OPINIÓN

Neurociencia política

por Román Duque Corredor Román Duque Corredor

En estos tiempos el estudio de las motivaciones de cómo, por qué y por quién votan los electores abre espacios a una disciplina dentro de la neurología, la neurociencia política o neuropolítica, que pretende explicar las bases neurobiológicas del comportamiento político. Vale decir, si las decisiones electorales las impulsa el cerebro, o los sentidos o las sensaciones.

Una reciente obra, El presidente. Manual para electores y elegidos. El príncipe en tiempo de las urnas  de Carlos Alberto Montaner (Editorial Debate, octubre 2017), es un ejemplo de esta nueva especialidad neurológica. De este libro tomo algunas notas para nuestro acontecer político en el que se nos motiva a votar (pp 65/70), para lo cual como razón para ello se nos argumenta que si votáramos por un candidato opositor derrotaríamos a Maduro a pesar de las faltas de garantías de libertad, igualdad e imparcialidad de los procesos electorales democráticos. Incluso, se argumenta que según las encuestas si 80% está contra Maduro, si vota 54%, este perdería las elecciones.

Según las tesis racionalistas el voto es expresión de la racionalidad. Es decir, que los electores deciden según las características, virtudes y promesas entre los candidatos.   Pero cierto es que según la sociología moderna (David Hume), los seres humanos se mueven esencialmente por medio de emociones y pasiones, que no coinciden siempre con la racionalidad. Un premio Nobel, Amartya Sen (Los tontos racionales: una crítica de los fundamentos conductistas de la teoría económica), considera que no es la racionalidad electoral la que motiva votar, sino las emociones o pasiones. ¿Es la tesis racional la que mueve a votar para derrotar a Maduro, o la emocional de que no hay garantías para derrotarlo?

Las experiencias prácticas, como lo refleja Informe Confidencial, de Santiago Nieto, que pregunta ¿los electores votan por líderes?, reflejan algunas conclusiones: muy pocos electores votan por razones ideológicas; hoy los partidos políticos no significan gran cosa; los programas de gobierno y los debates no deciden y ni siquiera inclinan las preferencias de los electores; los medios de comunicación tienen un efecto muy limitado sobre los electores; el dinero, como lo astros, inclinan, pero no decide; ayuda en las campañas, pero no es lo decisivo; las manifestaciones multitudinarias, las vallas o los carteles, no son determinantes. Entonces, ¿cuáles son las motivaciones de los electores?

Según la neuropolítica, el elector vota con tres vísceras y ninguna es el cerebro. Se vota con el corazón, el hígado y el estómago y de la mezcla de los tres surge la figura ganadora.

El elector vota con el corazón cuando se enamora o le cae bien el candidato, en lo que influye en parte la credibilidad. El elector vota con el hígado cuando sufraga contra alguien o contra algo, porque le cae mal el candidato, lo domina el resentimiento social, racial o de género o si se siente víctima de una injusticia que representa el candidato.

El elector vota con el estómago porque los electores esperan que el gobierno les solucione sus problemas materiales o hasta sus diversiones. Yo agregaría que el elector también vota con los ojos: por el candidato que ve con fuerza capaz para mantener su triunfo y por quien ve bien acompañado y por quien vea que a su alrededor se congrega la mayoría de los que sienten como él. Y por el candidato cuya candidatura es genuina y no circunstancial.

Ante esta realidad que nos da la neuropolítica, en verdad que el solo argumento de que si votamos todos por un solo candidato ganamos no es motivación suficiente para que el elector acuda a votar contra Maduro. Es necesario que ese argumento racional se convierta en motivación visceral y visual, y además de fortaleza y de buen acompañamiento, para ganar y gobernar. Y, en nuestro caso, no cabe duda de que las garantías electorales son  un motivo visceral, del corazón, para votar y para no votar, hasta el punto de que incluso el gobierno se esfuerza por hacer creer que estas garantías existen.

Pienso que si no se juntan estas motivaciones, por encima de encuestas que solo reflejan un momento, mas no una decisión, la razón numérica de que si todos votamos por un candidato que no motive no será ciertamente una motivación electoral, en lo que influye la credibilidad.