Tanta falta que hace un compendio de cuentos y relatos de escritores (narradores) del Delta del Orinoco a estas alturas del devenir cultural y literario de esta región del sur del país. Tampoco existe una antología de poesía de la región deltana que reúna a los poetas deltamacurenses en una especie de Atlas literario que congregue a los mejores bardos, aedas, trovadores regionales y locales. Pese a ser una de las regiones más olvidadas y preteridas del país el Delta del Orinoco posee una vasta legión de escritores y de artistas plásticos que han destacado en el ámbito nacional de la cultura y que han aportado una singular contribución estética a la identidad nacional venezolana. Entre las voces narrativas de mayor relevancia descuellan los grandes maestros de la novela y la cuentística. En la cima de la atalaya creativa se encuentra la figura totémica de José Balza, indiscutible embajador plenipotenciario de las letras venezolanas en el mundo de habla hispana y allende otras lenguas e idiomas modernos como el inglés, francés e italiano. Luego le siguen como acompañantes el narrador Humberto Mata, escritor de madura e inteligente prosa narrativa que elaboró un corpus literario de singular impronta ficcional capaz de colocarse entre los mejores narradores de su generación. Otra sensibilidad literaria de alta factura estética en el ámbito de la creación narrativa la constituye el escritor Manuel Aristimuño, avecindado en el Delta del Orinoco desde hace un poco más de treinta años. Dueño de una prosa narrativa limpia y de una poderosa pulcritud expresiva y sintáctica, sus aportes al corpus literario regional deltaico no tienen discusión y es menester reconocerle sus sustantivos aportes a la escritura regional y local.
Martín Antonio Rangel Giovanetti es una voz literariamente decantada y de una tesitura lexicográfica envidiable. Su libro titulado Diluvio en el delta y otros cuentos, editado por la Editorial Fundarte (1998), lo sitúa entre los narradores más brillantes del siglo XX y parte del siglo XXI. Su universo narrativo se emparienta con la cuentística de Horacio Quiroga, Guy de Maupaussant y otros grandes maestros de la narrativa universal. La materia anecdótica de la “cuentística rangeliana” se sumerge en las profundidades geográficas del universo deltaico orinoquense y recrea con impecable maestría narrativa el estatuto identitario regional elevándolo a la condición de abstracta universalidad del relato persuasivo y convincente.
Otro narrador de aquilatadas virtudes literarias es Edgar Milano, narrador por derecho de primogenitura y también poeta de delicada textura lírica. En el mundo onírico de Milano se exhiben rasgos de un costumbrismo raramente cosmopolita que aspira a darle timbre universal a la anécdota asignándole elementos que trascienden el localismo pintoresco y folclórico para situar el relato en umbrales de convincente literaturidad. Ello le confiere a Milano una admirable condición de narrador nato que amasa la materia ficcional con elementos de poderosa intuición sensible a la hora de contar una anécdota.
Eduardo Espinoza, es un sociólogo de larga y dilatada trayectoria profesional que ha incursionado con singular fortuna. Su obra narrativa en marcha permanece mayormente inédita, ha publicado poco y su cuentística permanece dispersa en las redes sociales; no obstante, pese a ser un narrador inédito su vigorosa prosa narrativa ostenta unos sui generis rasgos expresivos que dejan sobresalir un mundo ficcional de una impronta profundamente psicologista y donde sus personajes o sujetos actanciales exhiben una existencia la mayoría de las veces reñida con los valores dominantes instituidos por la sociedad enajenada que impera en nuestros países latinoamericanos. Sus cuentos, de una regular extensión, no exceden las tres cuartillas y siempre transparentan alguna moraleja que deja en el lector un regusto por un tipo de ficción que destila alguna lección moral.
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