OPINIÓN

Narrativa

por Adolfo P. Salgueiro Adolfo P. Salgueiro
Lula

FOTO EFE/ André Coelho

La palabra narrativa se ha puesto de moda en los últimos años y creemos que  significa algo así como un esfuerzo de “marketing” destinado a posicionar una percepción que interesa a quien la inventa o hace uso de dicha técnica. Esta última semana el término ha adquirido inusitada relevancia como consecuencia de su utilización por el presidente Lula intentando descalificar la percepción de dictador autoritario que -según él-  ha sido endilgada al pobre Nicolás, señalado y estigmatizado por “la derecha reaccionaria” de manera perversa y totalmente inmerecida, tal como lo afirmó durante una presentación conjunta ante la prensa con ocasión de la visita de Estado que el venezolano hizo a Brasilia el día previo a la cumbre de jefes de Estado convocada por Lula.

Tal cumbre se anunciaba para promover el renacimiento de la integración regional que aspiraban a concretar con la resucitación de Unasur, que en su momento -2008- nació por iniciativa del propio Lula para que después de unos pocos años cayera fulminada en abril de 2018 con el retiro de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú que entre una y otra fecha habían pasado a ser gobernadas por autoridades de signo no afecto al Foro de Sao Paulo y demás iniciativas de la izquierda irredenta. Aquello demostró que aquel discurso de la integración y la “Patria Grande” era y sigue siendo apenas una fachada con pretensión de narrativa, cuyo fin es la promoción del socialismo del siglo XXI disfrazándolo de integración para hacerlo más digerible.

Esta reunión, como suele ocurrir con frecuencia, nada tuvo que ver con el motivo oficial de su convocatoria, sino que se convirtió en el escenario que acaparó toda la prensa regional con motivo de la presencia de Nicolás -desde la medianoche del día previo- en plan de “visita de Estado”, todo lo cual desató reacciones vociferantemente adversas en casi todos los ámbitos de Brasil, en especial en el Congreso  y  -más relevante aún- dio origen a fuertes reclamos públicos de al menos tres jefes de Estado asistentes.

Al menos Lacalle, Boric y Lasso reclamaron públicamente al anfitrión por el contenido de su discurso en el que -insólitamente- proclamó con tono de convencido que los ataques contra Venezuela eran el resultado de una narrativa perversa organizada y ejecutada por Estados Unidos y la derecha mundial, siendo que, según él  bajo la “paternal guía” de Maduro , la democracia, los derechos humanos, la división de los poderes constitucionales etc. etc. se encontraban “en plano desarrollo” como decía la  recordada expresión de un comentarista político de antaño quien por haber tenido la desgracia de perder un ojo no lograba apreciar el ya entonces evidente deterioro  de Venezuela. De paso recordemos que a apenas días de su toma de posesión Lula –en cumplimiento del ritual latinoamericano- viajó a Washington para reunirse con Biden. Sería para reclamarle que levante las sanciones a Venezuela o para temas propios de la relación bilateral Brasil-Estados Unidos?

Entendemos que en reuniones internacionales no todos los asistentes hayan de ser “angelitos” impolutos. En la ONU coexisten representantes de las democracias más sólidas con los de la peor calaña (Siria, Eritrea, Corea del Norte, Cuba, etc.) Lo que no se entiende es que Lula, un demócrata probado en ocho años previos como jefe del Estado y antes como luchador sindical, tuviera que imponerse “la raya” nacional y mundial expresando imprudentes loas que a la postre le han caído  encima como excremento y pasivo para su propia gestión.

Lula quien -como Carlos Andrés Perez- enfrentó juicios de decidida orientación política y  -también como CAP- pagó prisión efectiva- no parecía el dirigente apropiado para aupar y aspirar la reivindicación de quien es una verdadera vergüenza para el socialismo , la democracia y la libertad  tal como se lo recordó nada menos que el chileno Boric que parece estar ya medio aterrizando en la realidad después de haber atravesado algunos escollos a cuenta de rojo-rojito. De Lacalle y Lasso sus reclamos causaron revuelo pero no sorpresa y de muchos otros allí presentes el silencio aprobatorio contribuyó a develar en qué equipo juega cada quien salvo el paraguayo Abdo, que a punto de entregar el cargo sí sabemos con certeza y complacencia cuál ha sido su compromiso con la causa de la libertad.

Es posible y lamentable -no seguro- que Unasur resucite y que a lo mejor la estatua de Nestor Kirchner vuelva a colocarse frente a la sede  que consigan que ya no será el costoso edificio que otrora ocupó en Quito (por lo menos hasta que ocurra la desgracia del regreso de Correa y su gente). Unasur murió en 2018 porque entre sus miembros pasaron años sin conseguir consenso para designar un secretario general después de Kirchner. Avizoramos que así pueda ser en el futuro para producir una nueva paralización y -a lo mejor- una segunda muerte toda vez que organismos para la integración no faltan en el continente (Pacto Andino, Aladi, Mercosur etc. y sus brazos financieros BID, CAF, etc.).

Mientras tanto, por lo menos sería bueno que tomemos nota del valor de las “narrativas” y hagamos esperanzados votos para que nuestros “dirigentes” consigan la proeza de encontrar una verdadera narrativa que sea común e inclusiva. No sea que en 2024 la banda presidencial venezolana siga en el pecho de Nicolás o de su delfín Nicolasito, a quien parece estar ya  preparando o de algún uniformado que ya no se cale más esta situación. Este autor confiesa que el optimismo no lo acompaña por más que lo desea ardientemente.

@apsalgueiro1