Por Dardo Justino Rodríguez/Latinoamérica21
Bukele es de esas personas que despiertan pasiones. O se lo ama o se lo odia. No es común que alguien se muestre indiferente ante su figura. Hasta la fecha, es el presidente más popular de la historia democrática del país. Ni sus numerosos yerros como presidente, ni su notoria vocación autoritaria han hecho mella en su popularidad. Y aunque si bien es cierto que ya no concita tanta adhesión como al inicio de su administración, esa baja no es significativa.
Las cualidades del joven presidente
Nayib Armando Bukele Ortez, nacido en el año 1981, se constituyó en una estrella que, aparentemente, todo lo podía para sacar adelante el país. Una muy bien orquestada campaña electoral, más una presencia perfectamente estudiada en las redes sociales le dieron en las elecciones del 3 de febrero de 2019 lo que él y su entorno anhelaban: la presidencia de la república. Ello sin que el electorado reparara en las varias denuncias en su contra como alcalde de Nuevo Cuscatlán y San Salvador por corrupción, nepotismo, misoginia y abuso de autoridad.
El presidente salvadoreño llegó al poder en un contexto marcado por la inoperancia y la corrupción de los gobiernos anteriores de la Alianza Republicana Nacional (Arena) y del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Estos gobiernos minaron las esperanzas de una población que, cansada, cedió ante los cantos de sirena de un joven, pero no inexperto, empresario y político que venía de ser alcalde en Nuevo Cuscatlán y en la capital, San Salvador.
El presidente, que con su llegada al poder rompió la hegemonía bipartidista que imperaba desde el fin de la guerra civil en 1992, ha gobernado al ritmo de las redes sociales, pero va advirtiendo que las mismas no son suficientes. Tanto él como su hermano Karim, prácticamente su mano derecha, son hábiles para la comunicación. Nayib lo es por su carisma y su capacidad histriónica, en tanto Karim lo es por su inteligencia y sagacidad a la hora de idear una campaña.
“En este largo año y medio de presidencia, Bukele ha demostrado con creces que su vocación no es el diálogo, sino el enfrentamiento, la calumnia, la mentira y la persecución”. Así lo describe un excompañero de ruta del actual mandatario, de cuando este era una de las figuras en ascenso del FMLN. Esta fuente, por razones de seguridad, ha solicitado el anonimato.
“Sus ‘aprietes’ a la Asamblea Nacional, así como la invasión de su sede junto a militares y policías, pueden considerarse violaciones de la independencia de poderes que marca la Constitución Nacional”. Sin embargo, es tanto el descrédito en los políticos y en las instituciones que pocos levantaron su voz para denunciar semejante atropello. “En eso basa sus acciones el presidente Bukele”, expresa la misma fuente.
Corrupción: nada ha cambiado
El reconocido analista político salvadoreño Napoleón Campos expresa que durante la pandemia (Bukele) exhibió el mismo patrón de corrupción de sus antecesores. “A estas alturas, la Fiscalía General de la República (FGR) ha acumulado más de 17 expedientes sobre compras anómalas e irregulares típicas de corrupción en las que están involucrados ministros como los de Salud, Agricultura y Ganadería, Obras Públicas y del Fondo Ambiental, entre otros”.
Campos agrega que, como si esto fuera poco, ante los señalamientos internacionales por vulnerar el Estado de Derecho y la independencia judicial —en particular los señalamientos de congresistas estadounidenses y europarlamentarios— “Bukele no ha desistido en socavar los cimientos democráticos”, mientras la economía se desploma 9,0% o más como lo han indicado el Banco Mundial y el FMI. En este marco, “el país ha comenzado a ver cancelados programas de ayuda externa como el Fondo del Milenio de Estados Unidos, y otros programas pueden peligrar de no rectificar…”, concluye el analista consultado.
Nepotismo total
El presidente Bukele ha apelado desde el primer día a algunos de sus hermanos y otros parientes como asesores y operadores de su plena confianza. Nayib tiene nueve hermanos, pero solo tres de ellos, los menores, constituyen el núcleo principal que lo rodea, asesora y opera en su nombre. Ellos son: Karim Alberto (33 años), y Yusef Alí e Ibrajim Antonio (mellizos de 30), todos ellos hijos de Armando Bukele Kattán, fallecido en 2015, y de Olga Marina Ortez.
Ninguno de los tres tiene puesto público, es decir, no son funcionarios gubernamentales, pero operan con total soltura y libertad con la aprobación explícita o tácita del primer mandatario. Al no tener puestos públicos, no están sometidos a ninguna de las leyes de contraloría que permiten evaluar la conducta de los funcionarios por lo que están exentos de ser sometidos a juicio político.
Nayib y Karim son los estrategas que definen los rumbos a seguir de la Presidencia. En tanto, Yusef e Ibrajim son consejeros que se ocupan de ámbitos específicos. Mientras Yusef trabaja sobre el gabinete económico, Ibrajim se encarga de las negociaciones con grupos económicos y de las misiones especiales de su hermano Nayib, entre las que destacan los proyectos de reactivación económica. Por su parte, Gabriela Rodríguez, la esposa del presidente, es la encargada del gabinete social, un ámbito que suele ser el preferido de las primeras damas.
En conclusión…
Bukele ha llegado a lo más alto de la vida político-institucional de su país merced al cansancio de la población ante la galopante corrupción y la inoperancia de la clase dirigente, y a una campaña mediática muy inteligente.
Sin embargo, tras año y medio de administración el presidente no se ha mostrado proclive a introducir cambios profundos y positivos en un país sumido en la pobreza y la desesperanza. “Un pueblo como el salvadoreño, conocido por su capacidad de trabajo y de iniciativa, no seguirá a este presidente por mucho más tiempo, pues no responde a las necesidades más imperiosas ni cumple con sus promesas de campaña”, comenta un diplomático centroamericano destacado en San Salvador, quien desea reservar su identidad.
Y aunque el presidente todavía mantiene altos porcentajes de aprobación, se advierte una merma, que no es significativa, “va tomando la forma del desencanto”, remata el diplomático.
Dardo Justino Rodríguez es analista, comunicador, asesor y consultor independiente de organismos y organizaciones internacionales. Director de País de Presagio Consulting Honduras, con sede central en Guatemala.
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