«El futuro es el producto de las acciones presentes»
(Mario Cuccinella. Arcipelago Italia}
- Ciudad inerme
Luego de estos largos meses de pandemia la mayoría de las metrópolis del mundo, enfrentadas a lo que se ha dado en llamar la Nueva Realidad, se han visto enfrentadas a reevaluar su manera de funcionar. Algunas ciudades han llegado a cuestionarse incluso su existencia misma, creyendo en una posible desaparición de las ciudades versus un éxodo masivo de su población hacia el campo o hacia ciudades menores dispersas por el territorio. Otras ciudades más optimistas han enfrentado esta crisis monumental de una manera más responsable y creativa, replanteándose la forma como están organizadas, repensando los protocolos sanitarios, el uso de los espacios públicos, los servicios sanitarios, las redes, la distribución de los usos en la ciudad y toda la manera como venían funcionando hasta el momento en que empezó la epidemia, de manera profesional, proactiva, serena y creativa.
Finalmente, por el contrario, otras metrópolis -las menos organizadas-, se han quedado prácticamente inertes en la crisis. Se han dejado estar, apabulladas por el peso de las dificultades y por el llamado urgente de la emergencia. Esas ciudades se han quedado impávidas, a expensas del discurrir de los acontecimientos, acontecimientos que les pasan por encima, a la espera de que todos los problemas se resuelvan solos, o pensando que pueden esperar. En esta última categoría está Caracas y el resto de las ciudades de Venezuela. Esa Caracas resiliente que debería haber surgido a flote durante este tiempo pandémico, salvo en muy contadas -y loables- oportunidades, no se ha visto reflejada a sí misma en la opinión y acción de sus habitantes y de sus autoridades. Insuficientes discusiones sobre la ciudad pandémica y pospandémica han tenido lugar, y mucho menos, medidas de largo aliento que transformen la ciudad para responder a la emergencia sanitaria.
Las acciones dejadas en manos de una activación y de una contracción, las medidas de confinamiento semana a semana emanadas desde el poder hacia los ciudadanos, llevando en si mismas pocas instrucciones para la transformación de la ciudad y de sus espacios a fin de subsanar y proteger de la salud de todos los habitantes, es una respuesta ínfima frente a lo que la complejidad de una metrópolis requiere en estas circunstancias. La reflexión urbana en pocas oportunidades ha sido el resultado de la información emanada de las mejores mentes de las grandes ciudades del mundo, quienes han venido dando lo mejor de sí para convertir, transformar a las ciudades en unos espacios que acojan y que protejan a sus poblaciones.
Al contrario, pareciera que Caracas se mantiene inerme y las medidas son solamente individuales, dejadas de la mano de cada uno de los ciudadanos en su protección, necesaria y personal, claro que sí, pero individual, al fin y al cabo. Eso lo vemos en las dificultades de las medidas para el transporte público, del cierre de los espacios públicos abiertos durante los periodos de confinamiento y de la falta de reflexión en general sobre como se manejan los sitios de uso colectivo para controlar la manera como los habitantes pueden seguir usando la ciudad en una u otra condición: durante el confinamiento y durante los días de flexibilización.
Por otra parte, no existe ninguna protección que avizore que va a ocurrir con nuestras aceras, con nuestras vías, con nuestros espacios públicos, con nuestros parques. Que significa en términos de la respuesta al virus y de las estadísticas, que deberían haber sido ya recabadas en las diferentes alcaldías del país y puestas en línea para que los ciudadanos las conociéramos; las condiciones de las unidades de terapia intensiva, de las UCI y también de los cementerios. Como esta el impacto y el uso de cada uno de estos sitios, que significa eso en términos de la capacidad de los espacios de respuesta a la enfermedad, y de la necesidad de crear nuevos sitios de atención. Aparte de lo que vimos en el acondicionamientos de algunos espacios de gran escala como el Poliedro y la toma de algunos lugares de escala menor para lo mismo en diferentes lugares de la ciudad, todos sentimos que hay una especie de opacidad estadística y grafica en la cual no sabemos exactamente en un plano de la capital (y de ninguno de los centros poblados del país), que está ocurriendo exactamente parroquia por parroquia, municipio por municipio con referencia a la capacidad real de enfrentar en nuestra ciudad a una epidemia como la que tenemos y por otra parte la creación de nuevos lugares que sofoquen las necesidades en los sitios más afectados.
2, Arquitectura sanitaria
Históricamente, la transformación de la ciudad luego de cada una de las grandes epidemias y de las emergencias sanitarias que ha vivido la humanidad en los últimos siglos es una consecuencia directa de las crisis. Eso lo hemos leído infinitas veces durante estos meses en múltiples trabajos publicados en todos los medios de comunicación del mundo que discuten sobre la historia de la arquitectura y del urbanismo. El cambio se vio impulsado por las grandes dificultades medicas: ellas han forzado las transformaciones de la arquitectura y la toma de medidas urbanísticas en la historia. La creación de los grandes sistemas de parques públicos, de los nuevos espacios urbanos, la transformación de la misma arquitectura en arquitectura mas abierta, mas ventilada, más higiénica, para proteger de las bacterias y de las enfermedades, todo ello en el pasado reciente tuvo su respuesta en Venezuela en esos sistemas hospitalarios y educacionales que hoy en día siguen siendo lo mejor de nuestra infraestructura de la salud patrimonial moderna. La modernidad en Venezuela fue un ejemplo en la región, en aquellos tiempos y en aquellas circunstancias de lo que era posible hacer para para mejorar la salud.
Hoy en día vemos que se trata más bien de exprimir lo que ya existe para sacarle el mayor rendimiento, y no existe ningún pensamiento, ni al menos un ejercicio intelectual, hacia lo que significan las demandas sanitarias de la población actual, la cantidad de personas enfermas, los potenciales de contagio y el tema de la ciudad por ninguna parte.
Entonces, esa ciudad inerme, esa ciudad que no reacciona, que no se transforma a pesar del golpe enorme de la pandemia es una ciudad inmóvil, fracasada frente a la crisis. Y nosotros, los que pensamos la ciudad, debemos concientizar que nos toca producir esa evaluación urgente. Saber hasta donde llega, hasta donde da nuestra infraestructura de la salud (toda prácticamente patrimonial): cual debe ser el nuevo uso racional, que deben tener nuestros espacios públicos o como deben transformarse: cuantos nuevos espacios públicos tiene que tener la ciudad para poder darle respuesta al gran problema psicológico de una población que ya ha permanecido confinada por demasiados meses, con niños, ancianos y discapacitados con necesidad urgente de darle alivio a su ansiedad, hasta que lleguemos al esperado momento en que se consiga la anisada inmunidad de rebaño que todo el mundo espera.
La ciudad nueva, la Neo Caracas, debe ser una ciudad que dé respuesta efectiva a la emergencia. Lo único que hemos visto es como la pandemia, en vez de fortalecer la ley, la ha debilitado, especialmente en el área patrimonial, donde las demoliciones y las desfiguraciones a nuestra herencia arquitectónica están a la orden del día, como nunca. Y si no se está haciendo nada en la práctica, debe hacer que ocurra al menos en el campo académico. Venezuela funciona a través de sus metrópolis y de sus grandes poblaciones. Debemos proponer planes, ideas que propongan al menos la imagen idealizada de lo que debería ser esa Neo Caracas pandémica y pospandémica, donde la resiliencia ambiental, urbana y sanitaria se logren a través de proyectos concretos y tengan una respuesta.
¿Cuál es esa respuesta? ¿Cuáles son los espacios que deben surgir? ¿Qué significa tener una población que debe enfrentar el transporte peatonalmente mayormente? ¿Cuáles son las consecuencias del hacinamiento en el transporte? ¿Como se debe transformar el metro de Caracas? ¿Que debe pasar con cada parroquia y el porcentaje de espacios públicos que cada una de ellas debe tener para responder a las necesidades reales de la población ya no normalmente, sino en los cruciales tiempos de pandemia, pandemias presentes y pandemias futuras? Cuantas otras cosas tenemos que cambiar en términos arquitectónicos para hacer que nuestra arquitectura sea como fue a principios del siglo veinte, una arquitectura higiénica, una arquitectura que permita el aireamiento, el encuentro a pesar del distanciamiento social necesario, para que no se detengan ni la educación, ni la actividad, ni el comercio y por supuesto para que no se pare nunca la economía cuando aparezca una emergencia de este tipo otra vez. Hagamos memoria urbana: como aquella bellísima Escuela Francisco Pimentel que construyera Carlos Raúl Villanueva en 1939 en la esquina de Mamey.
La ciudad tiene que ser la máquina perfecta y magnifica que nos cuide, que nos sane y que nos permita funcionar siempre.
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