Puede que algunas exageran, otras quizás exageren, madres y esposas más de una vez abundan en comprensión de justificar y capacidad de perdón, cada mujer es un universo maravilloso rebosante de colores y matices, pero todas coinciden en una característica: siempre dicen la verdad.
Y la verdad, muchas veces, duele, molesta, inquieta, enfrenta a los cobardes con los retos y a los valientes con la humildad. Todo ser humano es un niño comprendido y querido para la mujer, casi todo hecho es tolerado, suavizado, pero en la verdad la mujer no cambia ni transige. La percibe, conoce y dice sin ambigüedad.
Por eso en general y en política son admiradas, temibles, respetadas, tanto por su acendrado aforo para decir las verdades a plenitud, como precisamente por eso, por decirla a quienes prefieren dejarse adormecer con promesas, populismos, politiquerías, demagogia y acomodos.
En Venezuela, las esposas de los mandatarios, al menos hasta cierta época cuando la democracia empezó a decaer, eran silencios y sonrisas amables que ayudaban a la gente, sin alharacas resolvían problemas, ayudaban a los necesitados, enfermos, olvidados, incluso cuando había por allí alguna amante atravesada, oculta o pública, que también auxiliaba, socorría, hacía obras de caridad. Y aunque solo sea como justo recordatorio, fue una primera dama la que asumió el mando de los militares que prestaban servicio en la residencia presidencial cuando pensaron en rendirse, ella se puso al frente y derrotaron al comando militar golpista fuertemente armado.
La historia venezolana está llena de extraordinarias mujeres, desde heroínas silenciosas, humildes, sacrificadas, sosegadas que se echan al hombro los hijos abandonados por sus padres, los educan, alimentan, visten, y mujeres de todos los niveles socioeconómicos que han dado, siguen dando excelentes resultados por su inteligencia, firmeza, eficacia, confiabilidad en todo tipo de empleos, oficios y profesiones.
Fue notable y heterogéneo el grupo de mujeres respetables e inteligentes, luchadoras, valientes, que tuvieron participación activa en el movimiento independentista. Buena parte de la historiografía tradicional registra su actuación como la de simples acompañantes de sus respectivos consortes en las faenas duras de la emancipación, pero lo cierto es que cada una mostró un brillo particular en ese sangriento momento de la historia. De todos los sectores sociales y con diferentes niveles de compromiso estuvieron presentes desde el inicio del movimiento emancipador.
Josefa Joaquina Sánchez, conocida como «La bordadora de la primera bandera de Venezuela». Manuela Sáenz, «la Libertadora del Libertador», como la llamó Bolívar. Juana Ramírez, del movimiento Batería de las Mujeres, que en la batalla de los altos godos, en un gesto de euforia, toma la espada de un oficial muerto y avanza delante de todos en medio de una lluvia de balas, desde entonces llamada Juana la Avanzadora. Concepción Mariño pertenece a ese grupo de heroínas venezolanas como Eulalia Ramos Sánchez de Chamberlain y Luisa Cáceres de Arismendi; las cuales tuvieron una importante participación en nuestra gesta de emancipación. Cecilia Mujica, conocida como «la Mártir de la Libertad». Teresa Heredia, costurera y dedicada a enseñar a leer a niños de la comunidad. Vista como una rebelde que conspira a favor de la libertad, se le expone al escarnio público haciéndola caminar desnuda con un redoble de tambores bañada en miel y cubierta con plumas. Luisa de Pacanins, en su residencia bajo el pretexto de fiestas, reuniones musicales, tertulias literarias y conversaciones intelectuales –donde en alguna vez hizo presencia Simón Bolívar– se organizan clandestinas organizaciones a favor de la independencia y futuros planes a ejecutar de los patriotas.
Hoy, muchas de ellas, además, generan al mismo tiempo la esperanza de una Venezuela como debe ser, pero también la angustia de que nunca mienten, no disfrazan la realidad, no rehúyen el debate y la confrontación, dicen la verdad que a muchos contraría y perturba porque no son complacientes ni populistas, exponen el presente, sus dificultades, la cruda realidad, no la parlanchintería facilona, útil, rimbombante de politiqueros que llevan prometiendo –sin honrar la palabra empeñada– democracia y libertad fáciles gracias a ellos y no al esfuerzo de los ciudadanos unidos, decididos, con el coraje, dignidad, sobriedad, que es lo que estas mujeres, madres y profesionales, señalan sin descanso.
Porque tenemos esa clase de mujeres, de caracteres y luchas que les han generado consideración, respeto y admiración; decididas, que han ofrecido incondicional su apoyo, en la lucha contra la dictadura castrista-comunista que nos oprime. No cambian según el pacto que les propongan, no traicionan, no se dejan cortejar por la conveniencia, interés y galantería negociante, podemos mantener no solo la esperanza, sino la certeza de que viene una Venezuela mejor, decente. La que, para rescatar la venezolanidad, decoro y seriedad, no propone alianzas ni acuerdos, sino esfuerzo, decisión y valentía.
@ArmandoMartini