OPINIÓN

Monseñor Raúl Biord Castillo

por Vicente Carrillo-Batalla Vicente Carrillo-Batalla

La Constitución vigente consagra la libertad de culto, siempre que su práctica no contradiga la moralidad, la decencia y el orden público. La religión católica como rama dominante del cristianismo, llegó a Venezuela en tiempos de la conquista y población de la provincia, aumentando la feligresía en sucesivas corrientes migratorias al paso de los años, especialmente originarios de la vieja Europa. Hoy sigue siendo mayoritaria entre los venezolanos, con estimaciones que superan las tres cuartas partes de la población. El concordato de 1964 suscrito en tiempos de Su Santidad el Papa Paulo VI y del presidente Rómulo Betancourt, regula las relaciones entre la Sede Apostólica y el gobierno de Venezuela. En su artículo 1º, establece que el Estado venezolano continuará asegurando y garantizando el libre y pleno ejercicio del Poder Espiritual de la Iglesia Católica en todo el territorio de la República –también la práctica irrestricta del culto–. Más adelante, en su artículo 4º, queda establecida la potestad de la Santa Sede de nombrar arzobispos u obispos diocesanos –de acuerdo con el Canon 377 § 1 del Código de Derecho Canónico–, con el único compromiso de participar los nombres de candidatos al presidente de la República, quien podría objetarlos. Respecto a la provisión de Dignidades de los Capítulos Metropolitanos y Catedrales, el artículo 8º dispone que queda reservada a la Santa Sede, debiendo comunicarlo oficialmente al gobierno de Venezuela antes de la toma de posesión por parte de los investidos. Se trata pues de normas que regulan la intervención del gobierno bajo el modo indicado, sin que ello obste para que sea el Romano Pontífice quien tenga a su cargo, de manera particular, la promoción del episcopado. Cabe destacar que el proceso de selección de candidatos usualmente comienza en el nivel Diocesano, avanzando al compás de verificaciones de méritos y consultas hasta llegar a la Sede Apostólica. 

El nombramiento de un nuevo arzobispo metropolitano en la ciudad de Caracas siempre será motivo de júbilo para la feligresía católica venezolana. Ocasión propicia para agradecer al arzobispo que concluye su misión pastoral, en este caso Su Eminencia Baltazar Enrique Cardenal Porras Cardozo, ilustre prelado de consagrados méritos y realizaciones de honda significación para los creyentes y el país –también para recordar a sus eximios antecesores como dignidades que fueron de la Iglesia venezolana–. La catedral de Santa Ana o Catedral de Caracas sigue siendo su templo, cuya construcción data del siglo XVII –aunque la fachada se concluye en 1771–, con sucesivas modificaciones realizadas a mediados del siglo XIX y posteriormente en las décadas de 1930 y de 1960 –obras de restauración y reformas estructurales–.   

Con un sensible y necesario llamado a la reconciliación de los venezolanos, asume oficialmente el pasado 24 de agosto como nuevo arzobispo Metropolitano de Caracas, Monseñor Raúl Biord Castillo. Fue nombrado por Su Santidad el Papa Francisco el 28 de junio próximo pasado, quien lo trasladó desde la Diócesis de La Guaira –recordemos que, en 1970, la Arquidiócesis de Caracas, cedió parte de su territorio para la creación de la Diócesis de La Guaira–. Nacido en Caracas, obtuvo la licencia en Teología ante la Pontificia Universitá Salesiana de Roma y el doctorado en Teología ante la Pontificia Universitá Gregoriana de Roma. Tras emitir la profesión perpetua el 8 de septiembre de 1987, fue ordenado sacerdote el 15 de julio de 1989. Había sido designado obispo de La Guaira el 30 de noviembre de 2013, recibiendo la ordenación episcopal el 8 de febrero de 2014. Destaca en su hoja de servicios, una reconocida actuación dentro de la Conferencia Episcopal Venezolana, de la que ha sido vicepresidente, secretario general y delegado ante la CELAM. Actualmente es miembro de la Comisión Permanente, presidente de la Comisión Episcopal de Circunscripciones Eclesiásticas y Miembro del Instituto Nacional de Pastoral. Sobrino de S.E. Cardenal Rosalio Castillo Lara –para nosotros de muy grata memoria–, quien desempeñó elevadísimos cargos en la Curia Vaticana y es recordado por su natural bonhomía y brillante actuación en delicados encargos del Papa San Juan Pablo II –dos veces visitó Su Santidad esta tierra venezolana–. También por su línea materna, es sobrino-nieto de Monseñor Lucas Guillermo Castillo Hernández –décimo arzobispo de Caracas entre los años de 1946 y 1955 y Primado de Venezuela–, el “…modelo de sacerdote y de Pastor con esas recias virtudes que todos admiraban en él…”, tal y como escribe su biógrafo y sobrino, el ya mencionado Rosalio Cardenal Castillo Lara.  

Monseñor Biord Castillo nos habla de una iglesia con las puertas abiertas y el llamado a quienes desempeñan funciones políticas, sociales, económicas, culturales y religiosas, para pensar en el bienestar del pueblo venezolano. Sobre tan importante asunto de actualidad, recordamos las palabras pronunciadas en 2003 por S.E. André Dupuy, Nuncio Apostólico de Su Santidad en Venezuela, para quien “…ningún discípulo de Jesús tiene el derecho de quedarse indiferente ante los sufrimientos del pueblo, especialmente frente a las necesidades de los más pobres…”. Se trata pues de una preocupación que sigue siendo del momento presente y que nos concierne a todos los venezolanos de buena voluntad. Monseñor Biord Castillo la asumió a plenitud en la Diócesis de La Guaira, como demuestran los hechos. Ha apelado a la intercesión del beato José Gregorio Hernández, para que todo venezolano siga su ejemplo de probidad, inteligencia y entrega a los demás –necesitamos unión, reconciliación y progreso al alcance de todos–.  

El citado André Dupuy escribe en ocasión del homenaje rendido en 2001 a Su Eminencia Ignacio Cardenal Velasco –de grata memoria–, que “…la historia nos enseña que el perdón y la reconciliación son imprescindibles para construir una sociedad justa y equilibrada, una auténtica vida democrática…”. En todo camino, tal y como leemos en el Evangelio de San Juan, nos es dado a los creyentes asumir la verdad de un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Una verdad que no se nos impone, que respeta nuestra autonomía de la voluntad. Y ello vale asimismo para las verdades relativas a nuestras realidades temporales, tema que igualmente concierne a la Iglesia peregrina. Porque el Magisterio de la Iglesia nos habla de «informar y perfeccionar el orden de las realidades temporales con el espíritu cristiano». Y aquí concluimos con el pensamiento de R.P. Luis Ugalde, S.J., para quien “…discernir espiritualmente requiere entender la naturaleza de lo que debe ser aclarado, conocer las trampas en que nuestra acción tiende a caer o perder la libertad y finalmente sentirse movido a actuar libre y responsablemente para «en todo amar y servir a Dios» y a nuestros semejantes. Discernir para la acción, pues el pecado de omisión puede ser cómplice eficaz de las opresiones…”. Redundando sobre lo aquí expresado con sabiduría y esencia cristiana, a todos nos corresponde velar por la verdad como reconocimiento, homenaje y acompañamiento a monseñor Raúl Biord Castillo en su nuevo y muy exigente trabajo pastoral.