OPINIÓN

Musk y su aporte a Trump

por Gustavo Roosen Gustavo Roosen

Más de un analista se ha preguntado qué puede ganar Elon Musk, el hombre más rico del mundo, al formar parte del equipo de gobierno de Donald Trump. Quizá habría que preguntarse, al contrario, lo que puede o aspira a ganar el nuevo presidente estadounidense. 

La designación de Musk para presidir lo que será el Departamento de Eficiencia Gubernamental es el primer anuncio de Trump para cumplir su propósito de «desmantelar la burocracia federal», es decir, reducir el tamaño y el costo del gobierno federal y hacerlo más eficiente. “Allanará el camino para que mi administración desmantele la burocracia gubernamental, reduzca el exceso de regulaciones, recorte los gastos innecesarios y reestructure las agencias federales, esenciales para el movimiento Save America«, ha dicho Trump. 

La escogencia de personalidades ligadas al mundo tecnológico para reestructurar las agencias federales y reducir la burocracia revela a las claras la opción de apelar a la capacidad, cada vez mayor e insospechada, de las innovaciones tecnológicas para contribuir a la eficiencia, a la comunicación, a la producción de bienes, al desarrollo de los talentos personales, al bienestar de los individuos y de la sociedad. Uno de esos instrumentos, no cabe duda, es la Inteligencia Artificial. 

La IA ha transformado profundamente la forma en que interactuamos con la tecnología y ha encontrado aplicaciones en diversos campos para mejorar la eficiencia, para incrementar la productividad y para encontrar escenarios y soluciones para la toma de decisiones en cada terreno del accionar público, empresarial o privado. La IA es ya ampliamente utilizada para encontrar vías para la resolución de problemas complejos y aportar soluciones innovadoras.

Se trata, sin duda, de una nueva revolución en el mundo del trabajo, de la información, de las relaciones. Vista como una herramienta para el logro de una mayor eficiencia administrativa, tanto en las labores del Estado como en las del sector privado, su aplicación está llamada a transformar el mundo laboral, fenómeno preocupante para muchos, pero también fuente de nuevas expectativas y alternativas.

Vista como una herramienta para el incremento de la eficiencia y la productividad y, paralelamente, para la reducción de costos y disminución de la burocracia, la IA es también un gran instrumento para la ampliación de oportunidades y para la liberación de tiempo y esfuerzo para el desarrollo de los talentos personales y de tareas creativas.

Un mundo de posibilidades se abre con esta herramienta al poder extraer de las experiencias de otros países y administraciones estatales instrumentos para abordar comparativamente problemas complejos y encontrar vías de solución que se adapten a las realidades de cada país. Aplicarlas eficientemente es, posiblemente, lo que mejor sabe hacer Elon Musk, como lo ha demostrado en sus propios proyectos y empresas. 

Debemos, sin embargo, pensar en Venezuela y cabe preguntarse si estamos preparados para los cambios que impone la IA. Asumir tempranamente su utilización es lo que corresponde, de manera de ser creativos y eficientes en la recabación de data útil para aplicarla a nuestros propios escenarios y nuestra circunstancia particular. Ello es indispensable para disminuir el rezago que se ha producido durante dos décadas y para promover una economía estabilizadora y expansiva. 

Los profundos cambios que se anuncian con el empleo cada vez más extensivo a la IA van a exigir un gran esfuerzo en muchos campos. Unos de ellos son, desde luego, los de educación y salud, dos disciplinas que claman por un viraje para mejorar la calidad de vida de los venezolanos y disponer de ciudadanos aptos a los retos que el futuro pone enfrente. La IA está en capacidad de facultarnos para un mejor entendimiento de las variables que afectan estos dos fenómenos, encontrar soluciones planeadas en otras latitudes y facilitar su adaptación y aplicabilidad al caso de nuestra sociedad. 

Las transformaciones que se derivan de la IA tendrán seguramente implicaciones legales, políticas y regulatorias para las que es necesario prepararse, poniendo siempre delante los valores del humanismo, de la razón y de la libertad.

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