OPINIÓN

Navegar contra la corriente

por Sergio Monsalve Sergio Monsalve

La cuarentena ha reforzado el poder del streaming en el mundo, debido al cierre indefinido de las salas.

Mientras no se estrene Tenet en las cadenas de exhibición, para su fecha propuesta, el planeta audiovisual seguirá orbitando alrededor de las ofertas disponibles en Netflix, Amazon y Disney Plus, tres de las plataformas que han sumado más suscriptores en el confinamiento, cada una con sus particularidades estéticas y conceptuales.

A la dura competencia debemos sumar la incursión de Apple TV, una aplicación que aprovecha su vínculo con la tecnología celular, para descubrir un mercado incipiente en la difusión de series, programas, documentales y largometrajes con estrellas de prestigio.

Entre las marcas de Hollywood, que figuran en la parrilla de la compañía de la manzana mordida, cabe mencionar a Oprah Winfrey, Steve Carell y el director M. Night Shyamalan, amén de su saga Servant.

La crítica ha reconocido, de igual modo, el impacto del largometraje de no ficción Beastie Boys Story, dentro del menú de la nueva empresa de televisión digital a la carta.

Pero sin duda es la película Greyhound una de las obras maestras que se consiguen como contenido exclusivo en el ecosistema de iPhone, por el pago de una suscripción de 4,99 dólares por mes.

La cinta cuenta con una notable contribución de Tom Hanks en el rol principal del reparto, así como detrás de la redacción del libreto.

El guion adapta la novela de The Good Shepherd, escrita por Cecil Scott Forester, en una ajustada versión de apenas 90 minutos.

El tiempo global del largometraje va directo al grano, evitando aplazar innecesariamente las acciones de la dramaturgia, tal como suele suceder en los criticados argumentos de las piezas fallidas de Netflix, cuyo hipócrita progresismo tiende a resultar predecible.

Greyhound narra una historia de cacería marítima y submarina en la Segunda Guerra Mundial, aceptando las condiciones sociales, culturales y étnicas de la época, al punto de exponer obvias disonancias ante la agenda de la corrección política.

Si la moda es la ucronía y la inclusión de una cuota de representatividad de minorías, la producción bélica reflota el canon clásico de los cuarenta en el sentido de valorizar arquetipos y formas narrativas tradicionales.

El ejercicio de estilo recupera el suspenso de los primeros trabajos de Steven Spielberg, a través de sendos homenajes a Duel y Tiburón.

Unos submarinos nazis ocupan el lugar del escualo gigante y amenazante, siempre mantenido a la distancia inquietante del fuera de campo.

El capitán enfrenta el reto de la batalla del Atlántico, escoltando unos barcos cargueros en una odisea cercana a los viajes tormentosos de Herman Melville.

El efecto de tensión se acentúa con la composición de una música inspirada en las bandas sonoras del rey del minimalismo, John Williams, un genio de la abstracción presentido en la atmósfera acústica del estreno de 2020.

De un presupuesto de 50 millones de dólares, Greyhound plantea una experiencia inmersiva de encuadres cerrados y exteriores diseñados en CGI, los cuales complacen a las audiencias del milenio.

La compresión en imagen, ritmo y desarrollo de la trama es toda una declaración de principios, una carta de intenciones frente a las especuladoras digresiones de los demás actores de la industria streaming.

La reivindicación del heroísmo sobrio de Tom Hanks quiere rendir tributo a la memoria de unos padres fundadores, de unos ritos que actualmente son deshonrados por el populismo, la descortesía y la posverdad.

El storytelling es efectivo a la hora de enviar un mensaje edificante en una botella, en un envoltorio sofisticado.

O juntos plantamos cara al enemigo del fascismo y el terrorismo, bajo una misma bandera de libertad, o nos ahogamos en el océano de la incompetencia.

El arte de la navegación en el ojo del huracán de los acontecimientos que cambian al mundo.

Recomendable para ciudadanos y espectadores sensatos.