Las negociaciones en México parecen ya agotadas, mientras algunos colaboracionistas no tan improvisados se acercan al dictador para tenderle la mano a fin de alcanzar algún acuerdo de convivencia, mientras los presos políticos siguen llenando los sótanos del horror, mientras algunos piden amnistía o perdón para los autores de estos crímenes y mientras seguimos creyendo en una elección justa en la que participemos todos, sin exclusión, los que están adentro y los que estamos afuera.
Lo cierto es que ninguno de los grupos que dicen tener en las manos la paz y la tranquilidad de los venezolanos, ninguno de esos grupos o personas que hacen propuestas para “salvar” al país de la tragedia económica y social en que vivimos parecen tener la representatividad de los venezolanos, que lamentablemente tenemos dudas fundadas en esos esfuerzos, algunos porque sabemos que forman parte del timo, pese a la buena fe y algunas cualidades de sus actores; otros porque solo buscan un acomodo para sobrevivir e incorporarse al sistema establecido y beneficiarse él y los suyos de las migajas que deja caer el régimen para poder ir a conciertos y a los bodegones de la falsa ilusión.
Los venezolanos queremos, en primer lugar, y es eso lo que deben tener en cuenta quienes pretenden representar a los venezolanos en cualquiera de esos “esfuerzos”, que lo prioritario es la libertad de los presos políticos, el respeto de nuestros derechos, el cese de la persecución y de la discriminación, dejarnos hablar y pensar, ejercer nuestro derecho a la protesta y participar en la vida del país sin temor y con dignidad.
Es indispensable que logremos una elección justa y ello requiere que se reorganice el Poder Electoral, se actualice el registro, que se adopten todas las medidas para que todos los venezolanos votemos dentro y en el exterior, sin miedo ni presiones. No se trata de una oferta, de un regalo, es nuestro derecho que no tendríamos que negociar. Un derecho que tenemos sin que sea necesaria una contrapartida.
Algunos hablan de amnistía, de perdón, de olvidemos todo lo que ha pasado. El presidente colombiano Petro lo ha planteado irresponsablemente como si eso fuera posible y conveniente a un proceso político de transición, ignorando su propia realidad que lamentablemente no terminan de superar.
Nadie niega la necesidad de esfuerzos para salir adelante, para salir de la crisis, para reconciliarnos, pero no podemos sacrificar la justicia que sin duda va de la mano de la paz. Tendremos que encontrarnos, es cierto, pero para que ese encuentro sea estable y duradero debemos ver la verdad, saber qué pasó, por qué ocurrió lo que sigue ocurriendo y quiénes lo hicieron, a quiénes habrá que aplicarle la justicia y no simplemente un olvidemos y sigamos.
No es el momento de improvisados y colaboracionistas, tampoco de seguir aceptando engaños y una manipulación perversa. Es el momento de la unidad y la sinceridad alrededor de los principios y valores que garanticen el retorno a la democracia y al respeto de todos nuestros derechos y no de falsos abrazos y simples acercamientos propios de la cohabitación.