El Aissami
Foto AFP

¿Usted se imaginó alguna vez a un perro tomando aspirinas con jugo de caña recién molida en un trapiche a la orilla del camino que va de El Tigre a Pariaguán? ¿Acaso no se ha enterado de que los chivos brincan por encima de las casas en las afueras de Carora? ¿Tampoco sabe que en Tucupita las iguanas vuelan junto con los murciélagos a medianoche? ¿No me diga que tampoco supo de cuando los sapos le ganaron a los burros en la carrera que organizaron en El Furrial los amigos del ladrón de periódicos? ¿Dónde ha estado usted metido, cristiano?

Al final de todo vamos a tener que reconocer a los jenízaros rojos-rojitos unas habilidades creativas que ni García Márquez en su época de mayor apogeo. Alejo Carpentier, para despecho de Alexis Márquez Rodríguez –oriundo de Sabaneta por cierto–, es un soberano inepto al lado de las habilidades narrativas de los acólitos de su paisano el comandante intergaláctico.  ¡Qué André Breton ni qué niño muerto! Chavismo-madurismo puro y duro. Realismo socialista del siglo XXI para los que salgan, y debemos esperar pronto que el muy ilustre Ignacio Ramonet pronto propondrá en La Sorbona un doctorado sobre la magia caribeña del comunismo deconstruido desde una postura derridiana. O algún otro eructo de similar tenor.

Los apóstoles de la mojiganga que ahora encabezan Maduro, Cabello, los Rodríguez, Padrino López y unos cuantos más, han encontrado, en el ilustre fiscal general, un bufón de postín para hacernos tragar cualquier astracanada que se les venga a su razonar patológico. Cualquier faena es válida para jugar al héroe. Después de un año de mil rumores, puestos a correr por ellos mismos, sobre Tareck el Aissami, súbitamente deciden ponerlo tras las rejas por tracalero, traidor, bichito y cuanta otra lindura se le ocurra a cualquiera.

El verdugo de la ley se encarga de difundir las razones para defenestrar al otrora hombre fuerte del gobierno. Ahora nadie sabía del clan que, desde su época de estudiante en Mérida, por cierto, a la sombra de Adán Chávez, hermano mayor del difunto, y de lo cual ahora nadie parece acordarse, fue conformando. De ahí salieron ministros, diputados, presidentes de entes autónomos, y cualquier cargo de mayor o menor envergadura en el mastodóntico e inútil Estado bolivariano venezolano.

Ahora es cuando la justicia bolivariana cae en cuenta y decide sancionar con todo su peso al “turco” Tareck. Mientras tanto, siguen impulsando unas elecciones en las que ya hasta los resultados están listos; siguen en sus correrías patológicas vendiendo oro a través de los rusos, chinos e iraníes; mantienen abiertos sus canales de exportación de cocaína junto con los traficantes colombianos; hostigan y ahogan todas las manifestaciones democráticas que puedan aparecer… Es una muy larga retahíla de hechos que siguen ocurriendo mientras estos hijos de su bendita madre se dedican a fabricar historias enfermizas, de las que, para mayor tristeza, hay una larga legión de consumidores, criollos y extranjeros, de las bondades incomprendidas de una revolución nacida del pueblo.

¿Será que no hay manera de quebrar semejante yugo?

© Alfredo Cedeño

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