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Montonera

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El juramento de Hugo Chávez sobre la Constitución moribunda dejaba claro que no le era suficiente haber ganado las elecciones, y que no cejaría en sus esfuerzos de utilizar su enorme popularidad para demostrar en forma retadora y transgresora su intención de construir un sistema político adaptado a su confusa ideología y a su flagrante egolatría.

Repetidamente había declarado que la democracia representativa, liberal y burguesa no se ajustaba a su criterio a pesar de haberse servido de ella para acceder a la presidencia y ganar luego casi todas las elecciones que impuso, estableciendo un equilibrio ambiguo  con el auge continental de este sistema político recogido en la Carta Democrática Interamericana de la OEA que suscribió con reservas.

Asesorado por teóricos tan diversos como Norberto Ceresole, Marta Harnecker, Hans Dieterich y, por supuesto, Fidel Castro… por solo mencionar algunos, se acuñaron nuevas definiciones de sistema político: democracia participativa y protagónica primero, y el mucho más confuso socialismo del siglo XXI después.

Para dar vida a su democracia participativa, Chávez creó, entre otras instancias, los círculos bolivarianos que nacen a finales de 2001, pensados como espacios de formación y acción de la novísima república revolucionaria que como sabemos derivaron básicamente en agrupaciones irregulares y violentas que contaban con el respaldo del caudillo.

Otras manifestaciones de su vocación hacia lo irregular fueron la declarada neutralidad entre el gobierno colombiano y las FARC, organización esta cuyos vínculos fueron fehacientemente demostrados, amén de una admiración por las gestas heroicas de personajes venezolanos convertidos en héroes modélicos como el caso de su bisabuelo Maisanta y Ezequiel Zamora, por solo mencionar algunos, y su veneración religiosa por la gesta revolucionaria cubana, además de  practicar y hacer  apología  de la expropiación y otras manifestaciones socializantes en desuso.

Seguro  del apoyo popular, Hugo Chávez  se mantuvo siempre en un limbo entre gobernar a su antojo y cuidar la confrontación con parámetros y organismos internacionales,

La coincidencia entre la muerte de Chávez y la disminución de los ingresos petroleros trajo  consecuencias catastróficas. El empobrecimiento brutal de la población y por ende la disminución sustantiva del apoyo popular, unido a la carencia de liderazgo de Maduro, el  sucesor designado.

La semilla del caos y la transgresión sembrada por el comandante eterno se hiperbolizó, no solamente en la lenidad con la que se acepta el crecimiento y la actuación de grupos paramilitares o gansteriles , sino también en la pérdida de todo pudor para evidenciar que llegaron para quedarse violando todas y cada una de las reglas de la democracia, con elecciones fraudulentas, violación sin límites de los derechos humanos e ignorando olímpicamente los designios de  la comunidad internacional y de los organismos y tratados internacionales suscritos por Venezuela

De esta manera, para mantener el dominio se ha aceptado una cierta  atomización del poder, compartido con bandas criminales, paramilitares y remanentes de grupos armados colombianos, especialmente del ELN, que controlan distintos espacios tanto al interior  del país como  en las fronteras, que al parecer el régimen de Maduro acepta como  un equilibrio que le permite sobrevivir.

El retroceso en Venezuela no es solo en el petróleo y otras ramas de la economía o en los índices sanitarios y educativos, sino que también alcanza el ámbito del Estado, que va semejando una montonera, retrocediendo hasta en uno de los logros del tirano Juan Vicente Gómez, como fue el de  acabar con el caudillismo y centralizar el país, sin dejar de citar que con mucho esfuerzo posteriormente en el período democrático se inició una descentralización moderna, fértil y organizada.

La incertidumbre actual de los venezolanos no es solo cómo y cuándo saldremos del coronavirus, sino en qué condiciones sociopolíticas estaremos.

Esta amenaza de balcanización y violencia es otra poderosa razón para que de forma apremiante surja un gobierno de emergencia.

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