El próximo sábado 14 de septiembre se cumplen 154 años del nacimiento de Vicente Lecuna Salboch, hombre de inteligencia clara y rigorosa, cuyo prestigio es unánimemente reconocido dentro y fuera de Venezuela, sobre todo en los países bolivarianos pues llevó adelante la empresa titánica de restaurar, organizar y conservar el Archivo de Simón Bolívar.
Don Vicente Lecuna hizo su camino vital entre la ingeniería, la banca, la educación y la historia. Hijo de Ramón Lecuna Sucre y de Carmen Salboch Escobar, era descendiente en línea paterna del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Realizó sus estudios primarios en La Habana durante el exilio de sus padres, y posterior a su regreso a Venezuela, obtuvo el título de ingeniero civil en la Universidad Central de Venezuela en 1889. Desde ese año y hasta 1894 lleva adelante la construcción del ferrocarril entre Caracas y los Valles del Tuy y de Caracas a Valencia.
En 1896 “Papacuna” ejerce como vicerrector de la escuela secundaria de Petare. Participan, en aquel incivil siglo venezolano, en la Revolución de Queipa, liderada por el Mocho Hernández, que pese a su fracaso dejó el saldo de la muerte del general Joaquín Crespo en la Mata Carmelera el 16 de abril de 1898. Esta “insurrección” le cuesta un breve periodo de prisión.
Adelantado en nuestro país en el campo financiero, funda en 1900 con su primo Vicente Vallenilla Lecuna un aserradero en Puerto Cabello que dará inicio a importantes transacciones bancarias y derivarán en impedir que el banquero francés Paul Bolo, estableciera un monopolio bancario en 1911. De su matrimonio en 1905 con Elena Escobar Llamozas, de quien enviudará en 1921, tendrá sus cuatro hijos: Valentina, Vicente, Elena y Bolivia.
Por encargo de Felipe Guevara Rojas en 1914, Vicente Lecuna lleva adelante la tarea de ordenación y conservación del Archivo del Libertador, el cual fue publicado, primero en 1917 en Papeles de Bolívar y luego en 1930, centenario de la muerte de Bolívar, publica en 10 tomos las cartas del Libertador. En 1919 concluyó la restauración de la Casa Natal de Bolívar y conservará en ella no sólo el Archivo del Libertador, sino también el de Antonio José de Sucre y el de José Rafael Revenga.
Asumió la presidencia del Banco de Venezuela desde febrero de 1915 hasta su muerte en 1954. En ese período de su vida, preside también el Colegio de Ingenieros en 1930 y 1931 y a la Academia Nacional de la Historia de 1931 a 1933. En esa tercera década del siglo XX impulsa la preservación de la Ceiba de San Francisco y el saneamiento del barrio El Silencio y de El Calvario.
No hay que olvidar, por supuesto, su abundante faceta literaria. A lo ya comentado, publicó en 1918 su trabajo de incorporación a la Academia de la Historia, intitulado Marcha de 1817 y combate de Clarines; en 1923 el Estudio Económico de Ferrocarriles de Venezuela; en 1924 los Documentos referentes a la creación de Bolivia, con un resumen de las guerras de Bolívar, que le valdrá para recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de San Marcos de Perú. En 1939 las Proclamas y Discursos del Libertador; en 1947 Simón Bolívar, Obras completas; en 1950 los tres tomos de la Crónica razonada de las guerras de Bolívar y en 1952 la Entrevista de Guayaquil, restablecimiento de la verdad histórica.
Mención aparte merecerá el valor que tuvo, mientras ejercía como Senador al Congreso por el estado Lara entre 1918 y 1921, proponer y liderar la aprobación de la Ley de Minas e Hidrocarburos la cual además de aumentar el porcentaje del Estado venezolano en la entonces incipiente industria petrolera, reservaba como derecho exclusivo a la República la explotación del Delta del Orinoco y de todos los ríos navegables del país.
Vicente Lecuna no esquivó su obra a la hora del relevo que forzosamente se imponía en los comienzos del siglo XX. Sobre todo en esas turbulentas aguas de las primeras décadas, donde se pujaba el parto de un país que superara ¡al fin! el decimonónico siglo que tanto costo tuvo y que tanto nos retrasó la entrada a un siglo XX próspero. Que este aniversario nos permita descubrir a aquellos que nos hicieron sus herederos y veamos en su legado de hacedores de país algo que no solo apreciemos, sino que hagamos nuestro para la reconstrucción de este país de todos. Vicente Lecuna, al igual que tantos en el renacentista siglo XX venezolano, son brújula por el solo hecho de ser aquellos que suman en nuestra historia a la potestas esa auctoritas que tanto echamos en falta hoy en la vida pública y que únicamente reconocemos a los mejores.