OPINIÓN

¿Negociaciones o capitulación?

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

La negociación es una actividad propia del ser humano. Herramienta para solucionar conflictos. Afrontarla con estrategia y táctica es primordial para no incurrir en errores. Un final es ganar, lograr el objetivo propuesto y despojar la usurpación. Otro, perder, rendirse, claudicar, dejarse enredar y consentir lo que solicite el adversario. Por último, no llegar a nada.

Reconvenir, ajustar, lidiar como estrategia, ejercer el cansancio, conseguir cada sesión concluya en el limbo con la mínima esperanza, en el próximo encuentro algo se logrará. Puede hablarse para no encontrar acuerdo; como los comunistas de Ho Chi Minh; o los representantes del marxismo norcoreano que sin ganadores concluyeron empatados en un armisticio, ensanchando la arruga del Paralelo 38.

Se puede razonar entre políticos que son o no delincuentes, y llegar a un acuerdo con bandidos. Lo importante es que malhechores deseosos de negociar entiendan que tienen a un político serio, honesto, decente formal y juicioso enfrente; y el político honorable, garante, sensato, responsable que pretenda negociar, este consiente que lo hace con un bandolero. O cuando negocien sinvergüenzas -de ilegalidades, drogas, extorsiones, secuestro y áreas de influencia-; o si negocian políticos, corruptos, forajidos ellos mismos; siempre lo harán con sus conveniencias e intereses envueltos en mutuas concesiones políticas, económicas y sociales.

El arte de negociar se basa, fundamentalmente, en qué me das a cambio de lo que te doy. La habilidad del negociador está en detectar lo que de verdad interesa de lo suyo al otro. Sabiendo sopesar la balanza. Nadie da nada por nada, todo diálogo es una transacción.

La ignominia castrista y entusiasta colaboración de gestores de la continuidad, logran anular la ilegitimidad. La actitud estulta, traidora, prepotente y ególatra de personeros que hicieron caso omiso a la usurpación, sin importar las condiciones impuestas, decidieron compinches postularse, creyendo pendejamente que al hacerlo iban a abrir espacio para la democratización, sin pensar que los afianzan en el poder y su intención manifiesta de permanecer para siempre.

El oficialismo pide en adelanto el oro y el moro para sentarse a negociar. Amedrenta para disimular que, en realidad, no desea le quiten nada. Sabe que los dialogantes contrarios lo consideran ilegítimo, tramposo, sablista. Y no se esfuerza en disimularlo. Tiene el control del territorio, las instituciones y los militares, poco confiables, corrompidos y desconcertados, intuyen son objeto de transacción pero también aceite hirviente capaz de quemar a descuidados e inadvertidos.

El absolutismo tiránico, quiere negociar para mantenerse en el poder y lo primero que hace es imponerlo, también busca quitarse riesgos, no importa lo que consiga, hay más poderosos que instruyen a sus adversarios locales, sin estar dispuestos a pelear no importa el poderío bélico que posee. El castrismo lo sabe, los opositores también por eso, poco tienen que ofrecer, sólo lejanías peligrosas. Por ahora, el huésped de Cabo Verde, es importante no sólo por lo que conoce y pueda decir, sino como ejemplo que desde el norte pueden confinar y encarcelar.

Manifestar se va a negociar o no, es en sí mismo un elemento de negociación. Lo que ambas partes tienen escaso es el tiempo, y para quien tiene control, armas y dinero estirarlo es ganancia. Dice: estoy dispuesto a negociar, anuncia dramatizando exigencias difíciles de aceptar, esta de hecho negociando, poniendo la barrera alta, difícil de saltar, y alargando el tiempo. Entretanto, los que apoyan a la oposición, se impacientan, peor, se aburren, tienen sus propios problemas.

Algunos se doblaron para no partirse, se rindieron, capitularon, reconocieron su derrota y desisten de seguir confrontando para cohabitar. Les importo poco las muertes y sacrifico, quebrantamiento de los derechos humanos, abandonaron sin remordimiento la democracia, la libertad y desecharon los principios éticos y morales. Utilizan sin rubor ni pudor el populismo y la banalización, un voto fraudulento, estéril para el cambio, pero conveniente y útil para legitimar delitos.

El país está deteriorado impunemente y el temor del pranato al no encontrar salida que permita disfrutar riquezas robadas. El régimen es astuto, juega con la impaciencia de los aspirantes a la limosna burocrática, utiliza la fuerza para acosarlos y golpear su paciencia. Pero les inquieta no lograr la impunidad protectora, condición que no depende de los comisionados locales sino de las leyes de otros.

El oficialismo puede “cantar victoria”, y convocar al diálogo para la elección presidencial, no importa cuán desfavorables las condiciones, solicitudes de reglas siempre habrá. Claudicarán gustosos para cohabitar, garantizar impunidad corrupta entre ambos bandos. El diálogo con las mismas caras será un fracaso, una estafa y quienes aspiren a un revocatorio, quedarán como idiotas.

@ArmandoMartini