OPINIÓN

Mujeres (y bailarinas) militantes

por Carlos Paolillo Carlos Paolillo

Graciela Henríquez

Aseguró el investigador y crítico mexicano Carlos Ocampo que un artista no se adelanta a su tiempo, por el contrario, lo expresa a cabalidad. Enfatizó, que en caso de que tal afirmación tuviera algún fundamento, Graciela Henríquez y su obra creativa constituyen un buen ejemplo para sostenerla. La coreógrafa y antropóloga venezolana nacionalizada mexicana, al decir de Ocampo, dio plena cuenta del “bullicio estético, político y social característico de la segunda mitad de los años setenta y ochenta”.

De todas las obras de Henríquez, pertenecientes al referido período,Mujeres continúa despertando interés, especialmente dentro de los teóricos de las ciencias sociales, por el espíritu contestatario que la orientó. La generalizada conmemoración del Día Internacional de la Mujer, resulta un pretexto justo para volver a esta creación, que causó impacto en el momento de su estreno en 1970 por parte del Ballet Independiente en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Dos años después, la pieza fue incorporada al repertorio de la Compañía Nacional de Danza de Venezuela,durante una temporada artística realizada en el Teatro Alberto de Paz y Mateos.

Mujeres volvió a la escena nacional en 1996, con motivo de la presentación en Caracas de la muestra coreográfica de carácter antológicoRetornos, así titulada por la propia creadora, presentada por el Instituto Superior de Danza en la Sala Juana Sujo de la Casa del Artista, que contempló la reconstrucción de algunas de sus obras fundamentales, concebidas entre finales de los años sesenta y principios de los ochenta.

Carlos Ocampo

A este evento fue invitado el especialista Carlos Ocampo, para ese entonces acucioso analista y teórico de la danza mexicana, quien en sus reflexiones publicadas sobre esta antología se preguntó: “¿De qué le habla al espectador actual una selección de danzas que cubre el lapso que abarca 1969 a 1980?”. “¿Se trata de fortalecer el ego de una bailarina destacada que, a la postre, devino coreógrafa?” Finalmente, avistó una respuesta por demás propositiva: “El aporte implícito en el hecho de que un contingente plural de bailarines se apropie de ellas al ejecutarlas el día de hoy, ya es una ganancia para la memoria coreográfica colectiva”.

Sobre Mujeres, Ocampo escribió en la revista La danza (número 26, abril 1997): “Henríquez se vuelca sobre sí misma. Sin negar su delectación en cuento a esteta, añade a su discurso intenciones de orden ético. Ahora le preocupa la condición femenina. Proclive al saber antropológico y a los procesos psicoanalíticos, la bailarina convoca a sus demonios para hablar de un conglomerado de asuntos específicos: el sentimiento, la dependencia erótica, la atomización del mundo femenino, vínculo indisoluble con el cuerpo y los objetos de la vida cotidiana (…) Henríquez no denuncia, expone. Y va más allá: propone. Sus mujeres no son entes anónimos. Cuando las nombra (o hace que se nombren), las individualiza, las vuelve seres tangibles y -no menos importante- históricos. Militante al fin, la obra plantea alternativas, para concluir en un clímax de resonancias épicas”.

Ocampo también enfatizó en cuatro obras también pertenecientes a la muestra revisionista de Graciela Henríquez, a la que denominó una “operación de íntima arqueología dancística”:Invenciones (1969), Gymnopedias(1970), Tropicanas (1980) y su título emblema Oraciones (1980).

Sobre Retornos como un todo inseparable concluyó: “Destaca como el resultado de una vocación inflexible, como objeto palpable de una voluntad histórica ausente por lo general de las prácticas dancísticas y, también como el mapa autobiográfico de la danza finisecular. Y todo su material se encuentra fresco y reluciente, como si fuera inventado apenas ayer”.

En 1975, Año Internacional de la Mujer,llegó al Teatro de la Ciudad, de París, Mujeres, con el elenco del Ballet Independiente. En ese prestigioso foro, el ímpetu y la militancia de Graciela Henríquez, volvieron a sorprender.