El miércoles 22 de mayo los venezolanos vimos cómo dos mujeres del pueblo de Corozo Pando, Guárico, hacían frente con dignidad a un par de funcionarias del Seniat, escoltadas por un militar, movilizadas para cerrar un puesto de empanadas al borde de la carretera. A pesar del lenguaje administrativo usado en el operativo, la verdadera razón era evidente, aquellas cocineras habían recibido a la líder María Corina Machado y atendido un pedido para su equipo de trabajo en ruta hacia el estado Apure.
Las “autoridades” fueron indiferentes al hecho de que aquel humilde emprendimiento fuera el sustento de varias familias, que ellas costearan los estudios de sus chamos en la universidad y que fueran las responsables del cuidado de adultos mayores enfermos, según testimonio de las involucradas. Para mayor deshonra, hay que tener presente que el régimen obligó a dos damas, enfundadas en su rol de funcionarias públicas, a castigar a esas madres y jefas de familia y así mandar una amenaza a quienes se atrevan a apoyar y celebrar las ganas de cambio democrático que hay en el país.
La crueldad de lo ocurrido en ese punto de la geografía venezolana se convirtió de manera viral en las redes sociales, en un recordatorio en claves nacionales de lo que representan las mujeres para los poderosos que nos gobiernan. La legítima lucha por garantizar su pleno derecho, combatir la desigualdad, la violencia doméstica y empoderar a las venezolanas, son objetivos irrelevantes para un régimen que es capaz de tratar de hundir a una familia dirigida por mujeres, de arraigo popular, trabajadoras y dignas, que se atrevieron a apoyar a una mujer, María Corina Machado, que lucha por lograr el cambio pacífico y democrático que hemos decidido los venezolanos.
Para muchos de quienes se asoman al caso venezolano por primera vez, resulta evidente que el conflicto político que vive el país no es un debate entre ideología de izquierda o progresista y los defensores de posturas conservadoras o de derechas, un debate válido que se da en algunas sociedades democráticas en el mundo. Por el contrario, lo que ocurre en el país es un más elemental conflicto entre quienes trabajamos por el regreso de la democracia y quienes pretenden permanecer en el poder pasando por encima de la voluntad de la mayoría de los ciudadanos.
Avanzar en el trabajo por el pleno empoderamiento e igualdad de las mujeres, actores claves en la familia venezolana y en la lucha contra la pobreza en nuestro país, requiere el retorno de la democracia. Sólo con instituciones fuertes, con separación de poderes, con garantías ante la ley y donde se pueda desplegar sin amenazas el trabajo de las ONG y organizaciones populares, puede retomar una agenda de trabajo por la igualdad que nos convoque a todos.
Las mujeres de Corozo Pando, las mujeres de Venezuela, saben el reto que tienen por delante para garantizar su futuro y el de sus hijos, ellas, junto al poderoso liderazgo femenino que tenemos, están comprometidas con este proyecto de cambio que se expresará el próximo 28 de julio y nuestro deber es apoyarlas trabajando junto a ellas por el regreso de la democracia.
A todas ustedes nuestro reconocimiento y agradecimiento.
Roberto Patiño