Al parecer, se están llevando a cabo conversaciones en París y en otras partes entre el régimen, representado por Jorge Rodríguez; y, un sector de la oposición, representado por Gerardo Blyde, un proceso al que se han sumado como facilitadores, los presidentes de Argentina y de Colombia, Fernández y Petro, próximos al madurismo y, el presidente francés Macron, quien hasta hace poco reconocía al gobierno interino de Juan Guaidó.
Independientemente de la representatividad que pueda tener la “delegación” que se sienta en la mesa en nombre de la “oposición”, cuestionada por muchos, por su origen y composición y sobre lo cual no hago comentario alguno por ahora, tratar de encontrar soluciones a una crisis mediante conversaciones y negociaciones puede ser útil, si ellas se llevan a cabo de buena fe y con una agenda clara que responda a los intereses y preocupaciones de todos los venezolanos. Las conclusiones y decisiones que se adopten al final pueden contribuir con la solución de la tragedia que vivimos hoy que se traduce, como sabemos, en una crisis humanitaria compleja que no solo nos afecta a nosotros, sino al mundo y principalmente a la región que está recibiendo hoy más de 4 millones de personas que han debido huir y dejar sus hogares, para convertirse en solicitantes de asilo y en refugiados.
Son varios los temas que estarían en la “agenda” de estas conversaciones/negociaciones. El primero de ellos, el relativo a las elecciones libres y justas en relación con las cuales debe decidirse en forma clara y transparente: la fecha y la asistencia y participación activa de representantes de gobiernos de distintas tendencias y de organismos internacionales como observadores y vigilantes del proceso que puedan verificar los resultados y garantizar la legalidad del proceso. Igualmente, la participación de todos los venezolanos, incluidos quienes estamos en el exterior, para lo que debe actualizarse con urgencia y bajo supervisión internacional el registro electoral y tomarse todas las medidas necesarias para que todos podamos tener acceso y votar libremente en donde quiera que estemos.
También se habla del levantamiento de las sanciones, pero ese es un tema que no debe estar en la agenda de la “negociación”. Las sanciones, legales y legítimas para hacer frente a las violaciones masivas de los derechos humanos, no son ni pueden ser parte de una negociación siendo más bien el producto de esta. Si se logran los acuerdos sobre las elecciones libres, justas y supervisadas internacionalmente con objetividad e imparcialidad, junto a la liberación inmediata de todos los presos políticos, se podría hablar del levantamiento de las sanciones y de la canalización de la ayuda humanitaria que con tanta urgencia requiere el país, pero nunca antes.
También se habla de amnistías, un tema que tiene sus límites políticos y jurídicos. Todos esperamos que se produzca la liberación de todos los presos políticos que han sido víctima de torturas, de tratos inhumanos, algunos ejecutados y otros desaparecidos, todos vejados, humillados y víctimas de crímenes de lesa humanidad pues esos actos han sido ejecutados con la intención de producir un daño a una parte de la población, es decir, a la oposición y la disidencia, a quienes atacan en forma sistemática, como parte de una política de Estado, como lo han podido constatar las distintas organizaciones internacionales y no gubernamentales que han seguido y siguen la tragedia venezolana.
Por estos crímenes, que no solo interesan a los venezolanos sino a la comunidad internacional por su propia naturaleza, tendrá que haber rendición de cuentas que satisfaga a todos, principalmente a las víctimas, y los autores tendrán que ser investigados y procesados y los responsables castigados, cualquiera que sea su posición oficial, dentro o fuera del aparato gubernamental. Las amnistías, los perdones y cualquier acto que permita a los autores de estos crímenes evadir la justicia y vivir en impunidad, son simplemente inaceptables por el Derecho Internacional, como lo han expresado algunos tribunales nacionales extranjeros y las distintas cortes internacionales.
Todo acercamiento y búsqueda de soluciones a la crisis y su superación racional y justa son aceptables si se conducen en forma transparente, de buena fe y con la única y sola intención de salir de la crisis y entrar en una etapa de transición en donde la paz y la justicia tengan cabida, para alcanzar lo más importante, la reconciliación nacional y el camino hacia el progreso en paz, en el que quepamos todos, sin discriminación de ningún tipo.