Lo que ocurre en Venezuela es un espectáculo dantesco, aberrante, deprimente, decadente, inmoral e inhumano.
Años de escuchar, vivir y padecer los embates de un modelo político desastroso que confiscó los derechos ciudadanos y convirtió al Estado y sus instituciones en un ente ineficiente, nada ético, inquisidor y servil de la indolencia, crueldad y manipulación gubernamental, que finalmente la gran mayoría del país decidió desconocer y enfrentar el autoritarismo enfermizo, lacerante y asfixiante, que trata de reconstruir sus débiles cimientos en un lodazal nauseabundo y pestilente, para intentar controlar y mantenerse en el poder por todos los medios ilegales a su alcance, desconociendo la decisión ya tomada por el poder originario.
Un candidato que perdió por amplio margen, en absolutamente todos los estados del país, en el exterior y en 95% de los municipios, fue ilegalmente proclamado por el desmeritado y descalificado CNE y ratificado sin ningún fundamento sostenible, por la débil institucionalidad , víctima del control y obligante subordinación, evidentemente por el origen de sus designaciones y composición estructural poco calificada, quienes no dudaron en ejecutar las acciones necesarias, solicitadas por el desfavorecido ejecutivo a pesar de no poseer ningún sustento técnico y mucho menos jurídico, todas erróneas decisiones violatorias de la constitución nacional en todo su contexto premeditado y alevoso de esta trama y confabulación en perjuicio de la democracia y la voluntad popular.
Ante esta realidad esperada, que no es ninguna sorpresa para el pueblo venezolano, simplemente se cumple una etapa mas de las muchas que abra que transitar, mas no aceptar o acatar como es la intencionalidad de la participación del sistema judicial en este hecho transcendental para la liberación de Venezuela. Lo que se ha consumado solo materializa e institucionaliza el vandalismo gubernamental con el agravante del abuso desmedido del poder que es aplicado sin piedad y sin misericordia en todas las direcciones, el cual ha encontrado resistencia, pese a la desproporción que existe en esta lucha y en la amenaza visible que significa no claudicar ni ceder ante las pretensiones de permanencia de quienes ya no cuentan con la venia del vejado y humillado pueblo venezolano.
El mundo entero conoce los resultados electorales presidenciales en Venezuela y los pronunciamientos han sido contundentes y bien fundamentados que dejan en un limbo la reelección forzada del Sr Nicolás Maduro y reconocen enfáticamente el triunfo de Edmundo González Urrutia.
8 millones de votantes que respaldaron al candidato opositor más 5 millones que no pudieron votar en el extranjero por manejos dolosos del CNE, más un millón o más de funcionarios públicos civiles y militares, estos últimos chantajeados y obligados a votarles, son actores y testigos fehaciente de la realidad vivida el 28 de julio. Será muy difícil que la actuación y decisión de un puñado de funcionarios públicos junto a un grupo pequeño de enchufados le arrebaten este proceso al pueblo venezolano.
Un papel cuyo contenido y respaldo es desconocido, elaborado por Elvis Amoroso rector del CNE y una decisión judicial sin elementos de valor y juicio aceptables y verificables solamente constituyen un elemento más que ratifica la derrota del candidato oficialista.
Miles de mesas y centros de votación donde los escrutinios se hicieron públicos a viva voz en todo el país y el exterior, cuyos resultados fueron custodiados y blindados por miles de venezolanos demócratas que estuvieron presentes y recibieron sus actas no pueden ser desestimados.
El régimen con esta decisión judicial efectista y finalmente inaplicable e inaceptable, piensa que le puso punto final al tema de las elecciones y la verdad es que llego al final de su parodia y quienes actuaron en ella deberán en el tiempo responder por sus actos irresponsables.
Prueba de una posición manipuladora, burlona y distorsionada de la realidad es escuchar al candidato presidencial oficialista que salió derrotado en todo el país decir que en el año 2025 ganara todas las gobernaciones y alcaldías es algo así de cierto como las 500.000 viviendas que prometió hacer en 2024.
A mi criterio todos los poderes por el efecto de sus actuaciones y sus resultados están deslegitimados. En un país decente todos estos funcionarios ya abrían renunciado. Unos dicen que estamos en presencia de un estado fallido, que es un autogolpe o golpe de estado y otros calificativos más altisonantes y comprometedores de carácter criminal, lo cierto es que todos estos calificativos denotan que la constitucionalidad e institucionalidad están violentadas, secuestradas y severamente vulneradas, sin capacidad de responder al interés nacional y mucho menos al valor y restablecimiento de los valores democráticos.
La unión cívico, militar, policial y sus asesores extranjeros de la cual se ufanan tanto los revolucionarios están subestimando las capacidades de la unidad nacional. Quienes están acostumbrados al atropello deben analizar que son más de 2 décadas de dificultades, mentiras y control social. Nadie quiere seguir este guion y las resultas de este esfuerzo ciudadano está por verse. El yo con yo de Maduro ha sido su estrategia, tomar y comprometer todo lo que ha estructurado en los últimos años ya no es suficiente, ni eficiente. Brilla la torpeza y resalta la incondicionalidad de elementos que gozan del descredito y rechazo de la gente.
Caso contrario quienes hoy conducen esta batalla por la libertad y la democracia direccionan en todo momento el mantener la lucha pacífica bajo los parámetros que nos brinda la constitución y aunque parezcan más débiles que la fuerza pública y los colectivos juntos, la fuerza de un pueblo unido y decidido termina por imponerse.
La oposición está fortalecida, clara, consiente y responsablemente bien orientada por María Corina Machado, quien ha derrotado al régimen sin promover la violencia y culmina la tarea sorteando las dificultades y amenazas que se ciernen sobre ella, sus equipos y seguidores.
La lucha está decretada, es hasta el final.