El poder usurpado se impone sobre el curso de la realidad y proclama un fraude monumental. Asistimos al drama sin fin de la pesadilla chavista. La verdad será el factor de quiebre del ecosistema criminal que acabó con Venezuela. La posverdad no puede ser impuesta con la pura fuerza bruta, necesita líneas de coherencia con la realidad y esta aberración contra la soberanía popular no llena los mínimos estándares.
La usurpación no tiene vida, popularmente hablando. Se robó las elecciones de 2018, aún corriendo solo, habiendo al efecto inhabilitado candidatos y partidos oponentes, se vio en la necesidad de robarse y sumarse, de la nada, 2 millones de votos, lo cual fue denunciado, desde el exterior, por la compañía de elecciones que le montó el vulnerable sistema electoral electrónico.
Hoy día perpetra el segundo fraude, pretendiendo 6 años adicionales en el poder. Sin pudor ni normas morales de actuación minimizó, a su manera, el costo social del regreso de la democracia, y piensa que le resulta mas barato permanecer en el poder, a punta de represión, tortura y exilio. Suma otro daño antropológico con los soplones. Se lanzaron al juego suma cero y su destino inexorable es perderlo todo.
La política, es sabido, se ejerce desde las instituciones, pero eso no aplica a ellos que son burdos delincuentes.
Nota aparte merecen los venezolanos que ejerciendo el pensamiento crítico de que dictadura no sale con elecciones, se han visto acosados con toda clase de improperios.
Defiendo a ultranza el pensamiento propio, aún en contra de mis sentidas tesis. He sostenido esa posición, pero conscientemente me sumé a la estrategia de la líder María Corina Machado, y constato que han surgido situaciones nuevas y tenemos cursos de acción para desterrar a la tiranía. Los cerros bajaron y arriesgaron la vida, a contrapelo de la pirámide Maslow. Hoy día el índice de malestar social es 400 veces mayor que el predominante en 1989, cuando el Caracazo, según el reputado Cendes.
El esperpéntico TSJ es el mismo que negó la realidad de las primarias. Ellos no son jueces sino disfraces togados. Con esta monstruosidad la usurpación al cuadrado perdió toda legitimidad. Se perpetra un burdo golpe de Estado contra la Constitución y el sentido común. Sobre los jueces probos descansa la legitimidad del sistema democrático, cuando se ponen al servicio de la dictadura y de espaldas al país, lejos de generar legitimidad la pierde. El bulo judicial no sirve a la verdad ni a la justicia.
La voz de pueblo, soberanamente expresada, es la cosa juzgada. El país va a cambiar y recordará la infamia contra la voluntad popular. Venezuela es una herida abierta de América Latina que estamos dispuestos a sanar.
¡Libertad para Javier Tarazona, los policías metropolitanos, los comandos de Vente, Rocío San Miguel, Dignora Hernández, Henry Alviarez, Carlos Julio Rojas y los hermanos Guevara! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!