretensiones centralistas y opacas como las estupideces impuestas en la dolorosa experiencia de diciembre de 2021.
La enorme movilización que significan las elecciones primarias no sólo está sirviendo para seleccionar la candidata o el candidato de la mayoría de los venezolanos a la presidencia de la república, sino para las activación de los liderazgos regionales y locales, que son una de las bases fundamentales que exige el país para el inicio de una gran transformación que lleve a Venezuela a un auténtico desarrollo humano integral y sostenible.
La incorporación de la sociedad civil desde todos los lugares del país, de las bases de los partidos políticos y de todos los sectores están creando la fuerza de la gran transformación, basada, por qué no, en la vieja frase que siempre ha estado en el alma nacional, pero que ahora debe manifestarse en plenitud: Dios y Federación.
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