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Moral y luces, lo de siempre

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Foto EFE/ Miguel Gutiérrez

Simón Bolívar –Angostura, 1819– y continúan siendo nuestras primeras necesidades. Moral que es probidad, rectitud, justicia, respeto, civismo, honor, lealtad y decencia. Luces que son claridad, conocimiento, educación, estudio, formación, juicio y urbanidad. Pero sin libertad pierden su valor. La educación de un pueblo pone fin a su condena de ignorante y papel de oprimido. Hemos olvidado la moral y apagado las luces.

Hoy somos un país de grandes ignorancias, institutos educacionales dirigidos como delegaciones partidistas, sus patios abandonados entre ruinas y virus. Universidades levantadas con criterio politiquero, dejadas a su suerte, sin investigación ni análisis. Academias silenciosas, de redes sociales y pocos libros, sobrado de alardes y promesas, desnudo de mejorías.

La educación es progreso y fuente de trabajo. La instrucción masiva y acceso al conocimiento sin discriminación, establece fortaleza social, da vigor cultural y produce solvencia económica. La libertad intelectual es vital para la democracia.

De aquel país manirroto y desordenado, sin embargo repleto de oportunidades, hemos derivado en una nación sin ética ni valores, con principios lisiados y buenas costumbres cuestionadas, que solo tiene como objetivo fundamental el dinero, no importa si es mal habido producto del delito, ratería, robo, extorsión, chantaje, tráfico de estupefacientes o cualquier indecencia. ¡Se da más valor a lo que se tiene que a lo que realmente se es!

Nación inmerecidamente autocalificada de “bolivariana”, olvidando que el creador de naciones tuvo formación y principios, propulsor de la libertad y democracia; se hizo militar por necesidad, no por ambición económica. En este tiempo, es tanta la codicia, que los diferencia poder/armas, y sus propias ambiciones. Pregonan unión mientras como borrachos sin prestigio, y el peso de mentiras y derrotas, se pelean botellas vacías; como la ramera envejecida que acepta a cualquiera con dinero anémico al final de la noche, cuando el sol apunta dejando al descubierto arrugas que revelan desgaste. ¡Algo es algo!

Se ha extraviado la moral y luces, bolivarianos por simple adjetivo vacío, sin convicción ni espíritu de compromiso, tiranía por la fuerza basada en la ignorancia ciudadana que sueña la democracia como abstracción. Buscamos quien resuelva los problemas sin tener disposición adicional a la de que pegar unos cuantos gritos. Unidos en ambiciones y desunidos en propósitos, bajan la cabeza a cambio de “espacios”; demostrando, que cada uno quiere agarrar la mejor parte de las migajas proveniente de la torta que desechan. Así, corruptos, deshonestos y putrefactos cobijados de protección, estallan de risa con burlones y sonoras carcajadas, rezando contritos el Yo Pecador, confiados en el éxito del cabildeo para la dilatoria y, por qué no, archivo de las causas en las instancias tribunalicias.

No disponemos de líderes ni estadistas, solo dirigentes anodinos, sin importancia, de medio pelo; escuchamos a los habladores de sandeces, majaderos, egoístas y codiciosos que nos invitan a participar para legitimar un fraude, ayudándolos a sentirse triunfadores, desatendiendo, desoyendo a los pocos que dicen y señalan verdades. Dicen que, después de la gloria viene la decadencia, fin de la transparencia, negativa a la rendición de cuentas, traición y como consecuencia, desorden, anarquía y caos. Alimañas deseosas de posiciones, creyéndose con derecho de acreencia contra el botín público. Glotones por recuperar vigencia y ser adjudicados con limosnas, de poder real o imaginario. ¡Agarrando, aunque sea fallo!

Aseguran batallar para lograr soluciones políticas e institucionales para luego intentar arreglos económicos, mientras, con remedo, se les ordena suspendan las sanciones. El intercambio de concesiones, con o entre pandilleros, patoteros, viola la moral y luces, principios éticos elementales que deben ser defendidos con valentía y fuerza. Se impone con urgencia restituir la dignidad hecha pedazos. La ciudadanía con moral y luces no puede admitir bajo ninguna circunstancia que el crimen sí paga, la sociedad sería insignificante, mediocre, y más grave, presa fácil de payasos y aventureros bufones iguales o peores de lo que nos han azotado. Además, ¿cómo obligar al hacendado que pacte con cuatreros? A menos que el dueño sea socio de los robaganado. Parece locura, no obstante, en la mezcla de codicia, incompetencia y complicidad comunista sucede.

En moral y luces la verdad prevalece, es la reina, pero exige compromiso, y comprometerse es entender, saber, analizar, concluir, crear convicciones con base. Una labor imposible para quienes siguen soñando rancheras en vez de sembrar ideas. Por cierto, si tienen que engañar de nuevo, lo harán, como lo ha hecho en innumerables ocasiones.

@ArmandoMartini

 

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