Estamos enfrentando definitivamente, sin lugar a dudas, a una casta de criminales de la delincuencia organizada que domina todos los espacios, haciendo de Venezuela su propia hacienda. No son políticos. No estamos peleando contra políticos sino contra criminales. Esta es la lógica. Al no entender la realidad de la ecuación que nos envuelve han sobrevenido muchos fracasos. No se trata de ideología sino de robo, muerte, miseria y violación abierta y sistemática de los derechos humanos.
El crimen es impermeable a la razón y al sentido común. El socialismo del siglo XXI nos condujo a un sistema totalitario. Lo hemos padecido en el triunfo de los vicios sobre la educación. El lenguaje, lugar de significación y encuentro, se perdió porque no tenemos escuela. El chavismo levantó lo peor del venezolano, el desprecio por el conocimiento y la decencia. Hoy mandan los encapuchados, los estudiantes para siempre de cafetín, que incendiaban autobuses en la Plaza las Tres Gracias y Plaza Venezuela en los 80. Su latrocinio llevó a haber perdido 80% del PIB, destruyeron la economía, sin mediar una guerra, entre 2013 y 2021, período del usurpador. Destruyeron la moneda nacional que ya ha perdido 14 ceros. El trabajo mueve al mundo y ellos acabaron con este bien social. Aniquilaron los proyectos de vida enfocados en la aspiración a una vida digna de ser vivida.
Con la usurpación se ha perdido el valor de la vida y la familia, miremos nada más las vicisitudes de la diáspora y la migración interna. Encarna la degradación moral. Le entregaron el territorio y el petróleo a Cuba, que de paso atenta contra nuestra soberanía al estar respaldando oficialmente a Guyana. Aparte de los crímenes de lesa humanidad, vendrán los juicios derivados de esta insólita felonía de los delincuentes que encarnan la usurpación. Son gentes sin valores ni palabra. Meten presos a trabajadores por defender sus derechos. Y torturaron al estudiante John Álvarez, quien se negó a incriminar a inocentes.
Frente a este cuadro apocalíptico ha surgido el liderazgo del coraje que se legitimará, Diosmediante, en las primarias del 22 de octubre, con un sistema de elección manual transparente, se cuenta papelito por papelito, con respeto a la identidad del elector y sin interferencia del régimen forajido.
Reivindicaremos lo político como ejercicio de libertad. La fuerza de cambio es indetenible. Nos rebelamos contra la normalización de lo malo. No negaremos la justicia que nos negaron.
Tenemos esperanza lo cual implica fortaleza sumados el propósito y sentido de realidad. En política no solo hace falta razón, sino tener fuerza real organizativa. No pararemos de exigir la liberación de 288 presos políticos. Es una lucha clara del bien contra el mal. Nadie se rinde.
¡Libertad para Javier Tarazona, Emilio Negrín y John Álvarez! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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