Los ministros no daban crédito a sus ojos. Gustavo Petro, inveterado y tradicional disparador de tuits, no había hecho el gesto de escribir ni un trino en X para pronunciarse sobre lo que ocurría desde el domingo 28 del otro lado de la frontera. Ya era miércoles 31, día de Consejo de Ministros y, al fin, el hombre se decidía a referirse a la crisis en que estaba sumergida Venezuela. La sorpresa del equipo fue aún mayor cuando el mandatario en un comunicado advirtió “graves dudas” sobre el proceso venezolano… pero hasta allí.
El propio Otty Patiño –alto comisionado para la paz- calificaba su silencio de “absolutamente preocupante porque Venezuela es garante de los procesos con la Segunda Marquetalia, con el ELN y con lo que queda del EMC. Hay preocupación porque Venezuela es un país garante y en esta situación de inestabilidad, por supuesto esa dificultad se incrementa enormemente”.
Aun a esta hora -con las calles de las ciudades venezolanas sufriendo la más terrible de las masacres y con la amenaza oficial de captura ý encarcelamiento a María Corina Machado y al presidente electo Edmundo González- la postura de Bogotá sigue siendo tibia, algo que no se debería permitir el más estrecho socio de Caracas.
Haberse sumado a la posición del Brasil y de México no aporta nada bueno a la defensa de la democracia en el continente. Compartir una actitud blandengue y permisiva de los delitos cometidos por el madurismo con su intento de robo flagrante de estos comicios es una traición a los principios básicos que sustentan las libertades universales.
En las últimas horas un comunicado del gobierno colombiano ha asegurado que “la desconfianza en torno al proceso electoral venezolano puede llevar a su pueblo a una profunda polarización violenta con graves consecuencias de división permanente de una nación que ha sabido unirse muchas veces en su historia”. Petro y su gobierno ignoran de manera olímpica que la criminal represión contra manifestaciones legitimas y pacificas de la población de a pie -20 muertos hasta esta hora- ha sido la única respuesta a la demostración fehaciente de fraude que ha protagonizado el tándem Machado- González Urrutia. Las únicas actas de votación que se conocen en este momento son las resultantes de la mejor operación logística post electoral que se haya montado a escala planetaria en defensa del sagrado derecho a expresarse. Ellas están a la vista del mundo en un sitio web accesible a quien lo quiera desde 24 horas después de los comicios y son el producto de la vigilancia de esta oposición organizada encabezada por MCM.
No es en absoluto explicable que el presidente colombiano no mire de frente que la violencia que se está produciendo proviene únicamente del inquilino de Miraflores que es quien cuenta con las armas y con la inescrupulosidad de acudir a la activa complicidad cubana para perpetrar su despiadada represión.
El vecino país tenía que haber asumido la postura más cuestionadora de todas en torno a un proceso electoral que ha sido una perfecta burla de la voluntad popular y por ello la ambigüedad no cabe en este momento, ni las medias tintas tampoco. Son muchos los que en el país colombiano han reclamado a su gobierno mayor contundencia en un tema que ya ha sido entendido en buena parte del mundo libre. Solo hay que ver la lista de naciones que están dando soporte al dictador venezolano para poder determinar sin equivocarse de cual lado de la ecuación debe colocarse la patria neogranadina.
Con un proceso electoral a la vuelta de dos años la posición del mandatario colombiano tenía haber sido la más transparente y terminante de todas. Así se lo cantó a su país el rector de la universidad EIA, José Manuel Restrepo, cuando en un artículo suyo en El Colombiano esta semana advirtió: “En Colombia, pilas con que nos la apliquen en 2026”.