El mito griego narra que un castigado por los dioses acudía cada minuto, hora, día, sin cesar, al estanque donde veía embelesado un hermoso rostro, su impulso de enamorado incontrolable era orgásmico, quiso poseer y dominar esa imagen sin captar que era él mismo reflejado en el agua. Tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe, dice el sabio refrán. Narciso el mirón se lanzó al arroyo para lograr su meta sin mirar la altura del reto y desapareció.
La historia universal está repleta de dictadores, tiranos y sátrapas de diversos estilos con saldos macabros en sucesivas etapas, incluidas algunas democracias producto de este padecimiento narcisista que se actualiza mediante efectos tecnológicos como la llamada inteligencia artificial.
Algunos ejemplos presentes muestran los peligros de este grave síndrome protagonizado por un Yo el supremo con sus esclavos que se proclaman agentes imprescindibles para la sobrevivencia de pueblos y naciones propios y ajenos, sin o con elecciones de por medio. Para ese objetivo se sirven o no de los organismos constituidos por sus Constituciones, anexos al Poder Ejecutivo, como son el Legislativo, Judicial y en ciertos casos el fraudulento Electoral, perversos fenómenos explicados al detalle por especialistas. Vale insistir en los estudios del venezolano Moisés Naím, desde sus continuos análisis disponibles en libros, videorreportajes y artículos de prensa.
Vladimir Putin, el zar sovietista, no necesita mucha presentación porque su método que extermina opositores a través de cárcel, envenenamiento cercano y a distancia, súbito fallecimiento, suicidio y accidentes masivos forma parte normal de su gobernanza difundida por el diario noticiero mundial. Su injerencia en el mapamundi la encabeza su espionaje cibersofisticado de la modélica democracia estadounidense.
Su equivalente occidental, todavía bajo control estatal pero en oferta, es Donald Trump. Al margen de su desafío verborrágico que incluye el desacato de las por ahora inviolables leyes vigentes, se planta ante los medios de comunicación en retadora actitud desobediente insultando a jueces que investigan a fondo su extenso prontuario. Basta que un mínimo grupo se presente en su campaña para la reelección presidencial para que sin tregua se aplauda a sí mismo constantemente de manos muy abiertas y sonría reafirmando que es imposible rechazarlo porque su inmunidad -que aspira sea decretada por la Corte Suprema de Justicia- le permitirá ser el único dirigente capaz, indispensable, para evitar estas guerras atroces, o por el contrario, para fomentar otras sin límites jurídicos ni éticos, a beneficio de su país que lo requiere como único salvador, sin riesgo alguno de que lo sustituya otro republicano, descartado el retorno al poder del actual presidente o cualquier otro militante del Partido Demócrata.
Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, cargo que desempeñó en dos ocasiones que suman 15 años, se mira en el espejo que lo considera insustituible. Presidente del partido tradicional derechista Likud, desde su tercer mandato hace pocos meses en alianza con el Partido Sionista ultrarreligioso por motivos estrictamente personales a fin de evitar que el Tribunal Superior de Justicia lo someta a ciudadano investigado por dos delitos de corrupción. Durante su larga carrera política nunca acreditó ningún acierto de los partidos liberales y en momentos críticos como el asesinato del presidente Isaac Rabin por un fanático religioso se limitó a un vergonzoso mutis por el foro. Inflexible ante toda negociación para fundar un Estado Palestino -posición hoy rechazada por la mayoría civil israelí que pide su renuncia- ha sido factor fundamental en la dilación de esta defensiva guerra contra la guerrilla terrorista Hamás que escondida en laberintos subterráneos, secuestra al pueblo palestino para imponer la eliminación genocida de Israel junto a los judíos diaspóricos y fundar, anuladas las interferencias, el Califato Islámico Radical que abarque todo el Oriente Medio.
Pedro Sánchez, a la vista, oído y percepción española más la internacional, fue hábil maestro en montajes de escena que tras idas y vueltas durante once años de breves pausas lo mantienen en La Moncloa. Pero esta reciente vez se le vieron claras las costuras sin remiendos y los votantes, que no lo eligieron para el puesto que ocupa pues fue obtenido con maniobras parlamentarias, incluye la gravísima de prometer la amnistía total para los separatistas catalanes sin antecedentes subversivos. Nada le importa tamaña catástrofe para España cuando su fiel cámara fotográfica, preparada solo para “selfies” en las que complacido se admira, le aconseja perseverar en sus jugadas electoralistas y pasar a la historia como el gran pacifista integrador del país. A la vuelta de cinco días presuntamente reflexivos, promete limpiar el sistema judicial corrupto y cambiarlo a su pulcro deseo ayudado con la censura de los medios digitales y toda prensa que se le interponga.
Llegando al invadido llegadero venezolano aparece un narcobinomio Padrino el constante – Maduro el dependiente representando veinticinco años de dictadura militarista totalitaria, sucursal de Cuba por mandato ruso. Su ícono es el soldado paracaidista cantinero y luego ”comandante eterno” Hugo Chávez Frías, adoctrinado por familiares “revolucionarios” hoy oligarcas y el nazismo argentino que unido al iraní fundó un terrorismo de Estado.
Siguen por ahora empoderados a fuerza de fraudes votacionales, manejos sucios de la riqueza nacional robada y vendida al mejor postor y en conjunto, violación sistemática de cada una de las leyes constitucionales que en su momento consolidaron a su favor.
El pozo de agua rojiza por la inocente sangre allí por ellos derramada y donde se admiran, les asegura que son los únicos, verdaderos patriotas del devastado terreno que fue República Civil.
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