Es imposible pensar en la música del siglo XX en Estados Unidos, sin mencionar a Leonard Bernstein. Su figura abarca la música sinfónica, la ópera, el ballet, el teatro y por supuesto el cine. Es la mano creativa detrás de On the town (1949) de Stanley Donen con Gene Kelly y Frank Sinatra, o de la versión, tan famosa y nombrada de Romeo y Julieta ambientada en la Nueva York de las pandillas en West side story (1961, Robert Wise, rehecha por Spielberg en 2001) o Nido de ratas (On the waterfront, Elia Kazan, 1954). Prolífico, amante de las causas liberales, devoto esposo y padre, bisexual, pero ante todo una mente independiente e inquieta, orientada a seguir experimentando siempre los distintos formatos musicales, sabiendo que los reconocimientos que fueron incontables, vendrían como una consecuencia lógica. Por supuesto, un objetivo demasiado tentador para un “biopic”, una película sobre una vida, ante todo exitosa y permeada en todo momento por la música.
Bradley Cooper es un actor consagrado con 68 títulos en sus alforjas como actor y galán consagrado. En 2018 sorprendió como director con una versión digna (la cuarta) de un clásico del cine americano: Nace una estrella. Reincide ahora, de nuevo como director y actor (irreconocible) con otra película inherentemente vinculada al mundo del espectáculo. La película se presenta en dos etapas sucesivas y muy bien delimitadas. En la primera, en un contrastado y cuidado blanco y negro, asistimos a la carrera y el ascenso meteórico de Bernstein en la Nueva York de mediados de los cuarenta, su debut casual como director y su romance con el amor de su vida, Felicia Montealegre, ella misma actriz de la incipiente televisión. La segunda a color muestra al ya consagrado Leonard Bernstein, una figura estelar de la música, el teatro y el cine americanos y peleando con sus fantasmas, su irresistible carisma, su sexualidad siempre abierta y libre y las inevitables relaciones conflictuales con su esposa. La película exhibe una factura impecable y mira, con la inevitable admiracion que provoca la figura de un prócer de la música. Podría decirse sin exagerar que el carisma, el humor y el magnetismo de Bernstein han cautivado tanto al Cooper director como al Cooper libretista y a su colaborador en el libreto Josh Singer. No es para menos. El homenaje es merecido y tardío.
El problema es que una figura de la estatura de Bernstein, que a lo largo de la película dice y repite que para el la música lo es todo y que no se cansa de maravillarse en el contacto con la gente, no se reduce a estos dos aspectos a los que la trama lo confina. Siendo ciertos, absolutamente factuales estas dos aristas no explican la esencia del personaje Leonard Bernstein. Inexplicablemente la película omite de forma absoluta aspectos que también lo definían y que ni están nombrados. Bernstein era un liberal de fuste, un firme opositor a la guerra de Vietnam, un devoto sionista, causas con las cuales no solo se embandero sino de las cuales dejo testimonios escritos y creativos. El libreto esquiva estos aspectos y elige hacer flotar a Bernstein como un genio salido de la nada, a espaldas de momentos y espacios claves de la cultura americana. El periodo de la guerra aderezado por el firme apoyo de Roosevelt al esfuerzo bélico, la bonanza de la posguerra en los cincuenta, los rupturales sesenta. En todos estos momentos la figura de Bernstein tuvo su protagonismo y su historia personal y creativa está inmersa en estas sucesivas olas culturales americanas (Bernstein murió en 1990). La película ha preferido mostrarlo como un genio (que lo fue) surgido de la nada, noción bastante discutible.
Otra objeción mayor es el uso y el abuso de los diálogos. Cooper muestra una inusual y disfrutable habilidad para componer imágenes móviles apoyado en la técnica actual. Una inicial escena que va desde el lecho que Bernstein comparte con su amante ocasional, la llamada a reemplazar al director titular y un deslumbrante travelling hacia el teatro y de regreso a su habitación es magistral. Pero luego el libreto parece perderse en diálogos inteminables que aburren un poco y vuelven sobre los tres temas que la película aborda, y vuelve a abordar y repite. Su talento, su don de gentes y su sexualidad. Vale la pena verla, pero uno se queda pensando que Bernstein es más, mucho más que lo que la película muestra. Está en Netflix.
Maestro. EE UU. 2023. Director Bradley Cooper. Con Bradley Cooper, Carey Mulligan, Matt Bomer.