Las previsiones constitucionales ante la discriminación de las mujeres son una realidad, en contraste con textos anteriores, muy limitadas al respecto. Los encomiables esfuerzos de “las féminas” en demanda de igualdad con aquellos “dotados de cualidades varoniles, “los machos”, incuestionablemente exitosos. “La igualdad de género”, la bandera.
En la Constitución venezolana (entre paréntesis) de la revolución, no sabemos si en aras de atenuar “la discriminación” o por captar “el sufragio de las damas”, se pretendió ir mucho más allá estatuyendo en los pronombres de los 350 artículos, más los de unas cuantas “disposiciones transitorias” la vocal o consonantes para definir el masculino del femenino (presidente o presidenta, ministro, ministra, gobernador, gobernadora, etc.) ¿Innovó, sin lugar a duda, la carta magna de 1999? Es cuesta arriba decir “sí o no”.
En criterio de la Unesco “la igualdad” propugna el acceso paritario a oportunidades y derechos. Y “el género” las construcciones socioculturales destinadas a precisar los roles, las percepciones y los estatus. Adiciona, también, el significativo número de mujeres, tanto, en la política, como en las actividades productivas. Asigna, asimismo, importancia al control de la reproducción. Han sido cambios notables entre las relaciones con los hombres. Pero, las damas no paran, por el contrario, prosiguen en la lucha. Y a lo largo del globo.
En el libro Género, políticas de igualdad y bienestar, bajo la coordinación de María Jesús Rodríguez-García, de la Universidad de Oviedo, un aleccionado número de investigadores atribuye una importancia considerable al rol de “las asociaciones de mujeres” en la estrategia para la concepción y aplicación de políticas en el área del bienestar social. Esto es, que “las doncellas” han avanzado tanto que saben ser titulares del “derecho a la actividad sindical”. Pero no solo ello, sino que lo ejercen. Dios quiera que no escuchemos prontamente «¡Mujeres sí, hombres no!» y “Abajo el machismo”. O, tal vez, ya sean consignas en boga.
Asimismo, acaba de tener lugar en España el foro El Tiempo de las Mujeres, bajo el impulso del diario El Mundo. Una radiografía, como se dice, de la situación de las damas en pleno siglo XXI, reveladora del “enorme salto que han protagonizado -pese a los intentos de explotar un victimismo identitario dañino para el feminismo- sin caer en complacencias”. Y se adiciona: En las democracias hay asignaturas pendientes, rematándose en que “la sociedad ha de asumir el deber de saturar de una vez por todas la vía de agua por la que puede perderse un capital humano vital”. El capital de las mujeres. Al buen entendedor pocas palabras.
En España, país de la lectura, The Media elogia, asimismo, que Elizabet Benavent, Luz Gabás, Alice Kellen y Megan Maxwell son las escritoras hiperventas que apenas salen en los medios de comunicación. Una hazaña ante las serias dificultades para vender lo que se escribe. Y seria frustración, aparentemente, más para los hombres, que con respecto a las damas.
En América Latina, la desigualdad de las mujeres es abismal. Para agosto de 2021, apenas 15% accede a cargos directivos, según el BID, y ese porcentaje es propietario de únicamente 14% de las empresas. Evidencia de que se trata de un capítulo inserto en el subdesarrollo del continente.
Un análisis objetivo en lo concerniente a la “igualdad de género” ha de tomar en cuenta también “El Génesis”, cuyas lapidarias apreciaciones revelan: 1. Dios el sexto día creó al hombre y “a su imagen y semejanza”, 2. Crea, después de un día de descanso, a la mujer, de una costilla de aquel, pues este no podía vivir solo. Ambos terminaron en un hermoso jardín, el “Edén”, vale decir, el Paraíso. Una determinante frase se escucha “esta vez es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Es mujer, porque del varón ha sido tomada”. La lucha de las damas por la igualdad, francamente, no choca con estas apreciaciones, no así como con otras manifestaciones del feminismo, entre ellos “el matrimonio entre personas del mismo sexo”, capítulo de reciente data camino a consolidarse. Para “moralistas”, quienes exaltan y defienden los valores morales (DRAE), la alarma no les deja dormir, ante una práctica que obliga a expresar que a estas alturas es indetenible. La teoría que aboga por la amplitud de “los derechos humanos” cada día adquiere más vigencia. Retumban los gritos “Ni un paso atrás”.
La igualdad de género, pues, pareciera que hoy se arropa con una larga y ancha túnica, símbolo de ser “un movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los ordenes del feminismo”. Así lo define el DRAE. Difícil de obviarlo en una época que no deja de ser extraña.
Permítasenos recordar, como corolario final, que el general de división José María Córdoba, héroe de Ayacucho, al lado de quien se ganara las preseas de “Gran Mariscal”, Antonio José de Sucre, condujeron a las fuerzas acantonadas en Ecuador, sellando su independencia con la batalla de Pichincha. A Córdoba se atribuye la arenga ¡Soldados, armas a discreción; de frente, paso de vencedores! Terminó calificándosele como ¡héroe de Ayacucho!, dado su valor y papel determinante en el campo de batalla. Salvando la distancia y la época pareciera pertinente preguntarse con respecto a “las féminas”:
Mujeres ¿adelante y a paso de vencedoras?
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@LuisBGuerra
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